Corrida de la Prensa: después de Morante… nadie

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Corrida de la Prensa: después de Morante… nadie

Presidente, a ver si se entera usted de lo que estaba viendo, porque no lo va a volver a ver en su vida. Si hubiese un Juncal en la plaza, se lo habría gritado a Ignacio Sanjuán. Hay que ser muy mal usía y un aficionado nefasto para dejar sin premio la tauromaquia más grandiosa que contemplarán los ojos miopes del señor Iñaki y su asesor calderoniano. Cuarenta y seis mil retinas se emocionaron con la despaciosidad más absoluta y pura, merecedora por sí sola de que la afición se hubiese echado al ruedo para cimbrear en volandas al Papa de La Puebla hasta la calle de Alcalá después de cuajar a Seminarista. ¿Se puede mandar al calabozo a un presidente por tal ‘atraco’? Querido Moeckel, ¿alguien pedirá una sanción por incumplir el reglamento? ¿O aquí sólo pueden ser sancionados toreros y ganaderos y hay barra libre de ‘aforamiento’ para el resto?Al carajo los despojos: ya por sí sola la bienvenida de Morante trascendía más que cualquier pata y rabo: una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete y ¡una media! Una eternidad cabía en aquel manojo de verónicas en un palmo de terreno, acariciando cada embestida del Garcigrande, que trajo desde Salamanca la materia prima de la Corrida de la Prensa en su 125 aniversario. Pese a los bulos matinales de las redes –oh, qué raro–, pasó de una tacada el encierro, con seriedad y varios toros de armónicas hechuras, aunque no responderían con la casta deseada. Pero ahí quedó el lujo de Seminarista –por cierto, derribó al peto de Equigarce, tan criticado–. O mejor: para deslumbrante, la faena, la de la feria. A la seis y cinco abandonaba el maestro el hotel Wellington, a y media pisaba los aledaños de la Monumental y a las siete y cuarto arrancaba la más bella sinfonía de San Isidro. ¡Qué suerte tuvo Seminarista! No se puede tratar con más maestría y exquisiteces a un toro de tan generoso cuello. Más despacio que el paso del Cachorro acariciaban sus (entre)telas. De lo más íntimo nacían, con la sabia lección del genio: la vida no se trata de correr, sino de saber parar. Lo sabemos, pero no lo hacemos. Porque detenerse siempre da más miedo que el movimiento. Pero Morante, al que recibieron con una cariñosa ovación en su reencuentro con Madrid, conjugó el verbo esperar en un mundo sin paciencia. Qué sana es. Noticia Relacionada estandar No El Niño de la Capea descubre un azulejo el día que Morante vuelve a Madrid ALICIA P. VELARDE El diestro de La Puebla regresa a la Monumental en la Corrida de la Prensa, con un encierro de Garcigrande que no ha tenido problemas con los veterinariosFue la faena del principio y del fin: después de Seminarista, la vulgar nada. Morante no solo levantó un monumento a la verónica, también –con su vasito en la mano–, hizo un quite a cuerpo limpio a Amores con el que se podría llenar de arte un museo. No hubo brindis, pero el sevillano regaló la gran obra. Por abajo susurró trincheras descomunales, de oles enronquecidos mientras las nubes de tabaco, los claveles reventones y los sombreros volaban por los tendidos. Vertical y hundido, con el mentón en el pecho ofrecido, citó con la derecha, rematando como se remata lo verdadero: detrás de la cadera. Tanto se recreó en un giro, que si el bueno de Seminarista no pierde las manos, le levanta los pies del suelo. En una moneda de un dólar –este 28-M ya hubiese sido declarado fiesta nacional en Estados Unidos– parió un cambio de mano. Todo con una naturalidad que embrujaba. De pronto, se venció por el zurdo, pero, en cuanto rectificó terrenos, el garcigrande respondió. En el sitio que pisaba era imposible no embestir: qué colocación más pura, qué encaje, qué manera de pasarse siglos de historia por el fajín. Cautivadora su armonía, como ese natural a pies juntos, esa trincherilla que ahondaba en el Guadalquivir o ese molinete invertido de gitano salero. Y seguía el encaje con la muleta en las yemas derechas, con el brazo izquierdo en jarras, con el de la nevera rompiendo las copas, con el de preferente partiéndose la camisa. Aquello era el paraíso del delirio, hecho carne y hueso en Las Ventas. Torería del Más Allá en el broche de ayudados por bajo, con ecos del pasado y, a la vez, de un presente que no volverá a repetirse. Inenarrable. Morante enterró la espada y la Puerta Grande se entreabría…Feria de San Isidro Monumental de las Ventas. Miércoles, 28 de mayo de 2025. Corrida de la Prensa, con récord en corta duración: 1 hora y 50 minutos. Cartel de ‘No hay billetes’. Toros de Garcigrande, serios y bien presentados en conjunto; nobles, pero bajos de casta y fondo en general; destacó la clase del 1º en manos de Morante; también el 3º, con el que no se entendió Rufo. Morante de la Puebla, de corinto y oro: estocada trasera con travesía y tres descabellos (petición y saludos tras aviso con bronca al palco); estocada corta defectuosa (división de opiniones). Alejandro Talavante, de verde esmeralda y oro: estocada baja (silencio); pinchazo y espadazo (silencio). Tomás Rufo, de grana y oro: pinchazo y estocada corta (silencio); estocada trasera y caída (silencio).Pero el acero, trasero y atravesado, no tuvo la muerte necesaria: pese a los descabellos, la petición de oreja fue unánime. Aunque el palco cegato se negara a verlo. Ahí podría haber terminado la corrida, porque la Oreja de Oro ya tenía destinatario. No hubo más: Morante salió con la espada de verdad con el altón y desaborido cuarto y sus compañeros pasaron inadvertidos después de aquella sinfonía de Morante. Porque después de él… nadie.

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