Mitos, mitos y más mitos. Las novelas, la gran pantalla, y hasta los videojuegos, han ayudado a extender mil y un falacias relacionadas con las Cruzadas, tres siglos de conflictos entre cristianos y musulmanes que se dieron por finalizados en el siglo XIII. La Leyenda Negra nos habla de un mundo maniqueo y de compartimentos estancos, de la una supuesta cultura musulmana mucho más avanzada que la cristiana y de una Península Ibérica alejada de Tierra Santa. La realidad, sin embargo, choca de frente contra ellos. ¿Mundos separados?Según explicaba el medievalista Thomas Asbridge ABC en 2019, las Cruzadas pusieron de manifiesto muchas de las diferencias entre cristianos y musulmanes, pero también algunas similitudes que se suelen obviar: Un ejemplo es que ambos se valieron de la fe para movilizar a la sociedad. «Actuaron de la misma forma y la utilizaron cuando más les convenía». El ejemplo más claro fue Saladino . «Usó la religión para motivar a sus hombres cuando marchó sobre Jerusalén. Después de la caída de esta ciudad, en 1187, todo cambió; la mayoría de lugares sagrados y santos estaban derruidos, no quedaba nada de ellos… Eso hizo que la explotación de la fe en su propio beneficio decayera», completa. Y qué decir de la gira que llevó a cabo el papa Urbano II para conseguir adeptos para la Primera Curzada.Noticia Relacionada Una caída, una muerte por empacho… estandar No Las extrañas muertes que rodearon a la reina Isabel I de Jerusalén M. Arrizabalaga El asesinato de uno de sus maridos nunca se esclareció, otro se cayó desde una ventana y de un tercero cuenta la leyenda que se empachó de salmonetesEn todo caso, para el experto la fe «fue un arma común que se esgrimió, o se obvió, dependiendo de los intereses de uno u otro bando en un momento concreto». De hecho, Asbridge señala que los grandes líderes espolearon esas diferencias para extender sus dominios en Oriente o recuperar el territorio perdido frente al enemigo. «El ser humano, al menos en sociedades como la inglesa y la española, suele diferenciar mucho entre el ‘nosotros’ y el ‘vosotros’. Es lo que pasó en las cruzadas. Había dos sociedades que veían a la otra como su antagonista y entendían que, si eran atacados, debían responder. Usaban esas diferencias para movilizar a la población y, entre ellas, se encontraba la fe», completa el experto.Esas diferencias espolearon, en palabras del experto anglosajón, a millones de personas y provocaron que las Cruzadas cambiaran el curso de la historia. Ejemplos tiene por parte de ambos bandos, pero, en este caso, se centra en el bando cristiano. «Hay repercusiones positivas y repercusiones negativas. Por un lado, en los dos siglos siguientes se crearon en el Levante Mediterráneo multitud de poblaciones de cristianos cruzados que tuvieron un impacto directo en el comercio. En un sentido más negativo, en Occidente han forjado la idea de que tenemos una identidad propia, una identidad singular que se contrapone a la musulmana. Esa idea casi despectiva del ‘otro’, en definitiva», completa. Y suscribe que en el bando musulmán ha ocurrido lo mismo.Con todo, y a pesar de los tres siglos de guerras y diferencias culturales que se sucedieron entre cristianos y musulmanes, Asbridge es partidario de que también se dieron episodios de entendimiento y de relaciones diplomáticas sanas en Oriente Medio. «Hubo un choque de civilizaciones, sí, pero eso provocó un intercambio cultural y científico constante. En el 1108, una década después de la toma de Jerusalén, los cristianos pelearon para ayudar al gobierno de Alepo. También hay constancia de muchos momentos en los que mantuvieron buenas relaciones. La cuestión es que deberíamos preguntarnos si la relación entre cristianos y musulmanes no era parecida a la que tenían Francia e Inglaterra en esas mismas épocas», sentencia.¿Cristianos retrógrados?Pero, si hay un mito extendido sobre las cruzadas, ese es el que afirma que los Cristianos fueron una lacra cultural a la que adelantó el bólido musulmán. Asbridge no lo cree así. «Si pensamos, por ejemplo, en el año 1095, cuando empezó la Primera Cruzada , puede que fuera de alguna forma así. Si retrocedemos un siglo y medio, el conocimiento del pueblo musulmán estaba floreciendo en ciudades como Bagdag y en regiones como Al Ándalus. Pero después, en los siglos XI, XII y XIII, Europa empezó a evolucionar también gracias al redescubrimiento de obras que habían estado ocultas y glosas que no se habían traducido», explica.En palabras del experto, este conocimiento produjo un gran avance en regiones clave de la vieja Europa como España, Sicilia o el norte de Italia. Con este movimiento cultural resurgió el Cristianismo . «Por ello creo que no es justo decir que los musulmanes siempre estuvieron más avanzados. Lo más adecuado sería incidir en que centraron en unas ramas del conocimiento diferentes a las de los europeos. Durante los 300 años que se desarrollaron las cruzadas ambos bandos florecieron, cambiaron… Y eso es algo muy difícil de resumir en una entrevista de estas características», completa Asbridge. En todo caso, es partidario de que el mito del gran avance musulmán se ha extendido y que toca luchar contra él de una vez.¿Estuvo la península aislada?Más desdibujada todavía está la relación de la Península Ibérica y de los reinos cristianos que la conformaban con las Cruzadas. Asbridge, sin embargo, lo tiene claro. En sus palabras, por estos lares la Iglesia promocionó la guerra santa a través de la fe y de las recompensas espirituales, pero poco más. «Es cierto que el papado supo utilizar esta herramienta en su favor aquí, pero también lo es que hizo lo propio en toda Europa. Al final, la realidad es que la relación que tuvo la Península Ibérica con las cruzadas fue prácticamente accidental. Hubo, sin embargo, muchos caballeros y personajes nobles que se sintieron inmediatamente atraídos por ellas. El principal fue Alfonso I ‘el Batallador’, que dio territorios a todos aquellos dispuestos a combatir por la fe», señala. No le falta razón. Aunque cuesta seguir la huella peninsular en Oriente, es posible gracias al historiador del siglo XVIII Martín Fernández de Navarrete y a su obra ‘Españoles en las cruzadas’. El también noble y marino definió estas contiendas como las Guerras de Ultramar y, en sus palabras, a pesar de que «bajo el honorífico pretexto de hallarse sus soberanos de Castilla, de Aragón y de Navarra demasiado ocupados en combatir a los árabes y sarracenos de España» se suele obviar la presencia patria en la zona, «partieron, sin embargo, tropas españolas y gran número de campeones, que se distinguieron por sus proezas».Noticias relacionadas estandar No Augusto Ferrer-Dalmau lo confirma: «Pintaremos a la princesa Leonor y a otros 22 reyes españoles» Manuel P. Villatoro estandar No Apartados y odiados El castigo más amargo del ejército espartano a los soldados cobardes Manuel P. VillatoroLa lista de héroes peninsulares que viajaron hasta Tierra Santa es extensa, aunque en ella brillan nombres como el de Golfer de las Torres. Durante el asedio de Antioquía, este caballero cruzado se enfrentó a cinco turcos «que venían a todo correr a incomodar a los cristianos que pasasen». Y lo hizo armado tan solo con una lanza. Navarrete explica también que algunos nobles catalanes viajaron a Palestina a partir de 1096. Lo hicieron animados por las historias de aquellos que regresaban y narraban de forma épica sus batallas. «Su ejemplo facilitó el camino a muchas personas principales de la provincia, de diferentes sexos y estados que quisieron señalar su piedad y su valor».No fue menor en Castilla el fervor religioso. En las crónicas de Alfonso VI se desvela, por ejemplo, la gesta del conde Rodrigo González Girón. Este, después de combatir a los musulmanes en su tierra natal y «hallándose gobernando la ciudad de Toledo y otros pueblos», marchó a Jerusalén tras perder el favor del monarca. La última de las regiones patrias desde las que partieron cruzados fue Navarra. Se baraja la posibilidad de que el mismísimo Ramiro Sánchez, hijo de Sancho García, viajara hasta Jerusalén en el año 1096 junto a otros tantos príncipes europeos y unos 300.000 combatientes. Más segura es la participación de un tal Saturnino Lasterra, natural de Atajona, al frente de un nutrido contingente de soldados.

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