¿Podríamos sobrevivir en España sin los productos ‘made in China’? Mira en tu kit de supervivencia o en tu casa: «Pekín no sólo fabrica, orquesta»

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¿Podríamos sobrevivir en España sin los productos ‘made in China’? Mira en tu kit de supervivencia o en tu casa: «Pekín no sólo fabrica, orquesta»

Si echas una mirada a tu oficina o a cada cuarto de tu casa desde los muebles, los electrodomésticos o tal vez el coche que tienes en el garaje han pasado por Pekín. Incluso si te miras al espejo el calzado o el pijama que llevas pueden ser ‘made in China’. «Desde la bicicleta del niño hasta el azulejo del baño, pasando por maquinaria agrícola, paneles solares, pescado procesado, cargadores, procesadores, hortalizas, mobiliario urbano, material deportivo o luces LED. No vemos a China, pero estamos dentro de su arquitectura invisible », detalla a ABC Julio Ceballos, consultor de negocio en China y autor del libro ‘El calibrador de estrellas’. Y es que después de que Trump anunciara en abril su escalada de aranceles sobre Pekín se hizo viral un vídeo en el que se preguntaba cuántos artículos hechos en China tienes en casa, y cuántos que provengan de Estados Unidos. Un cuestionario al que el profesor de economía de la Universidad Complutense, Mario del Rosal Crespo, nos dice que añadiría otra pregunta: «¿De los artículos estadounidenses que tienes cuáles se han producido realmente en EE.UU.? Y no solo eso, desde el móvil a las piezas para el montaje de productos tienen componentes procedentes de Pekín . «No es una cuestión solo del producto final, sino de productos intermedios cuya hipotética desaparición tendría efectos perjudiciales para el consumidor español». Y este intento de imaginar un país sin productos chinos también lo hizo ‘The New York Times’. Lo cierto es que si reflexionamos sobre ello, ¿realmente podríamos seguir manteniendo nuestra rutina sin estos productos?Noticias relacionadas China pone en su punto de mira estratégico a Canarias: «No es una elección casual» Alexia Columba Jerez Guerra arancelaria El ‘botón nuclear’ con el que China podría destrozar la economía de EE.UU. Alexia Columba Jerez«Una experiencia agotadora, incómoda y cara«En 2005 , Sara Borgiorni, una periodista estadounidense y su familia, hicieron la prueba durante un año de intentar vivir sin productos de China . Plasmó esta experiencia en el libro ‘A Year without Made in China’. Vivieron prácticamente con soluciones que uno aplica como cuando va de acampada.Hoy, veinte años después, una experiencia semejante «ya no iría sobre la procedencia de los productos, sino sobre la influencia que tiene China en todo lo que permite que el mundo funcione», dice Ceballos. Borgiorni confesaba a ‘Business Insider’ que «la experiencia con su familia fue agotadora, incómoda y cara». Una vida sin ‘made in China’ sería más cara, menos eficiente y tecnológicamente inoperativa. China no sólo fabrica, orquesta», señala.«Renunciar a la globalización misma»Ceballos explica que hoy sería una odisea imposible porque ya no se trata solo de productos, sino de ecosistemas enteros cuando hablamos del ‘made in China’. El gigante asiático no es sólo la ‘fábrica del mundo’, es el núcleo de múltiples cadenas de valor globales. «No podríamos encender nuestro móvil, hacer pedidos en Amazon, obtener repuestos de prácticamente ningún producto de consumo cotidiano o decorar nuestras celebraciones sin que China aparezca en algún eslabón». El ejemplo más ilustrativo para Ceballos nos lo dió el apagón, buena parte del kit de emergencia es ‘made in China’. Hoy, renunciar a China sería renunciar a la globalización misma. Ceballos ya explicaba en el pasado que 120 de los 197 países que hay en el mundo tienen como principal socio comercial a China. E n España, Pekín está cerca de sobrepasar a Alemania como su primer proveedor. Ceballos comenta que la dependencia de China se disfraza de cotidianidad. «Vivir sin China en España implicaría costes disparados, ruptura de stock en sectores clave como farmacia, industria, electrónica, y fricción logística generalizada». Y agrega que si en España a nuestra falta de autonomía industrial añadimos el envejecimiento demográfico o cortoplacismo político, n os damos cuenta que no estamos preparados para vivir sin China. «Es una dependencia que no se puede resolver en un par de décadas» , afirma.«También habría que tener en cuenta los flujos de inversión», añade Crespo. Además, las importaciones españolas desde China sumaron, en 2024, 45.174 millones de euros. En cambio, las exportaciones españolas a China fueron de 7.467 millones de euros. Nosotros tenemos un déficit con ese país y la tasa de cobertura, que es un porcentaje que representa qué parte de las importaciones podemos pagar con lo que recibimos gracias a las exportaciones, es del 16,5%. «Eso quiere decir que de cada 100 euros que gastamos en productos chinos, solamente podemos utilizar 16 euros que hemos recibido de nuestras ventas a China», explica Crespo.«No hay plan B global»En este pulso que mantiene Trump con China, que como Crespo insiste es más perjudicial que beneficioso, EE.UU. ya intentó antes encontrar alternativas en los mercados de Vietnam, India o México. La cuestión, en la que incide Ceballos es que Europa no puede reemplazar al gigante asiático por un país, porque China es mucho más que un país: es el ecosistema industrial más integrado del mundo. «Una megaplataforma de producción, talento, logística y política estatal proactiva. Pero Europa sí puede diversificar riesgos , ampliando capacidad productiva a otros destinos», apunta Ceballos. Señala que Vietnam y Bangladesh podrían ser una opción para textil, India para genéricos farmacéuticos y tecnología de la información. México para automoción y electrónica, Turquía, Polonia y Rumanía para manufactura de proximidad o Indonesia o Filipinas para ensamblajes. «Aun así, estas alternativas no compiten en escala, precio ni sincronización con China. Y eso nos lleva a una conclusión incómoda: no hay plan B global alternativo a China. Sólo disponemos de un frágil mosaico de opciones parciales», sentencia.La Navidad viene de ChinaPensemos en algo tan sencillo como las Navidades. Cada año sale un artículo por esta época con un título del tipo: ‘La Navidad viene de China’. La familia Jones en Los Angeles lo hizo para el documental ‘Xmas without China’, la experiencia no fue mejor que la de Borgiorni. Concebirla sin productos de este país nos llevaría a « una Navidad en blanco y negro. Literal y metafóricamente. Decoraciones, figuritas de Belén, guirnaldas, juguetes, papá noeles, móviles, pantallas, altavoces, luces, cámaras, drones… China no sólo produce lo tangible, sino lo emocional: fabrica buena parte de lo que construye el ambiente festivo», indica Ceballos. Sin China, tendríamos elementos decorativos más caros, juguetes más simples, tecnología limitada, desabastecimiento y comercio ralentizado. «La ironía es esta: una de las fiestas más occidentales es hoy, logísticamente, una producción asiática» , sentencia.Borgiorni en su libro concluía diciendo: «Lo que me da miedo es que nosotros ya no producimos nada. ¿Cuál es, entonces, el lugar de EEUU en la economía mundial?». Y si extendemos esa pregunta para Europa , Ceballos sostiene que EE.UU. mantiene el control del relato, de las plataformas digitales y de la defensa, pero ya no produce la mayor parte de lo que consume. «Europa conserva calidad, creatividad y valores, pero ha olvidado el músculo: sin industria, no hay soberanía. Mientras tanto , China ejecuta, planifica, construye y compite. Washington improvisa. Bruselas regula. Lo dijo la periodista si ya no producimos nada. La respuesta es esta: quien no produce, depende». Y como recuerda Crespo las decisiones económicas están vinculadas a las diplomáticas, políticas y bélicas. El caso más reciente es que China y Estados Unidos finalmente decidieron rebajar sus respectivos aranceles, mientras entran en una moratoria de 90 días. La explicación que dieron los expertos a este cambio tuvo que ver con el Black Friday , el evento comercial que marca el inicio de la campaña navideña. «La política se pliega ante el consumo. Trump y Xi lo saben. El Black Friday forma parte de la espina dorsal del estilo de vida americano y demuestra que el consumo es el verdadero poder blando global », establece Ceballos. El consumidor es rehén de su propio deseo. Y el político, de su popularidad. Para Ceballos l a interdependencia es tan alta, que ni las guerras comerciales pueden con la adicción al low-cost y la logística inmediata. Una guerra arancelaria no resuelve el problema. Crespo añade que eliminaría la posibilidad de aprovechar el desarrollo de otros para nuestro propio avance.Estratega, no burócrata¿Por qué China lleva la delantera? Ceballos apunta que su estrategia es exitosa por tres razones: Pragmatismo, educación como infraestructura nacional y Estado como estratega, no como burócrata. China t iene un plan. «Es una superpotencia que sabe quién ha sido, quién es y quién quiere ser en 2049: juega en otra liga».MÁS INFORMACIÓN Marruecos mueve ficha con Trump usando una nueva estrategia: «Si no actuamos de una forma preventiva los resultados pueden ser perjudiciales para España»Mientras en Europa, Ceballos sostiene que si no hacemos nada, el futuro es claro: seremos usuarios del software americano, consumidores del hardware chino y dependientes de infraestructuras tecnológicas e industriales de lugares distantes de Europa. La fórmula es apostar por la autonomía estratégica real y diversificar riesgos sin caer en el aislamiento. «La alternativa no es soñar con volver al pasado, sino crear un modelo europeo que produzca valor. Dice un proverbio chino: El mejor momento para plantar un árbol fue hace 20 años. El segundo mejor momento es ahora».

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