Tres fueron los ingredientes de la pócima mágica que forjó uno de los mayores imperios de la historia: el de la Monarquía hispánica. Jesús Torrecilla, profesor de Literatura en la UCLA, las enumera de carrerilla: las riquezas americanas, el entusiasmo religioso y el orgullo identitario. Pero, lo que son las cosas, fue esa Santísima Trinidad la que le dio el empujoncito definitivo para que se precipitara hacia el fondo del barranco. «Los mismos factores que en unas circunstancias sirvieron para fortalecer un país, en otras contribuyeron a debilitarlo», explica a ABC. Es una curiosa contradicción, advierte, y la ha querido remarcar en el título de su nuevo ensayo: ‘ El colonizador colonizado. Paradojas del Imperio español ‘ (Marcial Pons).Y que no se tensen los que abrazan la leyenda rosa, contrapunto de la igual de peligrosa leyenda negra, porque Torrecilla tiene claro que la nuestra fue también una historia de glorias. «La creación de un extenso imperio colonial en el XVI situó a España en una posición privilegiada en Europa. En la segunda mitad de ese siglo, todos los países europeos envidiaban su poder y deseaban imitar su ejemplo», subraya. Por ello, «nadie podía prever que, en los siglos siguientes, ese mismo motivo de engrandecimiento sería la causa de su ruina». Lo dice y lo repite, pero sin buscar culpables ni golpear con la porra del guiñol. «Existen en la historia factores circunstanciales, que no responden a una intención concreta, y de cuyos efectos, por tanto, no se puede responsabilizar a nadie», sentencia. Aquello fue la triste casualidad.Noticia Relacionada Historia estandar Si La exposición que destruye las mentiras de la Leyenda Negra sobre el Imperio español Manuel P. Villatoro La muestra ‘Blancos, pardos y morenos’ recuerda a los americanos que han luchado bajo los pendones de la Monarquía hispánicaVayamos por partes. Dice Torrecilla que el «primer aspecto de especial relevancia» para el crecimiento del Imperio español fue el hallazgo de las minas al otro lado del Atlántico: «Las enormes riquezas de América permitieron a la monarquía mantener grandes ejércitos y poderosas armadas». Sin embargo, que los metales preciosos pisaran la península provocó un aumento de la inflación y de los costes de producción; el primer clavo del ataúd. «Es un fenómeno que ya analizaron determinados economistas españoles del XVI, como Luis Ortiz y Martín Azpilcueta . Con la llegada masiva de oro y plata, el valor de esos productos disminuyó, como suele suceder siempre que algo abunda, lo que significa que aumentó el precio que había que pagar por las mercancías y la fuerza laboral», señala el experto. Este proceso, está convencido, terminó por condenar a una industria local «incapacitada para competir con rivales que fabricaban a menores costes y, por tanto, producían más barato».El entusiasmo religioso fue el segundo de esos grandes pilares sobre los que asentó el Imperio español. Aunque, una vez más, se volvió en su contra con el paso de los siglos. Explica el experto que los ‘novatores’ –el grupo de intelectuales, científicos y autores que apostaban por la renovación en el XVIII– señalaron tras la llegada de la Ilustración «que la Iglesia católica tendía a interpretar las novedades como una amenaza». En palabras de Torrecilla, el fraile Benito Jerónimo Feijoo , figura clave de este movimiento, tuvo que «aclarar también, poco después, y en repetidas ocasiones, que no se debía confundir el escepticismo científico, la base del pensamiento moderno, con el religioso». Aquella tensión, ese intercambio de golpes, constriñó el avance.La última pata fue el orgullo identitario. Si en los primeros siglos fue un factor que fomentó la expansión por las Américas, con la llegada de la Ilustración provocó más tiranteces que beneficios. Torrecilla sostiene que una buena parte de los españoles rechazó la modernidad porque llegaba desde Francia, el enemigo allende los Pirineos. En el XVIII nació incluso un nuevo movimiento cultural, el majismo , para combatir sus nuevas ideas extranjeras. «Fue una reacción nacionalista frente a la invasión de las modas galas, el producto de un resentimiento frente a un enemigo que se consideraba superior y que, por tanto, tenía un propósito de afirmación defensiva. Definía lo español por oposición a lo francés», completa.El colonizador colonizado Editorial Marcial PonsDurante los últimos años del reinado de Carlos III , los ilustrados hicieron lo posible por «poner al día a España sin renunciar a lo que era» frente a majistas y conservadores. Sin embargo, la invasión gala les atropelló. «Para justificarla, Napoleón afirmó que solo pretendía ayudar a los españoles a modernizarse, y muchos progresistas aceptaron esa ‘ayuda’ porque pensaban que era lo mejor para el país. Pero, cuando Napoleón fue derrotado, su actitud fortaleció la narrativa conservadora», sostiene. Las consecuencias que eso ocasionó, dice, las sufrimos hoy: «Desde entonces, el conflicto ideológico entre modernidad y conservadurismo se planteará en España como si fuera una batalla entre identidades opuestas: España, asociada con actitudes conservadoras, frente a sus tradicionales enemigos, representando la modernidad». 1-El concepto ‘colonia’ está muy denostado en España. Se afirma que la monarquía hispánica apostó por el sistema virreinal y que la metrópoli consideraba los territorios al otro lado del Atlántico como regiones españolas con ciudadanos con los mismos derechos. ¿Qué opina?La colonización es una realidad muy compleja. De manera general, a efectos prácticos, propongo definirla como el dominio de un pueblo por otro. Ese dominio se puede ejercer de muy variadas maneras y no siempre se produce en una sola dirección. Un pueblo colonizador puede ser, de manera simultánea, colonizado. Lo que enfatizo en mi libro es que, independientemente de cómo enjuiciemos la empresa colonizadora española, existe un segundo proceso colonizador que se superpone al anterior y que afecta al mundo hispano en su conjunto. Este segundo proceso se inicia en la segunda mitad del XVI y principios del XVII, en un nivel económico y científico, continúa en el XVIII en aspectos culturales (lo que llamamos afrancesamiento), y se completa a principios del XIX en un plano moral e identitario. En mi libro me centro sobre todo en los dos últimos niveles, porque considero que son decisivos y no suelen recibir la atención que merecen. La hegemonía de un grupo, para ser efectiva, debe extenderse al plano cultural, moral e identitario. La colonización de España por los países modernos se completa cuando, a principios del XIX, ciertos progresistas españoles, no solo aceptan que la visión que esos países tienen sobre su identidad y su historia es correcta, sino que la proponen como fundamento de la nueva identidad nacional que se proponen construir. Un proceso similar se produce en Hispanoamérica en la época de la Independencia.Es importante resaltar que, de esa manera, se producen dos fenómenos de gran trascendencia: por una parte, una narrativa de índole propagandística, que había sido creada por los enemigos de España para atacar a su rival, se desplaza ahora del terreno de la propaganda al de la ética. Porque no es lo mismo que un francés o un inglés afirmen que la historia de España es una sucesión inacabable de atrocidades, llevadas a cabo por fanáticos, violadores y genocidas, que reconozcan eso mismo los españoles o los hispanoamericanos. En segundo lugar, teniendo en cuenta que ese discurso había sido elaborado por los enemigos del mundo hispano, en defensa obviamente de sus intereses, solo podía tener una función agresiva, insultante. Al asumirlo, españoles e hispanoamericanos proponen como fundamento de las nuevas identidades nacionales que quieren crear, mitos que habían sido elaborados en su contra. Éste es un aspecto clave que me costó entender. No lograba explicarme por qué los liberales asumían mitos que perjudicaban, no solo al país, sino a sus propios intereses, ya que, como bien se ha encargado de probar la historia posterior, entorpecían la implantación de sus ideas. Me llevó tiempo concluir que ése es un ingrediente clave de la mentalidad colonizada: al asumir la narrativa del colonizador, el colonizado defiende intereses que no son los suyos.2-Pareciera que España no contó con grandes científicos en el siglo XVII. ¿Cree que el Imperio español estaba atrasado hasta la llegada de Carlos III? Siempre se habla de las grandes expediciones científicas, de la medición del meridiano, de la revolución naval española…La Ilustración española es una época muy interesante. Una gran oportunidad perdida. Los ilustrados españoles consiguieron importantes avances en muchos campos, y lo hicieron desde la base de una identidad compartida. Eran los conservadores de la época los que estaban interesados en plantear un conflicto de ideas (la modernización del país) en términos identitarios. Según ellos, la única España posible era la del Altar y el Trono, los partidarios de modernizar el país eran unos afrancesados y unos traidores. Frente a eso, los ilustrados se esforzaron por aclarar que ellos eran tan españoles como los conservadores, y que el conflicto que existía en España era de ideas, no identitario. Con esa actitud equilibrada consiguieron realizar grandes avances. Pero la invasión francesa radicalizó todo. 3-¿Cómo definiría el majismo?, ¿cuáles eran sus objetivos?El majismo es una reacción nacionalista frente a la invasión de modas francesas. Es producto del resentimiento frente a un enemigo que se considera superior y, por tanto, tiene un propósito de afirmación defensiva. Define lo español por oposición a lo francés: si lo francés se asocia con lo moderno, lo español con lo primitivo; si lo francés con la razón, lo español con la pasión; si lo francés con la alta cultura, lo español con la cultura popular; si lo francés con el teatro y la ópera, lo español con las seguidillas y los toros. El majismo surge a mediados del XVIII y fue combatido en su época tanto por los ilustrados como por los conservadores, que pensaban que era absurdo, pero la invasión napoleónica contribuyó a fortalecerlo. Este movimiento de índole nacionalista ha contribuido también, de manera muy relevante, a entorpecer la modernización del país.4-¿Qué sucedió con los territorios ‘colonizados’ desde este punto de vista?, ¿padecieron cierto atraso tras la marcha de España?La colonización española en América la llevan a cabo los denominados ‘españoles americanos’, un grupo heterogéneo, mestizo, formado por diversas culturas, etnias y razas. El mismo grupo que constituye ahora la mayoría en Hispanoamérica. Su historia es en gran parte paralela a la de España. Hasta finales del XVIII, ese grupo mantiene una interpretación heroica de la Conquista. Incluso un autor que se podría considerar precursor del independentismo, como Viscardo, defiende el derecho de los hispanoamericanos a gobernarse, solo por considerar que fueron sus antepasados, no los de los españoles, los que llevaron a cabo la gloriosa empresa de la Conquista . Noticias relacionadas estandar No Publio Licinio Valeriano El castigo persa reservado para el único emperador romano hecho esclavo Manuel P. Villatoro estandar Si Dos semanas de recreación extrema como soldado de la IIGM: sin móvil, sin ducha y con hambre Manuel P. VillatoroEse discurso pasará a Bolívar, pero ya interferido. Las contradicciones que se observan en él, así como en otros muchos independentistas, proceden del hecho de que mezclan dos narrativas opuestas sobre la Conquista: la que han heredado de sus antepasados, y la que adoptan de sus modelos, las naciones modernas. De ese modo, el proceso de la independencia con relación a España se ve interferido desde su mismo nacimiento por la dependencia respecto a los países modernos. Se combate una colonización, sustituyéndola por otra. Esto no soluciona ningún problema, todo lo contrario, complica el proceso de la necesaria modernización, puesto que, al igual que en España, se interpreta un conflicto ideológico como si fuera identitario. Las nuevas naciones nacen así con un grave problema de identidad, que las lleva a defender, no sus intereses, sino los de sus tradicionales enemigos.

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