Lo que debería haber sido una anodina subasta de deuda a 20 años del Tesoro estadounidense, con un valor nominal de 16.000 millones de dólares, se convirtió esta semana en un a señal de advertencia. La demanda fue débil y el rendimiento adjudicado, del 5,014%, quedó muy por encima del tipo de referencia reciente. No es una cifra catastrófica, pero sí sintomática. Los bonos también votan. Y ahora están diciendo que algo no cuadra.La señal se refuerza con otros indicadores. El bono a 30 años ha superado por segunda vez esta semana el umbral del 5% , y el rendimiento del bono a 10 años coquetea con el 4,6% y sigue al alza. Esto no significa que EE.UU. esté al borde de una crisis financiera, pero sí que la confianza en la sostenibilidad fiscal del país se está resquebrajando , después de que la errática política arancelaria de su presidente atrajera las miradas más inquisidoras. Y cuando la confianza se erosiona en el emisor de la moneda de reserva mundial, no hay refugio donde esconderse.El mensaje del mercado es claro: Washington gasta sin freno y sin horizonte. La reciente aprobación por la Cámara de Representantes de un nuevo paquete de rebajas fiscales promovido por Trump —que suma otros 2 billones de dólares a la deuda en los próximos diez años— ha terminado por encender las alarmas. Moody’s ha rebajado la calificación crediticia de Estados Unidos y ha puesto el foco en el encarecimiento del servicio de la deuda, que ya supera los 1,1 billones de dólares anuales.El repunte de la rentabilidad de la deuda es una noticia ambivalente: buena para los compradores de bonos, pero mala para el Tesoro, para las empresas endeudadas, y para cualquier país que dependa del dólar. De momento, los mercados han reaccionado con ventas. Pero esto podría ser solo el comienzo. Porque lo que empieza como un ajuste técnico en una subasta aislada puede acabar revelando una fisura estructural. En este caso, la brecha entre la política fiscal y la paciencia de los financiadores, alienados por un Gobierno antipático. Esa brecha no se arregla con una subida de tipos ni con promesas. Se arregla con responsabilidad. La que, por ahora, nadie en Washington parece mostrar.

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