Van Morrison: ni media sonrisa, pocas palabras y mucha magia

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Van Morrison: ni media sonrisa, pocas palabras y mucha magia

Hace tiempo que asumimos que Van Morrison no nos va a regalar ni media sonrisa. Sabemos también que no nos dirigirá apenas palabras durante el concierto, que huye de cualquier efecto de luces, que desprecia las coreografías y que no nos dedicará el más mínimo gesto de complicidad. Ayer ni siquiera esperó a que todos sus seguidores hubieran entrado al recinto del Real Jardín Botánico Alfonso XIII de Madrid. Cinco minutos antes de la hora anunciada, con la mitad del aforo todavía vacía, entró rápido y empezó a cantar y tocar las primeras notas del saxofón de ‘Only A Dream’. Ni una queja, ni un pitido.Ya se sabe que el irlandés solo escribe canciones y las canta, cual funcionario del folclore. Así de sencillo y, a la vez, emocionante. Por eso sus seguidores acuden a verle cada vez que viene cual feligreses a la parroquia. Sin excepción. Las entradas de ayer y las de hoy las vendió en apenas 24 horas cuando se sacaron a la venta hace meses, a pesar de que, en los últimos años, nos ha visitado más que algunos parientes cercanos.Noticia Relacionada estandar No Van Morrison y Morrisey lideran el anuncio del cartel completo de Noches del Botánico Nacho Serrano Texas, Rozalén, Chaka Kan o Mikel Erentxun también se suman a la programación, con un total de 49 conciertos y más de 75 artistasEl de ayer, con una banda de nueve músicos que se compenetran como un reloj suizo, era el concierto inaugural de la edición de este año de las Noches del Botánico . Durante los próximos dos meses, se subirán al mismo escenario otras figuras importantes como Morrissey, Texas, Roxette, Santana, Zahara, Rozalén, Beth Gibbons, Max Richter y Herbie Hancock, entre otros. Anoche, en cuanto el León de Belfast desparramó su inapelable chorro de voz en ‘Can’t Go On This Way’ y en la versión de Ray Charles ‘What Would I Do Without You’, el público ya quedó rendido. Entonó después ‘Days Like This’ y todo el mundo cantó con él mientras el sol se escondía en el horizonte. Ayudó mucho el entorno del Real Jardín Botánico, con la brisa dando un respiro a los primeros calores del verano. Está bien, Van, no es necesario que contraigas un solo músculo de la cara si no quieres, tú solo canta. Y toca el piano, la armónica, la guitarra, el saxofón o lo que quieras. Quién sabe si esta será la última vez, comentaban algunos seguidores. No lo parece. Van Morrison presenta la semana que viene ‘Down To Joy’, su disco tropecientos mil y no ha dado signos de querer parar. A sus 80 años, el músico domina el escenario a la perfección, sin necesidad de efectos especiales ni arengas vacías. Ahí permanece, quieto, con el rictus serio al más puro estilo Dylan, cantando escondido bajo su sombrero de fieltro, con un traje azul y unas gafas de sol que no se quita ni cuando ha anochecido, como si del rodaje de ‘Uno de los nuestros’ se tratara Tampoco se esperan a estas alturas los míseros «hola Madrid, ¿lo estáis pasando bien?», porque la gente le sigue el ritmo con las palmas igual. Tan solo algún pequeño improperio –«esto es jodido rock and roll»–, dos «gracias» de los que no ha dado en más de sesenta años de carrera y las palabras justas para presentar a los músicos. Pero no se puede negar que hay mucha magia mientras Morrison va despachando canciones que basculan entre el blues arenoso, el folk pastoral, el rhythm’n’blues. Hay comunicación con el público a pesar de las maneras del poco comunicativo protagonista de la noche. Al final del concierto , la banda da rienda suelta al rock más guatequero, sin dar casi tiempo a que los presentes le regalen medio aplauso entre canción y canción: ‘Ain’t Gonna Moan No More’ con un solo de saxofón que recibe la ovación pertinente; ‘Broken Record’ y un ‘Gloria’ que se celebra con emoción hasta que Van Morrison se marcha del escenario cuando justo cuando se cumple la hora y media de actuación, dejando a la banda sola en una especie de jam que dura cerca de veinte minutos. ¿Y qué?Por lo menos, el irlandés ya no ruge como antaño, cuando una nota fuera de sitio, un músico despistado o un técnico de sonido con los dedos poco precisos bastaban para que se desatase la tormenta y el autor de ‘Moondance’ perdiese los papeles y se marchase del escenario sin dar explicaciones. Ayer, por lo menos, se despidió… para no regresar. Algunos presentes aseguraban que, mientras sus músicos seguían tocando y animando al respetable, el León ya estaba camino de su guarida.

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