La fotografía describe un día grande de ciclismo. Arena y polvareda en el puerto más duro del Giro, la Finestre, una hora agónica de ascensión, el líder Isaac del Toro contra las cuerdas, el veterano Simon Yates volando como un colibrí en pos de lo imposible, la épica de este deporte inigualable… Apenas quince segundos de diferencia en la cumbre del coloso en la lucha por la ‘maglia’ rosa. Toda la emoción concentrada en 28 kilómetros de camino a la estación de Sestriere. Y de repente, el desplome, la inacción, Del Toro dimite, regala su corona, no se deja la vida en la persecución, especula con Carapaz y, en una actitud decepcionante, entrega el Giro en bandeja sin ofrecer resistencia a Simon Yates, que se ha enganchado al vagón de Van Aert y celebra en la meta, llorando por lo inesperado, su éxito hoy en Roma.Yates ha destrozado a Del Toro y se proclamará campeón junto al Coliseo porque no hay manera para el mexicano de enjugar esos cinco minutos que se deja en la meta por una actitud indolente, casi incomprensible, frente a su derrota el penúltimo día.Es la revancha de Yates, quien vivió la crueldad del ciclismo hace siete años en este mismo escenario. Se enfrentó al gigante Finestre con el rosa colgado de la espalda y fue azotado sin compasión por la valentía de Chris Froome, el cuádruple ganador del Tour que por una vez se dibujó las pinturas de guerra y lanzó un violento y lejano ataque que le ofreció su único Giro de Italia.A Simon Yates, cuyo hermano gemelo ha sido en el Giro uno de sus principales rivales (Adam), le vino ese pensamiento este sábado por la mañana. «Sabía que tenía que cerrar ese capítulo de 2018, tenía que hacer algo», admitió. El veterano británico, fichaje del Visma esta temporada, ha permanecido escondido en una cápsula durante la carrera rosa. Del Toro se ha medido a Roglic, Ayuso y Carapaz, pero no a Yates. Hasta la Finestre, un puerto único en el mundo, 18 kilómetros. 9,6 por ciento de desnivel medio, los últimos 8.000 metros de tierra y grava.

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