Michi Panero es una forma de ser, una actitud, un modo de vida. Pero además fue una persona que hizo verbo al sujeto, un madrileño de la calle Ibiza, 35 que vivió como quiso haciendo lo que le dio la gana. Y con eso fue bastante para hacer de su vida un mito y de su nada, un todo. Porque Michi fue sobre todo un vago. Pero uno genial. Alguien a quien las normas aterraban tanto como la constancia, pero mucho menos que las ganas de estirar los márgenes entre el humo, la risa, la pena y el vodka. Michi tenía el ingenio y la honestidad del fracaso, la pretensión cerca de los talones de los pies y un natural descontento fruto de su torpeza y de su brillantez. Su blanco y negro es una película de Jaime Chavarri. Allí conocimos al hijo de una España austera y cruda, un paisaje de Delibes con estaciones de tren y un medio tiempo desafinado desde el primer fotograma. Esa primera ventana mostraba a un Michi Panero sensato y mordaz, frente a los primeros delirios de un Leopoldo María obligado a volverse loco; el retrato de una Felicidad Blanc fría e inquietante; un hermano mayor, Juan Luis, tratando de matar al padre Leopoldo; y todo rodado en una casa de Astorga, hogar de estos «fin de raza» que fueron los Panero. En ese documental, ‘El Desencanto’ (1976), se asoma una verdad y una tristeza que no escapa de la pantalla y que cuenta una historia de España que deshacía mientras pasábamos al color. Pero este documental es también una declaración de intenciones, un adelanto de lo que vendría después, cuando ya no quedara nada que empeñar para seguir tirando y ninguno se soportara entre ellos. El Madrid de Michi Panero era de noche. Dice siempre Raúl del Pozo, que las personas que son simpáticas son naturalmente pobres, tiesos de cuenta bancaria, y no le falta razón. Por eso Michi era, además de un tipo muy simpático, alguien a quien merecía la pena pagarle una ronda para que terminara de hacer un traje a cualquiera que fuera por ahí de sobrado. Y como adoraba la literatura, era una persona culta que podía mantener a raya cualquier discusión que se animara en los salones de la movida madrileña. Pero tenía un desparpajo natural, un aire de «no me des el coñazo» que lo hacía un tipo ácido y sin filtros, un maldito encantador que fue gastándose el tiempo haciendo planes que nunca llevaría a cabo.Noticia Relacionada Gatos que fueron tigres estandar No Podcast | Miguelito Candela, el padre del templo madrileño del flamenco A. J. USSÍA Y ABC PÓDCAST Miguelito Candela encendió en Lavapiés un refugio del duende y el flamenco. Entre guitarras y sombras, su bar se convirtió en una leyenda viva de la ciudadHa sido muchas veces reconocido como «el escritor sin obra», aunque siempre es mejor quedarse en la leyenda que en la realidad. En una de las noches sin fin de ese Madrid, en una velada literaria en una casa de Lavapiés, alguien le preguntó qué proyecto literario tenía en marcha. Respondió con esa sonrisa fina y pícara que «Sí, claro. Estoy escribiendo un libro sobre las veces que no he escrito un libro». O el día que unos estudiantes se toparon con él en un banco del Retiro para hablar de Filosofía. Michi comenzó a recitar reflexiones y máximas de Cioran, Nietzsche y Thomas Bernhard . Uno de los jóvenes, sorprendido por su cultura, le dijo: «Deberías escribir algo, hombre». Y Michi respondió: «Si escribiera, ¿cómo os iba a encontrar aquí?». Porque a Michi Panero lo que le interesaba de verdad era la vida, no la literatura. Por eso decidió vivirla a su manera, una en la que nada ni nadie te dice lo que hay que hacer pero que tiene también la consecuencia de quedarte más solo que la luna. Nacho Vegas hizo la memorable canción ‘El hombre que casi conoció a Michi Panero’ y convirtió en realidad al mito que se movía como pez en el agua en las fiestas de la «guapa gente» (Umbral). Una de las estrofas dice «Nunca fui en nada el mejor, tampoco he sido un gran amante. Más de una lo querrá atestiguar. Pero si algo hay capital, algo de veras importante, es que me voy a morir y cuando digo voy es que voy» y esa era precisamente la esencia de alguien así. Porque Michi Panero fue bueno pero no el mejor, fue querido pero no amado, fue listo pero no sabio, y tuvo siempre claro dos cosas: que la única educación era la que no daba el coñazo, y que el mejor momento vivido ya había pasado. La vida es una cosa maravillosa cuando pierdes las expectativas.

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