Se enfadan por lo que dejan de ver: bronca a Morante en la corrida del Patrón de los toreros

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Se enfadan por lo que dejan de ver: bronca a Morante en la corrida del Patrón de los toreros

A palabras necias, oídos sordos: «¡Aprende, Morante!», le gritaban durante la faena de Emilio de Justo, triunfador de la tarde con el mejor lote del desfondado conjunto de Cuvillo. «¡Cuidado, que te coge!», tronó en un quite del maestro a un banderillero. «¡Cobarde!», exclamó otro. ¿Cobarde el tío que más cerca se los pasa del escalafón? ¡Lo que hay que oír! Nadie dialoga tan íntimo como Morante con un toro: el que sea (bueno, regular o malo –el lote más asquerosete cayó ayer en sus bolitas, cómo no–). Su arte se teje en la cercanía más extrema. Pero su valor no reside únicamente en esa proximidad que desafía todas las leyes del instinto de supervivencia, sino en la naturalidad con la que asume el riesgo, como si torear tan puro fuese lo único concebible en su concepto. Morante se los ha pasado siempre muy cerca, pero en esta última vuelta, con una delicada enfermedad mental, entre el hombre y el animal no cabe una guindilla, no cabe un suspiro. Y así fue en su primer toro, tan bruto y ‘esaborío’ a la vez, cosa que no le importó al de La Puebla para fajarse como ninguno con el altote colorado. En un mundo de tantos titubeos, de marear perdices, Morante es el artista a contracorriente: blanco o negro, pureza sin límites. Dos veces puso en el caballo al que abrió plaza, con mucho ambiente y un lleno aparente. Vinatero se llamaba, con más tanito que el vino más áspero, pero frente al que no se guardó nada. Antes de que Curro Javier colocase el último par, el matador ya había cogido la montera para dirigirse a la presidencia. Por alto se cameló al de Joaquín Núñez. Estoico, sin moverse, pese a la mirada del bruto. Entre las rayas transcurrió la faena, con una unidad de terrenos que ya quisiera España. Y eso que Vinatero pegaba más tornillazos que Puigdemont. Allí, en paralelo al 8, proseguía su torerísima pieza, con naturales de hermosa verticalidad, un abelmontado molinete, aquella firma tan lejana de la digital… De yema y muñeca, que es como firman los toreros, con puño y letra cabal. Abonado a la pureza, se ofrecía mientras el toro no abandonaba su topetazo. Nadie le hace una faena de tanta categoría a un animal tan mediocre, la de mayor exposición del festejo de San Pedro Regalado, el Patrón de los toreros, tan mal aficionado: el peor lote otorgó al que más puro torea. Si una porquería fue el primero, ni un duro valía el cuarto, Aguaclara, de idéntico bautismo al cuatreño y notable segundo, brindado a Mañueco y con fondo de bravo. Al de Morante, cinqueño, lo rebautizaron Aguaoscura: lo macheteó, con sabor antiguo, y la gente se enfadó. Como decían de Curro Romero, le reñían por lo que dejaban de ver, salvo los de voces necias y ebrias…Noticia Relacionada SAN ISIDRO estandar Si Ventura, el porqué de quien manda en el rejoneo Ángel González Abad Rui Fernandes, el sevillano y Lea Vicens cortan una oreja cada unoLa bronca estalló con pitos, alguna almohadilla y con esos «aprende», «cobarde», «vete de la plaza», mientras De Justo toreaba al quinto. Sin ser como el segundo –al que desorejó tras una faena capaz, de cosas lindas y ligadas, aunque de escasa reunión, mucha voz y cierta velocidad–, este Cuvillo sirvió y el extremeño dio una buena dimensión. Sin embargo, debe de ser muy triste para cualquiera que, mientras uno torea, no paren de mentar al anterior, al que regañaban por lo que habían dejado de ver. «Que no vuelvo, que no vuelvo», repetían en una fila alta, mientras arrancaba una discusión entre el que defendía al cigarrero y el que mentaba a su madre. Pasión se llama. Y otra vez se sentarán en la piedra para ver al genio.Feria de San Pedro Regalado Plaza de toros de Valladolid. Sábado, 17 de mayo de 2025. Lleno aparente. Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales; desfondados, de justa casta en conjunto; salvo 2º (sacó un fondo bravito en la muleta) y 5º, de buena condición; 1º y 4º, mansos y brutotes, fueron los peores. Morante de la Puebla, de verde esperanza y oro: media y descabello (saludos); pinchazo hondo y descabello (bronca). Emilio de Justo, de noche y oro: estocada muy trasera y tendida (dos orejas); estocada trasera desprendida (oreja). Juan Ortega, de teja y oro: dos pinchazos y espadazo (silencio); dos pinchazos y estocada rinconera (palmas de despedida).Regresaba Juan Ortega al escenario donde bordó una de las obras de su vida, donde la ‘orteganeta’ se abarrotó. Con un tercero medio, dejó los momentos de más cadenciosa belleza, pero pinchó su torería –menuda fue la apertura, aunque ahí se agotara Ricardillo–. A hombros auparon al de Torrejoncillo en la arena donde en septiembre se marcó un memorable ‘solo’ con Victorino. Los grises de La Quinta le aguardan hoy en Madrid. Lleno aparente. Toros de Núñez del Cuvillo, desiguales; desfondados, de justa casta en conjunto; salvo 2º (sacó un fondo bravito en la muleta) y 5º, de buena condición; 1º y 4º, mansos y brutotes, fueron los peores.

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