Con paso lento y el alma hecha trizas, Juan Ayuso atraviesa el último puerto de los parajes incomparables del Lago Garda con un puñal en los pulmones. Pierde 14 minutos con los jerarcas del pelotón y se despide del Giro de Italia, del sueño que moldeó en carreras menores esta temporada, en la rutilante Tirreno, en la concentración en altura. Lleva cara de pena, el castigo es severo. El español de 22 años aspirante a sellar su apellido como vencedor en Roma es gregario desde hoy al servicio del líder, otro joven renqueante, Isaac del Toro, 21 años, que casi entrega la ‘maglia’ rosa ante el furioso derrote de Carapaz, crecido en los Dolomitas.Fue una escabechina de principio a fin, un suplicio que ensalza las virtudes del ciclismo, su aura de espectáculo, su belleza sin igual. Ya no está Primoz Roglic, ausente en carrera y de nuevo desafortunado. Cayó en el descenso del Candrai y optó por el abandono. A Del Toro se le escaparon todos los caballos y quedó a merced de su fuerza mental. Salva el rosa por solo 26 segundos ante Simon Yates, que ha ejecutado la carrera escondido en un barril. En San Valentino, más épica: agarrados de la mano, a lo LeMond e Hinault, llegan juntos dos del Astana, Scaroni y Fortunato.

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