Fue Jueves y Viernes Santo en Roma. España dejó a la ciudad y al mundo tres maravillas, tres, que hicieron brotar lágrimas de emoción hasta al romano más crápula, allá en la urbe donde lo profano y lo sublime, lo celestial y lo canalla, conviven en una coyunda que sorprendió, en su tiempo, a Rafael Alberti desde el Trastevere. Su arboleda perdida italiana. La procesión romana fue una cita genial en eso que digo yo, que a Dios también hay que disfrutarlo con el verbo hecho talla. El Cachorro expiraba con las últimas luces del día, cerca del nuevo Papa. Dirán que llovió algo, dirán que la Esperanza del Perchel lucía llevando el malagueñismo a una de esas pocas ciudades por las que merece la pena todo, incluso la locura sana de vivir. No vi al Morante triunfal de Sevilla de hace un año, y tampoco estuve en Roma, pero gocé intensamente el sábado. España puso sobre la mesa su forma de entender la pasión, y sin teologías ni creencias, colocó en la calle romana el barroco de cajillos trianeros y tronos percheleros y leoneses. El país se dividía en dos; los de la horterada de Melody y la RTVE opinando por los contribuyentes, y los que vieron por televisión el cortejo más barroco que recordarán las siete colinas. Nuestro país se hace grande en las tradiciones más arraigadas. De ahí la importancia. No estuve en Roma, no, pero algo de mí quedó prendado para siempre de un plano aéreo de la procesión. Yo, que me gradué la vista para ver una madrugá, yo, que admiro lo más nuestro, lo más mío, extrañé a mi Esperanza frente al Coliseo. Algún día nos preguntaremos qué hacíamos un 17 de mayo, coincidiendo todo con la destrucción de España en WhatsApp. Las vacaciones en Roma del barroco español ahí quedaron, para estampitas devocionales de una jornada particular. No creía lo que veía, no, pero ahí está el verdadero tesoro, en el cofrade que hizo suya Roma, que se dejó sus ahorros en ser el mejor embajador de este país. La historia dirá lo que verdaderamente importa de aquel sábado de este mayo. Cuando la España cofrade conmovió al mundo y el mundo lo agradeció.

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