Las voces clave del ‘boom’ de la literatura juvenil en España

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Aunque suene a utopía, existe en España un punto de encuentro entre adolescentes, padres y profesores en el que reina la armonía: la literatura juvenil profunda y comprometida . Está formado por autores que escriben libros que aparecen con frecuencia en las listas de las lecturas recomendadas en institutos y colegios, y que, además, gustan a los chicos. Entre ellos, Ana Alcolea, Espido Freire, Nando López y Laura Gallego . Marcados por una larga trayectoria tanto en las aulas como en las librerías, estos días coinciden en lanzar novedades editoriales, por lo que hablamos con ellos –en el caso de Gallego, con Berta Márquez, gerente editorial de Literatura Infantil y Juvenil de SM, ya que la autora no concede entrevistas– para escuchar las voces detrás de este singular espacio lector.Tanto las cifras de ventas como los últimos barómetros de hábitos de lectura apuntalan el «boom» de literatura juvenil que vive nuestro país. Todos ellos han participado en su gestación por lo que ofrecen una valiosa panorámica de cuáles son sus rasgos principales y cómo hemos llegado hasta aquí. Noticia Relacionada estandar Si La voz de los jóvenes se alza tras la pandemia Celia Fraile Gil Documentales, series y literatura se rinden a los pies de aquellos que atravesaron la pubertad en confinamiento«Desde mi punto de vista, sucede porque ha pasado de ser un eslabón más de la formación lectora de una persona a ser un género en sí mismo que llega a lectores a partir de 14 o 15 años en adelante, sin límite de edad. Novelas que apelan a las emociones propias de la juventud, el espíritu aventurero, el romance, las traiciones, las lealtades… han traspasado esa barrera. Yo creo que apuestan también por el género fantástico por su componente de ocio y de evasión. Se disfruta a cualquier edad», explica a ABC Berta Márquez.En su editorial, SM, acaba de ver la luz ‘Cuatro lunas. Mareas de magia’, la primera entrega de la última tetralogía de Laura Gallego, la gran autora de la fantasía juvenil española. Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil y también Cervantes Chico, Gallego lleva 25 años publicando en nuestro país. « Varias generaciones de lectores han crecido con sus libros y los han recomendado a las posteriores. Seguramente los primeros idhunitas ya serán padres, maestros, libreros, bibliotecarios…», afirma Márquez. Se refiere a los seguidores de ‘Memorias de Idhún’ , que vio la luz en 2004. «Fue la primera saga de libros que reunió a comunidades de lectores en foros de internet, en quedadas físicas con disfraces… Hace 20 años esto no era nada habitual y ahora cada 14 de octubre celebramos el Día del Orgullo Idhunita para conmemorar su publicación. Todo esto es un hito sin el que no se entendería todo el ‘boom’ juvenil, sobre todo fantástico, que ha venido después», puntualiza.También está marcada por el tránsito generacional la última novela de Nando López , ‘Teníamos 15 años’ (Loqueleo). «Está escrito con voluntad de puente, es un ‘crossover’ y está teniendo lectores adultos y jóvenes. Una de las cosas que yo quería contar es que se nos olvida que estuvimos ahí y que nuestros 15, con sus complejidades, también tuvieron sus dificultades similares a las de ahora. Pero a veces perdemos la empatía y juzgamos a los adolescentes como si no hubiéramos estado en ese lugar. Aparece la adolescencia de ahora porque quería que conociera a la que hubo antes para que, de alguna manera, dialoguemos sobre qué nos atraviesa, que es la búsqueda de la identidad… Algo que intento en mi literatura es borrar la frontera. Evidentemente, hay diferencias, pero a nivel de pensamiento y de emoción estamos muy cerca », señala el autor. Para reforzar esa idea, hibrida un formato en plena expansión entre las nuevas generaciones: la novela gráfica. A medio camino entre libro y cómic, escribe casi, casi, un texto dialogado, de nuevo, la opción preferida por los jóvenes actuales. Más allá de las modasAdemás de tender puentes entre generaciones, López ha sido pionero en visibilizar las realidades LGTBI en la literatura juvenil española, mucho antes de que estas cuestiones comenzaran a ocupar un espacio más habitual en las estanterías. ‘Teníamos 15 años’ continúa esa línea: «Viví esa no visibilidad a esa edad. Por eso hablo en el libro de los años robados. Esas primeras veces que no tienes, esas situaciones que no vives porque estás escondido. Crecer sin ser visibles es crecer no queriéndote y desde el dolor. Y nadie debería crecer así. Hemos avanzado, pero ni mucho menos hay una visibilidad plena. Creo que queda mucho por hacer. Y por desgracia ahora hay un repunte de homofobia y transfobia. Quizá estamos mejor que hace 15 años, pero yo creo que estamos peor que hace cinco», insiste.El escritor habla con la experiencia que le da impartir talleres y mantener encuentros incesantes con adolescentes, algo que tiene en común con Ana Alcolea y Espido Freire . Los tres recorren institutos cada año, escuchan de primera mano a sus lectores jóvenes y reflexionan sobre cómo conectar con ellos desde la literatura . «Ahora hay mucha más oferta, y alguna de ella no muy conveniente, en términos éticos, para ellos. Muchos autores buscan complacerles sin reparar en ningún tipo de valores o cuidado por el texto», advierte Freire, autora de ‘El diario de la peste’, con el que acaba de ganar el premio Anaya de Literatura Juvenil. Frente a esa tendencia, tanto ella como Alcolea, que publica ‘El chico que me regaló el mar’ (Nube de tinta), defienden una narrativa juvenil que no solo entretenga, sino que también ofrezca alternativas sólidas y enriquecedoras. «Una novela tiene que tener verdad, y la verdad la sacas de ti misma, de lo que te conmueve –afirma Alcolea–. Si escribiera mirando lo que se lleva, me parecería que les estoy dando algo falso».Ambas autoras han optado, en sus últimas novelas, por mirar hacia la historia para hablar del presente. Freire sitúa ‘El diario de la peste’ en la Toledo del siglo XVI, azotada por la epidemia de 1598, un escenario que dialoga con la pandemia : «Aunque la historia es anterior a la COVID-19, cuando me senté a escribir ya había vivido un confinamiento, había sobrevivido al contagio… Muchas de las medidas no eran nuevas». La autora también ve que la literatura puede ofrecer una forma de sobrevivir emocionalmente . Un refugio para la salud mental, tan castigada en los jóvenes tras los confinamientos, que se ha abierto paso en estos años como una temática central en muchos títulos. «Leer es un gran ansiolítico, una lección de calma, de consuelo y de creatividad», resume.. «Leer es un gran ansiolítico, una lección de calma, de consuelo y de creatividad», resume.Por su parte, Ana Alcolea escoge la Guerra Civil como telón de fondo de ‘El chico que me regaló el mar’, centrada en los niños evacuados a Rusia. «Quería hablar del exilio, del desarraigo, de los adolescentes que se ven forzados a madurar solos, sin la protección de sus padres ni de su lengua», explica. Para ambas, el pasado no es solo contexto, sino espejo y advertencia: una forma de ofrecer a los jóvenes herramientas para entenderse y entender el mundo. Desde sus distintos enfoques, coinciden en que la historia, contada desde la emoción, puede despertar en los jóvenes la mirada crítica . Como defiende Alcolea, «la literatura tiene que hacernos preguntas. Si no conocen lo que pasó, están condenados a repetirlo».

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