Incubadoras baratas y fáciles de reparar para países sin recursos

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Incubadoras baratas y fáciles de reparar para países sin recursos

En algunos hospitales africanos hay habitaciones que se han convertido en cementerios de incubadoras. Allí van a parar los dispositivos de última generación que el primer mundo envía con la mejor de las intenciones para paliar la alta mortalidad infantil . Son tan sofisticadas que ante el más mínimo contratiempo se convierten en artilugios inútiles. El ingeniero Pablo Sánchez Bergasa (Navarra, 1993) tuvo una idea mejor: diseñar una incubadora de bajo coste, pero que al mismo tiempo fuera fácil de reparar, tuviera repuestos económicos y accesibles en países con una tecnología limitada.Aquella idea se materializó en un dispositivo básico que ya está salvando vidas en más de 30 países, muchos de ellos africanos. Son de bajo coste porque tienen un diseño innovador , se fabrican con materiales accesibles y también porque se hacen en colaboración con alumnos de centros de FP en los Salesianos de Pamplona, para fomentar la educación práctica y la solidaridad. La incubadora ideada por el ingeniero navarro es básica pero tiene lo justo: permite hacer tratamientos contra la ictericia con fototerapia y mantienen la temperatura del recién nacido. Además si se va la luz sigue funcionando 24 horas , tienen entrada para una batería externa como si fuera un móvil para garantizar el mantenimiento y si hay cualquier problema se puede monitorizar desde España. Y todo por un coste básico de 350 euros por dispositivo. La incubadora permite hacer tratamientos contra la ictericia con fototerapia y mantienen la temperatura del recién nacido ABCA Pablo Sánchez se le resistía su entrada en Etiopía hasta que la Asociación Cielo133 se sumó al proyecto de este ingeniero navarro. Fruto de esta colaboración, a finales de este año habrá 33 nuevas incubadoras en hospitales de Addis Abeba, capital de Etiopía, y se espera llegar a 133 que se repartirán en otros centros sanitarios del país. Muchas de ellas, se financiarán con la cuantía que ha otorgado el premio ABC Solidario tras reconocer su labor como el mejor proyecto solidario 2025.«La idea y el mérito es de Pablo. Nosotros le apoyamos, las instalamos y buscamos financiación», explica Ana Picazo, fundadora de Cielo133 y presidenta de una asociación que empezó como una asociación para facilitar las adopciones de niños etíopes en España. Ahora trabajan en proyectos sanitarios y han hallado también una fórmula para que el medio millar de niños que fueron adoptados participen en este nuevo proyecto solidario. Picazo cuenta cómo muchas de las familias están ayudando a financiar las incubadoras con sus propios medios a cambio de un pequeño gesto: que sus niños den nombre a las incubadoras que han ayudado a costear. Así se han empezado a llamar Zahara, Tarikua, María… y puede que también ABC tras el galardón.Premio a Nuevo Futuro por la ayuda a jóvenes extuteladosMientras que la edad media de emancipación de los españoles ronda los 30 años, los jóvenes tutelados por el Estado que se encuentran en centros de acogida tienen que asumir de golpe su acceso a la vida adulta al cumplir la mayoría de edad. Un «choque» que la Asociación Nuevo Futuro trata de suavizar a través de su programa de apoyo y acompañamiento a estos jóvenes, que ha merecido el segundo premio de ABC Solidario.«En nuestros centros de acogida comenzamos a trabajar en su autonomía a partir de que cumplen 16 años, porque a los 18 van a tener que abandonarlos. Si la situación con sus familias ha mejorado, pueden volver con ellas, pero son muy pocos; la mayoría tiene que buscarse la vida y, en esas condiciones, el riesgo de caer en el ámbito de los sin techo o en la ocupación es muy elevado», explica a ABC Mariam Poole, directora general de Nuevo Futuro.De ahí que el programa de apoyo sea clave. «En nuestro programa hay 186 personas, de las que cincuenta son usuarias directas», concreta la directora. En los primeros tres años, hasta los 21, la labor es afianzar lo trabajado previamente en los centros. «A los tres meses de haber salido comenzamos a llamarles y les acompañamos en el proceso de toma de decisiones. Algunos necesitan solo que les escuchemos; otros, una ayuda para comida, transporte o para una formación que les facilite una titulación . Los hay incluso que necesitan que les busquemos un recurso habitacional», explica. Mariam Poole agradece el galardón no solo por la dotación económica, sino por la «mucha visibilidad que le da al colectivo con el que trabajamos». « No recibimos una financiación estable para este programa, por lo que esta ayuda nos va a permitir ampliar los recursos», concreta.Fundación Pan y Peces por el bienestar de los bebésLa Fundación Pan y Peces tiene como objetivo dar una ayuda mensual, en forma de carrito de la compra, a unas 600 familias de la Comunidad de Madrid . Alimentos básicos, frutas y verduras frescas, productos de higiene personal y de limpieza por un valor medio de unos sesenta euros permiten a las familias beneficiarias «centrar parte de sus esfuerzos en buscar trabajo o cubrir facturas de la casa», explica a ABC la responsable de la entidad, Paloma Iriarte.Sin embargo, la situación se complica con las familias que tienen bebés (unas 50), para las que se necesitan productos específicos como leche de fórmula, potitos o pañales. Ese es precisamente el programa de la fundación que ha obtenido el tercer premio de ABC Solidario. « Son productos caros y no siempre tenemos para todos los niños . Con este dinero queremos asegurar estos productos durante varios meses. Ahora se nos acaban entre el día 15 y el 20 de cada mes», nos explica Iriarte.La entidad dispone de 50 voluntarios fijos que colaboran uno o dos días por semana. La mayoría de las familias recoge su carrito en la sede de Vallecas, salvo 17 hogares —principalmente personas mayores con problemas de movilidad—, a quienes se les entrega a domicilio gracias a una empresa de reparto que colabora de forma altruista, así como a acuerdos puntuales con plataformas como Glovo. Son siempre ayudas a familias, que tienen un domicilio fijo y que demuestran que sus hijos están escolarizados.“La idea del fundador es que pudieran compartir la comida en casa, de que a pesar de su situación se puedan juntar en la mesa en torno a un plato”, señala Iriarte.Modalidad entidad solidaria Potencia la autonomía de las personas con parálisis cerebral«Superación, creatividad, libertad y dignidad» son los valores que mueven a la Asociación de Familias de Personas con Parálisis Cerebral (APAMP) desde hace 48 años y que en esta edición de 2025 han merecido el Premio ABC a la Entidad Solidaria en su XXI edición. La asociación surgió en 1977 para contribuir al «desarrollo del proyecto de vida de cada persona con parálisis cerebral y proporcionar las oportunidades y recursos necesarios para conseguirlo».«Los inicios fueron muy duros, pero si echamos la vista atrás vemos que hemos conseguido muchos logros», explica a ABC su gerente, Concepción Somoza, que recuerda que no fue hasta 1985 cuando consiguieron las primeras aulas de integración que permitieron la escolarización en la escuela ordinaria de los niños con parálisis cerebral. «Hasta entonces era imposible, pero conseguimos que contaran con personal de apoyo y máquinas de escribir adaptadas para poder comunicarse y relacionarse, que hoy se han convertido en tablets, porque la incorporación a la educación es clave para el desarrollo de cualquier persona», recuerda.Uno de los usuarios en un centro ABCNo es el único avance. Concepción hace un repaso de los progresos: «Entonces, conseguir una silla de ruedas eléctrica suponía que las familias tuvieran que hipotecarse, y ahora las facilita la administración, al igual que las furgonetas con las que los recogemos en cada pueblo para llevarles al colegio. Antes era imposible que pudieran subir sin ayuda, y ahora están totalmente adaptadas y pueden acceder ellos solos gracias a la rampa». Unos avances en movilidad que la representante de APAMP valora especialmente, porque para las personas con parálisis cerebral significan «autonomía y poder acceder a la sociedad».Además de la ayuda a los niños y jóvenes en edad escolar, la asociación también cuenta con centros de día a los que asisten los más mayores para recibir terapia y participar en proyectos y talleres de inserción laboral a través de la elaboración de productos artesanales. También cuenta con cuatro viviendas residenciales. En tres de ellas viven personas con parálisis cerebral ya adultas, a quienes su familia no puede cuidar o que decidieron independizarse y llevar una vida más autónoma. La cuarta es para ingresos temporales, por si las familias deben atender una hospitalización y también «para momentos de respiro y conciliación».En la actualidad, la entidad atiende a unas 130 personas en el área de Vigo y cuenta con unos 140 trabajadores. «Hay que tener en cuenta que, en estas circunstancias, la ratio de atención es muy baja y necesitamos tres turnos de mañana, tarde y noche, además de los de fin de semana», explica la gerente. El ochenta por ciento del presupuesto es aportado por entidades privadas y el premio contribuirá a la ampliación de uno de los centros de día. «Estamos muy contentos porque además supone un premio al esfuerzo y un reconocimiento al sacrificio de muchas personas que están o estuvieron en la asociación, a las personas usuarias y a los voluntarios. Es un premio muy compartido», concluye Concepción Somoza.Modalidad voluntariado universitario Romper la brecha digital en PerúCon la firme convicción de que ningún niño debería quedarse atrás en el acceso a una educación moderna y de calidad, sin importar las barreras geográficas o las condiciones adversas, La Salle (URL) lleva una década impulsando el proyecto e-yachay, una iniciativa solidaria que busca reducir la brecha digital en las zonas más remotas del Perú. Este programa se centra en el Valle Sagrado de los Incas (Cusco), una región donde muchas comunidades se encuentran a más de 4.500 metros de altitud, lo que dificulta el acceso a recursos educativos avanzados. Cada año, durante 15 días en el mes de julio, un grupo de diez profesores y estudiantes universitarios viaja hasta estas localidades para implementar una infraestructura digital que incluye ordenadores, pantallas interactivas y software educativo especializado. El objetivo no solo es equipar las escuelas, sino también capacitar a los niños y a sus docentes en el uso de estas herramientas, abarcando áreas fundamentales como matemáticas, lengua, conocimiento del medio e inglés.Los voluntarios se dividen en dos equipos y se integran por completo en la vida de las comunidades: adaptan sus horarios a las necesidades locales e incluso duermen en las escuelas, lo que les permite crear un vínculo más cercano con los alumnos y entender sus realidades. De esta manera, el proyecto no solo proporciona tecnología, sino que también fomenta competencias digitales críticas para el futuro de estos jóvenes, permitiéndoles acceder a las mismas oportunidades que cualquier estudiante en Europa. Además, e-yachay no se limita a una intervención puntual, sino que busca sostenibilidad, dejando instalados los recursos necesarios para que el aprendizaje continúe una vez que los voluntarios regresan a sus ciudades. Así, el proyecto no solo transforma la educación en el corto plazo, sino que siembra las bases para un cambio duradero en estas comunidades andinas. Debido a esto, ABC les ha otorgado el premio al voluntariado universitario, con una dotación de 5.000 euros. «Recibir este reconocimiento es espectacular», afirma Gema Beltrán, alumna de La Salle que participó el año pasado en e-yachay, y que asegura «haberse quedado en shock» tras recibir la noticia. «He ido corriendo a comunicárselo al resto de los compañeros. Para nosotros es genial, pese a que lo hacemos sin esperar nada a cambio». Beltrán, con emoción, destaca cómo la experiencia le cambió la perspectiva: «Desde aquí tienes una visión de lo que la gente necesita que es completamente distinta. Es espectacular ver a niños tan pequeños en condiciones tan duras. En las comunidades, muchos no tienen para comer, pero allí se les alimenta: una madre distinta cocina para todos, se ayudan entre ellos… Esa solidaridad te marca».Para ella, lo único importante son las «sonrisas» de los niños de Huilloc, Pampallacta, Qhillqanqa o Maras. «Daríamos lo que fuese con tal de ver una sonrisa suya. Cuando les enseñas a usar un ordenador sus ojos brillan. Eso no tiene precio», confiesa a la vez que explica que el dinero recaudado con este reconocimiento se destinará íntegramente a llevar más equipos tecnológicos a Perú, que permitan a estos niños acceder a las herramientas del siglo XXI. «Cada pantalla, es una oportunidad para ellos», dice Beltrán. «Y eso, sí que es espectacular».

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