Álvaro Pascual Leone, neurólogo: «El uso de pantallas cambia el cerebro de los niños, pero eso no es ni bueno ni malo»

Home People Álvaro Pascual Leone, neurólogo: «El uso de pantallas cambia el cerebro de los niños, pero eso no es ni bueno ni malo»
Álvaro Pascual Leone, neurólogo: «El uso de pantallas cambia el cerebro de los niños, pero eso no es ni bueno ni malo»

Álvaro Pascual-Leone es una eminencia mundial en el campo de la neurología, con más de 35 años de experiencia clínica, docente e investigadora. Reconocido por su liderazgo en el desarrollo de la estimulación magnética transcraneal, ha sido pionero en su aplicación tanto en neurociencia cognitiva como en tratamientos terapéuticos dentro de la neurología, la psiquiatría y la neurorrehabilitación.Catedrático de Neurología en la Harvard Medical School , su trabajo se centra en comprender los mecanismos que regulan la plasticidad cerebral a lo largo de la vida, con el objetivo de modularlos para alcanzar el mayor beneficio conductual posible en cada individuo. Para ello, combina distintas metodologías de neuroimagen y neurofisiología, utilizando técnicas de estimulación cerebral no invasiva para establecer relaciones causales y precisas entre la actividad cerebral y el comportamiento. Pascual Leone ha participado en las VI Jornadas Neurocientíficas y Educativas organizadas por la Fundación Querer .Si entendemos el cerebro como una máquina cuasi perfecta, ¿cómo podemos cuidarlo?El cerebro es un órgano fantástico, realmente único por su construcción y capacidades. Pero también es un órgano en constante cambio. Las sinapsis, es decir, las conexiones entre neuronas están cambiando cada cinco segundos. Mantener esa conectividad funcional es como mantener los músculos: hay que ejercitarlos. Pero en el caso del cerebro, ejercitarlo significa retarlo, enseñarle a seguir aprendiendo, a aprender a aprender.Noticia Relacionada estandar No El acuerdo para crear el Centro Nacional de Neurotecnología se firma con discrepancias entre Madrid y Moncloa ABC El consejero madrileño y la ministra de Ciencia se han lanzado diversas críticas en sus discursos en el acto que rubricaba el convenioYa podemos leer lo que pasa en el cerebro e incluso modificarlo. Pero esto plantea preguntas éticas. Hablamos de neuroderechos. ¿Va la ciencia demasiado rápido respecto a la legislación?Sin duda. Sí, yo creo que la posibilidad de leer y modificar la actividad cerebral implica necesariamente un debate ético profundo. ¿A quién pertenecen los datos que se obtienen? ¿Cómo se regulan? ¿Quién decide qué se puede cambiar y qué no? Ese debate hay que abordarlo desde ya, no podemos esperar a que estas tecnologías estén completamente implantadas. Frenar su desarrollo sería un error, porque tienen un enorme potencial para tratar enfermedades y mejorar la vida humana. Pero lo que no podemos perder de vista es que también existe la posibilidad de un mal uso, y que actualmente no contamos con una legislación adecuada al respecto. Además de la legislación pionera de Chile, que ha incluido los neuroderechos en su Constitución, en febrero de 2023 se firmó una declaración en Valencia, en España, que creo que es un modelo valioso para seguir. Es un paso importante, pero queda mucho por hacer.¿Será posible en el futuro editar los recuerdos como si fueran archivos digitales?Creo que sí. Y, de hecho, ya es en parte una realidad. El móvil que llevo en el bolsillo sabe por dónde caminé ayer, si hablaba por teléfono mientras lo hacía, cuándo dormí… Tiene muchas memorias de mi día a día. Si al mismo tiempo registráramos la actividad cerebral durante esos momentos, podríamos predecir con más precisión por dónde estuve que yo mismo al recordarlo. Bien planteado, esto puede ser una herramienta muy útil para ayudarnos, especialmente cuando lo necesitemos. Al final, se trata de ayudarnos a mantener nuestra esencia.Hablando de la esencia del ser humano, ¿ha habido algún experimento o descubrimiento que le haya hecho replantearse qué significa ser humano?Sí. De hecho, creo que una de las razones fundamentales por las que me dedico a esto es precisamente ese deseo de comprender la esencia del ser humano. Una de las grandes fronteras de la neurociencia sigue siendo entender cómo esos patrones de actividad cerebral, esos conjuntos de neuronas plásticas y en constante modificación, pueden dar lugar a algo tan complejo como la conciencia. No solo la conciencia de que existo, sino la conciencia de quién soy yo. ¿Qué es lo que constituye ser Álvaro? Esa es, para mí, una de las preguntas más fascinantes y profundas que podemos hacernos.«Creo que el verdadero debate es ético: solo uno mismo debe tener el derecho de compartir su esencia»Su investigación es pionera en el estudio del cerebro y sus conexiones. En su opinión, ¿cuál es el mayor desafío actual en la comprensión de la plasticidad cerebral?Creo que uno de los grandes desafíos, si no el mayor, es aceptar que la plasticidad cerebral no es algo que debamos ‘activar’; es una propiedad fundamental del cerebro. Todo lo que hacemos, sentimos, vivimos o experimentamos cambia nuestro cerebro, y lo hace de forma distinta en cada uno de nosotros. El verdadero reto, entonces, no es generar plasticidad, sino guiarla para que esos cambios sean beneficiosos para cada individuo. Todavía estamos anclados en ciertos discursos. Por ejemplo, cuando se debate si el uso de tabletas en los colegios cambia el cerebro de los niños. Claro que lo cambia. Pero eso no es necesariamente bueno ni malo: es simplemente cómo funciona el cerebro. La clave está en cómo guiamos esos cambios para que sean positivos. El cerebro se adapta, sí, pero más importante aún es que los métodos de enseñanza también deben adaptarse. No podemos permitir que la innovación y la creatividad humana se vean limitadas por el mal uso de la tecnología.«Todo lo que hacemos, sentimos, vivimos o experimentamos cambia nuestro cerebro, y lo hace de forma distinta en cada uno de nosotros»La aparición del móvil, de las tabletas o, hace siglos, del coche, cambia nuestra realidad como seres humanos, y con ella, cambia literalmente nuestro cerebro. Pero eso no es negativo por sí mismo. Lo importante es usar esas tecnologías en el contexto adecuado.Cuando dice que el cerebro cambia, ¿se puede ver? ¿Se puede medir?Sí. Contamos con distintas técnicas de neuroimagen y neurofisiología que nos permiten literalmente visualizar cómo funciona el cerebro y cómo se modifica. Por ejemplo, la resonancia funcional, la magnetoencefalografía o la electroencefalografía de alta densidad. Con estas herramientas podemos ver cómo la actividad cerebral se traduce también en cambios estructurales.Si pudiera conectarse al cerebro de una persona, viva o muerta… ¿a quién elegiría y qué le gustaría saber?Creo que en cierto modo eso ya lo intentamos con las personas que amamos. Por ejemplo, con mi esposa intento entender cómo piensa, qué siente. Y eventualmente, tendremos herramientas para compartir partes de nuestra esencia con quienes nos importan. Creo que el verdadero debate es ético: solo uno mismo debe tener el derecho de compartir su esencia. Es algo profundamente personal, como nuestras relaciones hoy, solo que con ayuda de tecnología aumentada.Se dice que de la soledad es la pandemia del siglo XXI. ¿Cree que la tecnología puede ayudar a combatirla?Es una gran pregunta. La soledad no es tanto estar solo, sino sentirse solo. Y aunque pensamos que la tecnología puede ayudar, la verdad es que no lo hace por sí sola. Nos conecta con quienes ya sentimos conexión, pero no crea ese lazo desde cero. Tal vez las generaciones jóvenes, que han crecido con tecnología, lo vivan distinto. Lo veremos con el tiempo. Pero evolutivamente, necesitamos contacto real, con personas presentes, cercanas. La tecnología no reemplaza eso.Es profesor en la Universidad de Harvard, diana de la Administración Trump en su batalla contra la inmigración.Bueno… el mundo está complicado. Uno de nuestros grandes problemas es la facilidad con la que polarizamos opiniones. Nos gusta pensar que quien es distinto a nosotros debe estar equivocado o ser malo, porque eso nos hace sentir más seguros. Las tecnologías actuales permiten esa polarización porque eliminan la cercanía, la identidad. Cuando no ves la cara del otro, dices cosas que nunca dirías en persona. Y eso impide resolver los problemas reales: nos quedamos atrapados en las formas y perdemos el contenido.

Leave a Reply

Your email address will not be published.