Un aeropuerto bunkerizado para frenar la llegada de sintecho, aunque con ciertas grietas de acceso. La decisión de limitar el acceso entre las 21 y las 5 horas solo a los pasajeros con billete de vuelo y sus acompañantes, con vigilantes de seguridad en las cuatro puertas abiertas de la T4 y en las cinco de la T1, T2 y T3, no bastó para acabar con los cientos de acampados en su terminales, si bien el número se redujo bastante. Como era de esperar, algunos de ellos acudieron antes del anunciado cierre, a una hora, cercana a las 8 de la tarde, en la que se supo que el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, se reunirá este jueves con el presidente de AENA, Maurici Lucena.Con todo, la situación en la T4 quedó lejos del runrún esperado, sin apenas presencia de indigentes a excepción de la planta 1, donde una veintena de ellos ya tomaba posiciones en uno de los enclaves menos transitados. Los primeros filtros de entrada estaban colocados justo al salir de Metro y Cercanías. «Buenas tardes, ¿me enseña el billete?», se esforzaban en pedir los profesionales del aeropuerto. La petición se extendía a todos los viajeros, turistas incluidos, a excepción de aquellos que llegaban vestidos con ropa de trabajo.A su lado, asomaban los primeros carteles, en español y en inglés, de una circunstancia cuando menos insólita: «Acceso abierto. Para la permanencia y acceso al aeropuerto será requerida la documentación necesaria». Allí, los vigilantes de Metro solo solicitaban el título de transporte válido para llegar hasta ese punto. «Nosotros no pedimos el billete de avión, solo el de Metro, y si un indigente lo tiene no le impedimos el paso. No hacemos ninguna distinción», señalaba el coordinador de seguridad del suburbano.Noticia Relacionada Director Ejecutivo de Operaciones Aeroportuarias del Aeropuerto Internacional de Hong Kong estandar Si Steven Yiu: «Barajas puede ponerse a la altura de Heathrow y Charles de Gaulle porque todavía tiene capacidad para absorber más demanda» Antonio Ramírez Cerezo El aeropuerto de Hong Kong es uno de los más transitados del mundo por el que en 2024 pasaron 120 millones de viajerosAl pasar los tornos, sin embargo, la coyuntura era bien diferente. «¡Qué vais a hacer con los que están arriba!», protestaba Héctor, un venezolano asentado desde hace seis meses en la terminal al que los guardias de Barajas le acababan de impedir el paso. El expulsado, que había tenido que regresar forzosamente al Metro, conseguía diez minutos después entrar a la base por un lugar que prefería no desvelar. «Estos controles no tienen ningún sentido, porque no diferencian entre los que son conflictivos, que es un grupo muy reducido, y los que estamos aquí por necesidad, sin hacer daño a nadie», remarcaba. Otros sintecho, en cambio, mostraban su disconformidad ante la masiva presencia de los medios de comunicación. «Vete a grabar a otro lado», gritaban, airados por la presión mediática a la que están siendo sometidos.Conforme avanzaban las horas y comenzaba el tramo de baja afluencia, al otro lado de Barajas, en la T1, se podía reconocer a simple vista a las personas sin hogar, sentadas en las zonas de descanso o simplemente merodeando entre los viajeros que portaban sus maletas dirección al embarque. El acceso por la línea 8 de Metro estaba igualmente bloqueado, donde los vigilantes pedían también los documentos de viaje correspondientes. «Con que me lo enseñe uno me vale», informaban a un grupo de jóvenes, que sin rechistar sacaban el móvil para mostrar el código QR.Al filo de que Barajas se blindase, algunos sintecho que ya merodeaban por la zona no eran conocedores de que se iba a aplicar esta medida. «No tenía ni idea, pero ya se encontrará alguna otra forma de entrar», aseguraba con despreocupación un residente habitual, «pero no permanente», del aeródromo madrileño. Para él, esta medida resultaba solo un parche: «El ser humano tiende a sobrevivir, ¿no?. Pues si no se puede por un lado será por otro. Con esta medida igual no entran unos pocos, pero hay mucha gente que está aquí todo el tiempo», afirmaba. «Vivo día a día, no sé si mañana vendré algo antes de la hora, pero si no me dejan pasar tampoco será para tanto. Si tengo que dormir en la calle lo haré, no sería la primera vez», proseguía a este diario, antes de continuar su camino arrastrando una maleta tamaño cabina de color gris, sutil camuflaje entre los viajeros. La puerta 3 es uno de los cinco accesos que comparte esta terminal con T2 y T3 y que permanecen abiertos las 24 horas del día. El resto de puertas se bloquean a la hora que Aena ha decidido. Y así fue. Dos vigilantes de seguridad, de los 22 que conforman el refuerzo por parte de esta empresa pública para controlar las instalaciones, custodiaron con puntualidad este punto, pidiendo las tarjetas a cada persona que intentaba pasar. Sin embargo, nada pudieron hacer con los que ya estaban dentro, que anoche su albergue volvió a ser Barajas.Grietas de seguridadPero tampoco con los que se colaron por unas grietas en las que nadie había reparado. Una salida en la que se podía leer «solo usar en caso de emergencia» a la altura de la puerta 13 de llegadas de la T1 fue empujada por una familia de turistas que buscaban dejar el aeropuerto cuanto antes y descansar. Este acceso quedó entonces abierto de par en par y fue el resquicio que muchos aprovecharon para sortear el control establecido.De vuelta a la T4, también a las nueve la mayor parte de las puertas quedaron cerradas ante el desconcierto de los primeros afectados. «What’s happening?», preguntaba un turista, fiel reflejo del dudoso protocolo. «Que me pidáis el billete lo acepto, pero que solo haya una puerta para pasar…», se quejaba un segundo pasajero. Y todo, mientras los operarios de seguridad indicaban que el rumbo a tomar era la puerta 8, la única que permanecía abierta en la planta de salidas.Abajo, en la de llegadas, un grupo reducido de sintecho se repartía por el exterior de la terminal ante la imposibilidad de entrar. «Están esperando a ver si les dejan pasar ya de madrugada», comentaba en ese sentido uno de los que sí había podido llegar a tiempo. En la primera franja de cierre, hubo en realidad de todo: personas que no tenían billete de viaje pero que pudieron acceder al decir que venían a recoger a un familiar, conductores que con un cartel o el nombre de su cliente escrito en grande en la pantalla del móvil también lo lograron, y hasta alguno que aprovechando un momento de elevada afluencia consiguió colarse haciéndose el despistado.Más allá del terreno, esta problemática ha generado una crisis entre las distintas administraciones sobre la gestión de la problemática. Para poner orden a esta situación, el Comité de Dirección Ejecutivo de Aena acordó hace una semana una actualización de las normas de funcionamiento interno y uso de los aeropuertos de su red, a fin de establecer medidas como controles de acceso, cierres o desalojos de las instalaciones aeroportuarias. Estas reglas se recogen en un documento de seis páginas, al que tuvo acceso ayer Ep, cuyo contenido alberga una exposición de motivos y cuatro artículos sobre ámbito de aplicación, actividades y comportamientos no permitidos en los recintos aeroportuarios, hasta 27 «totalmente prohibidos».Seguimiento municipalEl Ayuntamiento de Madrid aseguró estar monitorizando ya a 105 de estas personas , de las cuales un total de 14 han accedido a centros de acogida, apuntaban fuentes municipales a ABC. «Con el resto, incluso con los que rechazan sistemáticamente acudir a nuestros recursos, seguimos atendiéndoles para ganarnos su confianza», añadían las mismas fuentes.«¿El Ayuntamiento de Madrid puede ir al aeropuerto? Sí. ¿Pueden nuestros equipos de atención social ponerse en contacto con estas personas? Sí. ¿Les podemos obligar a salir del aeropuerto? No. ¿Les podemos obligar a ir a los recursos sociales del Ayuntamiento de Madrid? No. Quien entienda que esto se soluciona con que el Ayuntamiento de Madrid va, por la fuerza se los lleva y por la fuerza les mete en un recurso social, se equivoca gravemente», advertía el propio Almeida, un día antes de reunirse con Lucena. Aena remitió ayer un comunicado en el que recordó que, en los últimos meses, ha mantenido reuniones y contactos «permanentes», tanto técnicos como institucionales, con el Ayuntamiento de Madrid.

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