Entre las cosas que uno recuerda de sus tiempos de becario es la reverencia, quizá sería más exacto decir temor, con la que mirabas a los veteranos. A Fernando, no. Lázaro era cercano, socarrón, disfrutón, apasionado y, por encima de todo, un buen tipo. Uno de esos que no se balanceaba ante las nuevas camadas a las que apenas sacaba cinco o seis años sino que te acogía, con esa sonrisa pilla, que encajaba con una sonora carcajada mi broma sobre que era del extrarradio de Pamplona y él, logroñés ejerciente, te advertía que nunca podrías manejarte ni en Interior ni en sucesos con esa anomalía mía de no beber. «Pery, ¿quién se puede fiar de alguien que no bebe?».De Fernando te podías fiar porque nunca trabajó por ego ; no competía, compartía y suyas son algunas de las mejores, y más negras, páginas que se han escrito sobre la lucha contra el terrorismo etarra y el que se formó para combatirlo. Creo que hoy seremos muchos los que lloraremos su muerte y no solo entre los que compartimos redacción con él. Lázaro deja muchos amigos de tinta pero también de uniforme , los mismos que hoy saben que si alguna vez patinó fue porque para la investigación periodística hay que pisar el barro. Él lo hizo pero jamás confundió cuál era su sitio, junto a nosotros, los suyos, los que siempre quisimos remar con un camarada íntegro, sagaz, generoso, atento, divertido, capaz de bromear incluso cuando la parca llamaba insistente a su puerta.El periodista Fernando LázaroMe permito compartir el último mensaje que me envió. «Amigo Agus. Siempre estás entre los míos, los duros, los peleones… Y esta será otra batalla . Gracias x tus ánimos y apoyos. A x los orcossssss. Le voy a dar hasta en el cielo de la boca, joderrrrr». Y tecleó una carcajada. La misma que hoy mitiga el llanto y la rabia. Porque así fue Fernando. Así nos quiso.

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