Cierto olor a podrido

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Cierto olor a podrido

Yo recuerdo cuando, de pequeño, oía que los perros eran capaces de oler el miedo. Me parecía fascinante. Si se puede oler el miedo, ¿también se puede oler el amor? ¿Y el deseo? ¿A qué huele en concreto? Supongo que el miedo huele a adrenalina, a derrape sobre el asfalto, a glándula suprarrenal, a uranio. El amor quizá a feromona, a cachorrillo de mastín, a tulipanes frescos, a pecado. En cualquier caso, cuando yo miraba a aquel pastor alemán sabía que no podía fingir, que él conocía mi arquitectura íntima y que no solo sabía en qué estaba pensando, sino que incluso podía olerlo. Era como ser de repente transparente: estar delante de ese perro era como estar delante de Dios. Y daba igual aquella estúpida pose que convertía mi BH en una Harley-Davidson y mi pueblo de Tierra de Campos en Nashville, Tennessee. El can y yo sabíamos que, en realidad, estaba aterrado, así que me limitaba a sobreactuar y exagerar la seguridad que no tenía. Supongo que seguía oliendo igual. Pero con una actitud que ni Loquillo.Algo parecido le sucede al PSOE. Están aterrados. Y eso los que no se encuentran en paradero desconocido, porque por allí solo se pasaron nueve de los veintidós ministros. Se les nota el miedo, ahora soy yo el que olisquea con pericia de sabueso y ellos los que se sientan en la bici fingiendo que no pasa nada. Aunque tampoco hace falta ser un experto perfumista; basta con observar la magnitud de los ridículos y la profundidad de una vergüenza ajena. Empezando por esto último, Diana Morant, a la que su compañera del PSPV, Marta Trenzano, le hizo una pregunta —por decir algo– que rozaba la pornografía. Por momentos, la sesión de control al Gobierno se convirtió en sesión de masaje. El baboseo alcanzó cotas difíciles de imaginar y, ya en plena pedicura, soltó: «Señora ministra, usted, que desde el primer día responde desde el rigor pero también desde la humanidad (…): ¿dónde estaban quienes debían protegernos? Y lo que es peor, ¿por qué siguen en el Palau de la Generalitat aquellos que nos abandonaron?». Esta pregunta -recuerden- se la formuló el partido a la ministra de Ciencia y Universidades, que lo único que sabe de la dana es que quiere utilizarla para gobernar Valencia. Les ahorro la respuesta-mitin por pudor y porque pronto supimos que, en realidad, todo tenía un objetivo y era lanzar la reunión de Sánchez con las víctimas de la dana, cuyo casting supongo que estará llevándose a cabo ahora mismo con pericia de entomólogo. A ver si esta vez no tiene que salir corriendo.En cuanto al ridículo, vamos por orden: primero Montero, en una intervención delirante y bochornosa en la que, preguntada por la dotación presupuestaria para la ley ELA llegó a decirle a Ester Muñoz que por qué se centra en esos enfermos en concreto y no le pregunta por otros enfermos a los que tampoco están haciendo ni caso; Bolaños, que, en un acto de complejo de inferioridad y de vulgaridad extremas, acusó a Cayetana de decir «solo bobadas» y le echó en cara sus apellidos: «Usted, Álvarez de Toledo y Peralta Ramos, muchos apellidos y mucho linaje, pero estoy convencido de que no le gusta que todas las personas que quieran acceder a la carrera judicial puedan hacerlo»; Marlaska, que le dijo a Ana Belén Vázquez que «si quiere hablar del narcotráfico, puede hacerlo en el cónclave -por el congreso del PP-, que allí hay quien lo conoce bien porque mantuvo con él muchas relaciones»; y para terminar, Robles, colérica, encendida y, según la propia Vázquez, «con la soberbia del garaje de Paiporta», que vino a recordar a Fúnez que tiene más currículum que todas las del PP juntas, en una intervención como de la Pantoja hablando con el servicio. «Y hagan el favor de respetarme cuando estoy hablando», añadió. Le faltó solo llamarlas: «Mindundis». Desde luego, es curioso lo que darían algunos por apellidarse Álvarez de Toledo Peralta-Ramos. Y, de paso, por ocultar ese fortísimo olor a podrido. Aunque, en el caso de los jueces -Marlaska y Robles-, si quieren, pueden saber a qué huelen las cosas que no huelen. Es sencillo. Se trata de intentar parecerse más a Pilar Llop que a José Luis Ábalos.

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