Los primeros días de calor han llegado a finales de mayo, una época bien propia, tras una primavera fresca y lluviosa y las reservas de agua en los embalses catalanes por encima del 80%. Enseguida la comedia ambientalista, la mentira climática ha vuelto con su vergonzosa propaganda. Los trompetistas no han esperado ni al primer baño. Hace un año que llueve casi cada día. Y desvanecido el fantasma del fin del mundo, esta vez propagado a través de la pertinaz sequía -por lo menos Franco era más rico en su vocabulario- vuelven los apologetas a tratar de asustarnos con sus oscuros presagios. Hace un calor normal y abrir los periódicos hablando del tiempo es muy vulgar.Salvo ABC, y no lo digo porque sea mi periódico, con el que suelo discrepar, el manual de la prensa españoles de estos días es muy elemental: insultar a Israel, insultar a los Estados Unidos y al presidente Trump , y vaticinar ese cataclisma natural con el que llevan amenazándonos desde 1990 y que no sólo no se ha producido sino que está igual de lejos que entonces. Siempre la misma carraca para que al final llueva, y llueva bastante. El mismo calor cada verano y luego llega el invierno y este año las pistas de esquí han tenido tanta nieve que han podido alargar la temporada.El antiamericanismo, el arabismo, el feminismo y el ecologismo. Son los jinetes de la destrucción capitalista inventados por la inteligencia cubana tras la caída del Muro. En las últimas horas y mientras escribo este artículo, Hamás ha agradecido al alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, que haya roto relaciones con Israel: cuando hacemos lo que no tenemos que hacer, estos acaban siendo nuestros aliados. Collboni gana mucho cuando no dice nada, cuando no hace nada, cuando nos recuerda que no tener ninguna idea es mejor que tener las malas ideas que tenía su predecesora en el cargo. En cambio, cuando pone en juego su iniciativa, nos recuerda lo precario de nuestro pacto con la realidad y el alto precio que hemos tenido que pagar -not once, but twice- por no tener un alcalde independentista. Hay un enredo en el que estamos metidos y yo entiendo que el PP no guste: Feijóo tampoco es de mi agrado, es torpe, comete errores no forzados, y como dice Juan Tapia, el problema no es que no entienda el País Vasco ni Cataluña: el problema es que no entiende Madrid, y por eso y pese al espejismo de algunas encuestas (no porque estén mal hechas, sino por el efecto que producen), sus datos no mejoran, Vox continúa por encima de los cuarenta escaños y la suma de los dos partidos sólo se da por la caída de la extrema izquierda, dividida y super estúpida, de modo que es muy probable que cuando Sánchez convoque, no antes de 2027, que nadie se haga falsas ilusiones, el votante de izquierdas, hoy dormido y algo asqueado, se movilice, y al del PP le pase lo contrario, porque Feijóo se meta en jardines desaforados y que altamente le perjudican. Todo esto para decir que yo entiendo que Alberto no inspire confianza, pero lo que tenemos del otro lado es lamentable. En la incomprensión de América; en el desprecio a Israel; en el climatismo tercermundista, cubano, falsario; en la degradación institucional y la creciente falta de respeto a la propiedad privada,es imposible no sólo apoyar a Sánchez sino asumirlo como mal menor, porque en su contexto y tesitura no vamos a ninguna parte. ¿La economía va bien? Sí, o eso parecen reflejar algunos de los indicadores. Pero la política, la relación entre unos y otros, y lo que propagamos como país -más allá de nuestro atractivo turístico- es un desastre.Estamos metidos en un buen lío y las soluciones no es que no existan pero son poco emocionantes. No es que no existan pero no son seguras, ni siquiera lo más probable. Qué podemos hacer es la pregunta y la única respuesta que en conciencia podemos dar es «nada», o «casi nada», porque los automatismos tan baratos de Feijóo para tratar de derribar a Sánchez, sin importarle ofender a buena parte de los catalanes -no a todos, claro, pero sí a buena parte- no son un problema por «anticatalanistas», sino por burdos, y la poca confianza que inspiran en su inteligencia razonadora. Tumbar a Sánchez, o intentarlo, es legítimo. ¿Pero es inteligente creer que puedes ganar las elecciones sin Cataluña, con tu partido en rebelión en Valencia, y en Madrid y Andalucía con los dos presidentes esperando que tengas un accidente para sucederte?Hace el calor de principios de junio, los últimos días de colegio siempre cuestan en las aulas, exámenes con demasiado sol, los profesores abren las ventanas en lugar de encender el aire acondicionado, en nuestra época refrigeración no había, recuerdo la dificultad añadida por el aire caliente, las chicas con ropa escasa y nosotros llegando a la vida pero sin poder tocarla. Hace calor pero no es un drama. El drama, y tercermundista, es anunciar una hecatombe como hacen los hechiceros para acobardar, para someter, para esclavizar a la tribu; el drama es asociarse con Hamás, los terroristas más contrarios a los intereses de la Humanidad, que mercadean con rehenes vivos y muertos y la complicidad de los medios de comunicación españoles, que obvian en su nauseabunda judeofobia que la guerra termina en el mismo instante que Hamás entregue a los secuestrados y se comprometa de una manera creíble a no volver a atacar al Estado de Israel.Hace calor y podemos llevarlo como hemos hecho siempre en un país mediterráneo, hace calor y hay años que hace más y hay años que llueve menos, y hablan de ello las viejas en el supermercado o las tías cuando vienen de visita. ¿A quién le importa? Y luego ¿a quién se le ocurre tratar al presidente de los Estados Unidos en términos de bueno o malo? ¿A quién se le ocurre ponerse a hacer análisis de pizarra de entrenador de baloncesto sobre las relaciones internacionales? ¿A quién se le ocurre convertirse en el altavoz de la directa propaganda de Hamás? ¿Dónde estamos los que ganamos la Segunda Guerra Mundial? Hoy nos mandan los que la perdieron, que no sólo fueron alemanes. Hoy el mensaje que nos alimenta recoge las piedras del Muro derribado y las vuelve a poner en fila. No nos aguarda un futuro que nos haga levantar del asiento para ir a buscarlo. Ni siquiera sabemos si alcanzaríamos este futuro por mucho que nos levantáramos y lo fuéramos a buscar. Pero nos estamos dejando arrastrar al lado pernicioso de la Historia, al tipo de debate en que siempre perdemos, a la tesitura moral que nos sangra, nos vuelve mezquinos y violentos y desata la bestia que tanto costó encauzar. Nos estamos volviendo lo que la izquierda dice que somos y no éramos, en el fondo porque esta izquierda -que en nuestro deseo de mundo mejor, y la ilusión de que el progreso realmente existe, dábamos por superada- siempre ha permanecido, nunca ha mejorado, insiste en destruirnos en lo más íntimo, y en destruirse ella misma, como vemos en su flanco ultra, porque como Hamás no tiene un proyecto de vida y su única razón de ser es arrasar a sus vecinos, a los que desde su raíz, lo siento, criminal, siempre llama enemigos.

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