Saúl Jiménez Fortes: «Los toreros no somos superhéroes»

Home People Saúl Jiménez Fortes: «Los toreros no somos superhéroes»
Saúl Jiménez Fortes: «Los toreros no somos superhéroes»

Saúl Jiménez Fortes (Málaga, 1980), alto, delgado y grave como un torero del Greco, pasea por el callejón de Las Ventas y acaricia con las yemas de los dedos las tablas entre las que triunfó en la Feria de San Isidro, que hoy concluye con la corrida homenaje a Victorino. La plaza, vacía, casi sin sentido, se volvió loca aquel día. Y si no llegó a salir a hombros fue por culpa de la espada. Allí, en la soledad calurosa del tendido a mediodía, un grupo de visitantes hace el tour por Las Ventas y ensaya silbidos y palmas de tango.—Mira, Saúl, les están enseñando a pitar —dice alguien.Él sonríe. Nos deja tratarlo de tú pese a esa gravedad y esa profundidad suyas.Noticia Relacionada SAN ISIDRO estandar No Los grandes números de San Isidro: 576.228 espectadores y 15 ‘No hay billetes’ Alicia P. Velarde Además, la audiencia de Telemadrid ha aumentado sus datos de audiencia gracias a los toros¿Es verdad que Madrid te cambia la vida?Cambia la posición que uno ocupa en el toreo. Suena más el teléfono, te paran más por la calle… pero lo que uno verdaderamente es, eso no cambia.¿En qué se equivoca la gente cuando ve a un torero?Cuando piensa que somos superhéroes. Somos personas normales , que hacemos cosas excepcionales. Y esas cosas están al alcance de cualquiera si se propone hacer algo extraordinario.Tú haces ‘mentoring’ (mentorear, asesorar) a través del toro.Me di cuenta de que afronto situaciones difíciles dándoles un significado distinto y decidí aplicar esos aprendizajes que la vida me ha enseñado.¿Cuál de todas esas historias que has escuchado te ha tocado más el corazón?Enfermedades, abusos, la pérdida de un hijo… Hay muchas historias. Trabajando con personas he descubierto que hay muchísimo dolor en sus vidas, y que ese dolor se mantiene, se retroalimenta durante toda la existencia, hasta que la persona decide soltarlo, cambiarle el significado o trabajarlo. Entonces encuentra que detrás de ese suceso hay algo inspirador. Hay situaciones muy duras. Hay mucha gente perdida en el dolor. Existe mucho sufrimiento innecesario, que se acarrea. Detrás del dolor hay belleza, pero hay que trascenderlo. Hay que ir un poco más allá de aquello que te duele, experimentarlo, sentirlo, ver para qué ocurrió y dejarlo ir.«Al miedo hay que bajarle la volumen. O puedes hacerte amigo de esa voz y decirle que se calle»Es un pensamiento muy cristiano: aceptar cada uno su cruz y portarla.La aceptación es la mayor herramienta que he conocido.¿Cuál es la magia del toro en todo esto?El toro representa el reto, la dificultad, el miedo. En los cursos que imparto, cualquier persona —incluso sin haber toreado nunca— se pone delante de un animal bravo. Y ahí se produce una metáfora. Ya hemos trabajado el miedo, le hemos cambiado el significado a ese suceso que te atormentaba, y ahora tienes ese animal delante de ti para afrontarlo, para dejarlo atrás. Todos tenemos un toro que lidiar.¿Qué hacemos con el miedo? ¿Se puede vencer, o eso es una majadería?Puedes convivir con él. Y también puedes disolverlo, quemarlo, diluirlo, bajarle el volumen o cambiar la forma en que lo percibes. Yo lo siento como una voz que te habla, que te limita o te ata. Puedes bajarle el volumen, hacerte amigo de esa voz… incluso decirle que se calle, que se vaya.¿A qué tienes miedo?A decepcionar a los demás. O lo tenía, hasta que me di cuenta de que todas las personas que me han visto alguna vez se han ido decepcionadas de la plaza en algún momento. Incluso yo me he ido decepcionado. Comprendí que forma parte de esta profesión: hay días que se gana, días que se pierde, días de puerta grande y días de enfermería. Cuando entendí eso, dejó de importarme la opinión de los demás… incluso la mía propia. He dejado de tener miedo al fracaso.¿Da más miedo fracasar que el toro?Evidentemente. El miedo al toro es natural, y se asume. Pero el fracaso toca tu identidad, tu reputación, lo que el mundo cree que eres… y lo que tú crees que eres para el mundo. REPORTAJE GRÁFICO: IGNACIO GILEn ‘Juncal’ hay una escena magnífica: antes de la alternativa, le preguntan al torero: «¿Qué te ha dicho tu madre?. Y él responde: ‘Que me anime’. ¿Y tu hermana? ‘Que me arrime’. Tu madre es torera y te enseñó a torear. Tienes una hermana. ¿Qué te dicen ellas?Más que arrimarme, me invitan a que me quite. Son palabras que tengo prohibidas en casa. Si te pones ahí, es para hacer lo que has ido a hacer, ¿no? No vas a quitarte.¿Cómo sales ahí con dos niños? ¿Dónde los llevas?A veces van a la plaza. Son el motor de mi vida. Me han dado fuerza para seguir toreando, para hacerlo cada vez mejor. No sería justo usar un regalo tan grande como excusa para dejarlo. Muchos me preguntan: «¿Cómo puedes?». Mi hijo Saúl dice que soy su segundo torero favorito del mundo… y el primero es Morante —se ríe—.¿Te has sentido alguna vez en una plaza sin público? ¿Has conocido esa soledad?En los últimos tres o cuatro años, toreando apenas una, dos o tres corridas, me he sentido solo, incomprendido. Es curioso: en ese silencio me he reafirmado en mi vocación. He aprendido a no necesitar que nadie escuche mi mensaje para tener algo que decir. Eso me ha dado una fuerza interior. Ese reafirmarse… Entrenar cada día sin tener nada por delante durante meses. Lo hacía simplemente porque me gusta torear.«Mi hijo Saúl dice que soy su segundo torero favorito… y el primero es Morante»¿Nunca has sido otra cosa que torero?He hecho mis pinitos también. En la vida hay que sobrevivir. Con el ‘coaching’, por ejemplo. Y hubo unos meses en que estuve pintando. Cuando nació mi segundo hijo, me hacía falta dinero para ayudar en casa. Pedí ayuda a un amigo y me puse a pintar escaleras. Diego Urdiales también lo hizo, y pensé: «Esto me va a venir bien». Creía que iba a torear pronto, en febrero. No toreé hasta agosto.Dos inviernos seguidosSí, se hizo largo. Fue una de las etapas más difíciles de mi vida: ese desierto, ese tránsito. Y esa incomprensión. Me sentía satisfecho con lo que era, pero no tenía un escenario donde plasmarlo. Lo que más me dolía era notar que personas cercanas pensaban —sin decirlo— que debía dejarlo. Te levantas, vas al gimnasio, entrenas… Eres torero, pero no toreas. Es raro. Borroso.Dicen que lo importante no es la caída, sino levantarse. Pero a ti te ha atravesado el cuello un toro. ¿Hay golpes de los que no se puede uno recuperar? ¿O es mito de ‘stories’ de Instagram?Me siento indestructible… pero no quiero decirlo muy alto.La estadística está de tu parte. ¿Cómo te ha afectado ser epiléptico?No más que cualquier otra peculiaridad del cuerpo. Hubo un momento en el que tuve que dedicar más tiempo que otros al trabajo cognitivo, neurológico, de reflejos. Y creo que eso me hizo estar más preparado. Muchos deportistas entrenan para decidir en situaciones de estrés o fatiga. Aunque, para torear, los reflejos no son lo más importante precisamente.¿El toreo pone en escena la muerte?Es como si Picasso hubiera pintado el Guernica en Guernica… mientras se bombardeaba.¿Qué papel juega el tendido 7 y otras zonas exigentes de la plaza?No siempre comparto su opinión, pero deben estar. Madrid normalmente te respeta. Tiene mucho corazón. Recuerdo mi primera novillada: dejé un novillo vivo, me tocaron tres avisos… pero al pasar por el 7 me aplaudieron. Había sinceridad.¿Cuando Madrid ruge, qué pasa dentro de ti? El otro día la pusiste a rugir.Es como un amplificador del sentimiento. Ese eco que vuelve te hace crecerte. Sentirte torero.¿Crees en Dios?Sí. Siempre me ha tenido en sus manos. Siempre he tenido un ángel detrás de mí.Sí. Torear es algo totalmente improvisado. Me gusta dejar un canal vacío para que algo —o alguien— se comunique conmigo, me inspire. Ahí entra Dios.

Leave a Reply

Your email address will not be published.