Prohibido orinar en la calle, «salvo en los recipientes colocados al efecto»

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Prohibido orinar en la calle, «salvo en los recipientes colocados al efecto»

Corría el año 1869 cuando el alcalde de la Villa de Madrid, Nicolás María Rivero, dictó un bando en el que daba instrucciones a la población sobre limpieza y recogida de basuras . Entonces, Madrid era muy diferente de lo que es ahora, obviamente: contaba con una población de cerca de 390.000 habitantes. Suficientes para que hiciera falta implantar ciertas normas de urbanidad y orden, sobre todo en cuestiones higiénicas. Regla número uno: la basura no se podía sacar a las calles y portales «a ninguna hora del día y de la noche», salvo cuando iban a pasar los empleados púbicos que la recogían. ¿Y cómo se sabía cuándo ocurría eso? Porque «serán anunciados por una campanilla». Regla número dos: los vecinos de plantas bajas o los dueños de tiendas y los porteros «tienen obligación de barrer a diario las aceras delante de sus casas o negocios, recogiendo el lodo y basuras acumuladas». Y si había nevado o helado, tenían más obligaciones: «Lo picarán, echando encima arena, paja o serrín».Noticia Relacionada Historias Capitales estandar Si Las otras plazas de toros de Madrid: de Tetuán a Fuente del Berro Sara Medialdea Los cosos en la capital se han sucedido desde el siglo XVII, por el gran interés en la fiestaNo se autorizaba a verter en las calles «las basuras de las cuadras, rellenos de jergones y pedazos de estera, ni escombros ni basura procedente de cabrerías». La norma cuidaba mucho que las vías públicas no quedaran manchadas por las actividades comerciales, por ejemplo de los puestos de flores o comidas, o por el reparto de carbón: a todos estos profesionales se les exigía dejar los suelos donde habían permanecido «totalmente limpios cuando se vayan».Un servicio muy cambiado La recogida de limpieza, en distintas épocas, en la capital. Abajo, dcha, traperos por Madrid TEODORO NARANJO DOMÍNGUEZCosa distinta eran las aguas -mayores o menores- que algunos desaprensivos vertían por las calles cuando la naturaleza apretaba. Por eso, en la norma había un artículo, el 14, que prohibía taxativamente «orinar en la vía pública, a no ser en los recipientes colocados en ella al efecto». Los propietarios de las fincas tenían que vigilar para que nadie hiciera en los portales «sus necesidades»; y para evitar que se metieran aprovechando un despiste, les exigían colocar verjas o cierres.Algo más de 150 años nos separan de aquel Madrid, donde las órdenes municipales tenían que prohibir que se arrojaran por los balcones «agua, basura o ceniza», pero también otras cosas que ahora todavía se ven, como quienes sacuden alfombras, actividad que tampoco se permitía entonces. Y cuidado con el riego de los tiestos y macetas, que sólo se podía hacer «con el debido cuidado y pasadas las doce de la noche».Pero había otra costumbre o práctica que era bastante popular por aquel entonces, y que incomodaba especialmente a los munícipes. Esta era la actividad de barberos y peluqueros en plena vía pública, contra la que se revuelve el decreto, que lo prohíbe de calles, plazas y paseos por «la incomodidad y repugnante aspecto que suele ofrecerse». Así que ni afeitados ni cortes de pelo para hombres, ni lavado y peinado de mujeres, ni mucho menos espulgado de perros.MÁS INFORMACIÓN Los 13 pueblos que se integraron en la capital hace 75 años para crear el ‘Gran Madrid’ Los automóviles yanquis que batieron el récord de velocidad en la Cuesta de las PerdicesResulta enternecedor cómo el legislador, en este punto, intenta cuidar para implantar la urbanidad entre los ciudadanos, y evitar abusos que puedan acabar en choques. Por ejemplo, se especifica en la norma que en las fuentes públicas de las que se toma agua no se podrían lavar ropas ni bañar perros ni arrojar inmundicias. Y a la hora de llenar recipientes para llevarlos a casa -en unos tiempos en que el agua corriente era un lujo o una quimera-, ordenaba el alcalde que «nadie podría llenar de una vez más que un botijo u otra de las vasijas, dejando la vez a la persona que le siga y volviendo a tomar el turno que le corresponda, en caso de tener que repetir la operación».

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