Blanca Rodríguez Tuñas, de 65 años, no estaba en la casa de su propiedad en Huelva el día que el techo del cuarto de baño se desplomó . Eso la salvó. «Si llego a estar viviendo en ese momento en el piso y se me cae en la cabeza me podría haber matado», cuenta esta médica jubilada que trabajó durante años en el hospital Juan Ramón Jiménez en la capital onubense . Apenas unas semanas antes de que la cubierta se viniera abajo el pasado mes de diciembre, se había mudado a otro piso alquilado que le cuesta 700 euros al mes porque en el suyo ya no podía vivir. Se marchó con disgusto de su vivienda con vistas a las casas inglesas construidas hace un siglo por Riotinto Company Limited para sus empleados en el conocido Barrio Obrero, en pleno centro de la capital onubense. El peligro venía de arriba. El piso que está justo encima del suyo, en la octava planta del edificio, está habitado por unos okupas a los que el anterior inquilino, de nacionalidad británica, había subarrendado habitaciones para sacar un beneficio sin el consentimiento del dueño, que reside en Canarias. Éste abandonó el piso en mayo de 2024, pero los okupas decidieron continuar en él sin pagar nada. Entre ellos hay un hombre con discapacidad en silla de ruedas que «se duchaba tal cual en el suelo del cuarto de baño porque no cabía en el plato de ducha», lamenta. «A partir de ahí empecé a tener filtraciones de agua porque el suelo no estaba impermeabilizado. Las manchas de humedad cada vez eran más grandes en el techo del baño y la cocina. Se cambió la ducha pero siguieron las goteras porque también estaban deteriorados los bajantes . Convencí al dueño para que hiciera las obras en su piso y se avisó a los okupas para que abrieran la puerta. Cuando los fontaneros empezaron a levantar el suelo del baño para cambiar las tuberías, el techo de hormigón se desplomó», recuerda. Un mes antes, esta propietaria había decidido irse de alquiler a otro piso porque la alternativa era convivir con los dos enormes boquetes que hay en el techo del baño y la cocina y con siete cubos en el suelo para recoger el agua que se filtra a través de unas goteras perpetuas.Ha tenido que poner cuatro cubos en la cocina y tres en el baño para recoger el agua que se escapa del piso okupadoSu integridad física corría peligro. Un técnico de guardia del Ayuntamiento, que inspeccionó tanto su piso como el que está ocupado, acreditó que las condiciones de insalubridad existentes y el riesgo evidente para la seguridad de las personas requerían unas obras de reparación con urgencia. Desde entonces, pasa por su piso a diario para pasar la fregona y evitar que el agua llegue a la vecina del sexto, que ya ha empezado a notar la humedad. El dueño del inmueble usurpado ha presentado demandas y querellas contra los okupas. Blanca Rodríguez también ha denunciado los daños ocasionados a su vivienda y «por miedo a que hubiera algún accidente y me culparan a mí». Esta situación estresante ha reactivado la artritis reumatoide que padece. «Sin comerlo ni beberlo, me he encontrado con un problema grande. He tenido que marcharme de mi vivienda por otro piso ocupado que ni siquiera alquilé yo », clama esta propietaria.

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