‘La brama del cérvol’; el contundente bramido de La Calórica

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‘La brama del cérvol’; el contundente bramido de La Calórica

Crítica de teatro ‘La brama del cérvol’ Dramaturgia Joan Yago Dirección Israel Solà Escenografía Bibiana Puigdefàbregas Vestuario Albert Pascual Caracterización Àngels Salinas Audiovisuales Joan Rodon Iluminación Rodrigo Ortega Espacio sonoro y música original Guillem Rodríguez Intérpretes Oriol Casals, Xavi Francés, Aitor Galisteo-Rocher. Esther López, Mel Salvatierra, Júlia Truyol Lugar Teatre Lliure, Barcelona 4Una experiencia única en un marco incomparable. Una comunión con la naturaleza: escuchar en el espeso bosque el bramido del ciervo . A eso van los huéspedes de un hotel de alta montaña: una pareja (a reconciliarse); dos inversionistas (a urbanizar ese valle); dos chicas hippies (a una rave que evoca mitos ancestrales); los participantes de un simposio (el teatro político como instrumento de transformación social). Cuatro planos narrativos que la compañía La Calórica alterna o superpone para que esos huéspedes de procedencia diversa converjan en la desilusión, que es lo mismo que no escuchar el ansiado bramido del ciervo que los motivó a visitar ese hotel. Esta pieza de Joan Yago aquilata la crítica a la ineficacia de las ideologías -‘soi disant’ progresistas- para cambiar el mundo. El simposio sobre el teatro político a través de cuatro personajes: un actor, un director de los años setenta fan de Brecht, una autora ya de vuelta de todo y una estudiosa de su obra. Los ponentes lanzan puyas al gremio teatral y ocupan sus ocios con un karaoke cuyo repertorio va del ‘My way’ a Raffaella Carrà , pasando por el melancólico Álex Ubago . Un karaoke en el que también participa el inversor con una interpretación tan exageradamente desentonada de ‘Il mondo’ que arranca la carcajada del público. Obra coral con una dirección de Israel Solà que zozobra en algunos compases: la combinación de voces y movimientos adolece de cierto descontrol escénico, lo que impide que los diálogos lleguen con nitidez al espectador. La media docena de actores se multiplica en sus personajes: destaca Xavi Francés como el inversor inmobiliario y el marido insatisfecho, Júlia Truyol de autora teatral o Mel Salvatierra en su alucinógena encarnación de la hippy. Noticia Relacionada estandar No ‘Le Congrès ne marche pas’: Viena era una fiesta Diego Doncel La obra es un vodevil, una farsa y un esperpento. Su humor, aparentemente amable, no deja de señalar una putrefacción y una ceguera, la que ya asediaba las puertas de los palaciosCon esta comedia, en la que no falta el recurso del muerto que ocultar, La Calórica reafirma la línea de montajes anteriores como el celebrado ‘Le congrés ne marche pas’. Su ‘bramido’ ilustra la inutilidad del teatro autodenominado ‘político’ y la asunción del desencanto como motor de vida. Cual Sísifo de Camus, subir la roca a la cima para que esta vuelva a bajar. Y, pese a todo, intentar ser felices (en el teatro).

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