Los diputados socialistas se despertaron con un mensaje de la portavoz de la Ejecutiva Federal, Esther Peña, pidiéndoles «significar que estamos dolidos y enrabiados pero que vamos al ataque, por lo tanto, hoy semblantes serios y controlados para parecer que no estamos en una situación hiperbólica descontrolada ». Redacción aparte, el mensaje no tiene desperdicio. En primer lugar, porque al intentar que no se les note que están en una «situación hiperbólica descontrolada», asumen, de hecho, estarlo; en segundo lugar, por la teatralización de dolor y de la seriedad como un maquillaje ‘pedril’ para el alma; y en tercero porque se confirma que el ataque frontal al PP es una estrategia de huida coordinada desde Ferraz. « Hoy será un día duro para todos nosotros , pero sobre todo y por encima de todo para el Presidente», añade con cesarismo genuflexo, redundancia innecesaria y mayúscula lanar. Y termina recordándoles que están «a tiro de cámara» y que las imágenes de sus rostros serán analizadas por la prensa, por lo que «tampoco puede parecer que estamos destrozados. Estamos dolidos, pero seguimos latiendo».La cosa era complicada: había que estar dolidos, pero no destrozados; enrabiados, pero serios; «controlando, pero fluyendo», que diría Nina. En cualquier caso, si algo queda claro es que a la ‘coach’ de teatralización y resignificaciones del PSOE nadie le hizo caso. Porque los rostros en la bancada socialista eran un poema, el ambiente nefasto y la presión «insoportable», en palabras de un diputado que después añadía que «cada minuto que pasa, el PSOE se daña más. No el gobierno, sino el PSOE». Las ojeras y esos rostros pálidos como de niños anémicos se dejaban ver también en los escaños azules del gobierno. Sánchez y todos sus ministros entraron a la vez al hemiciclo, supongo que para sentir el calorcillo del rebaño y esa seguridad que el colectivo genera en los rumiantes. Aunque en realidad no estaban todos: Urtasun, Yolanda Díaz y Sira Rego decidieron no acudir a la sesión de control , supongo que para ‘significar’ algo que el resto de mortales, que no entendemos la política como un cursillo de teatro del sindicato, no logramos entender. Porque los diputados de Sumar sí que estuvieron, de modo que entendemos que la queja se circunscribe a los miembros del gobierno, dando a entender que la corrupción no es un asunto del PSOE sino del ejecutivo. Y si eso es así no entiende que se queden en el absentismo laboral en lugar de en la dimisión. Porque formar parte de un gobierno corrupto no parece la manera más efectiva de criticarlo.Muy duro también Rufián , que pide a Sánchez que jure que no estamos ante una Gürtel del PSOE y «que no va a aparecer por ahí un P. Sánchez» , que se persone contra los corruptos y contra los corruptores estableciendo multas millonarias, inhabilitaciones de por vida y que elimine los aforamientos. «No nos haga elegir entre corruptos cutres y corruptos premium. Que sea la gente la que decida», dijo abriendo por primera vez las puertas a las urnas. En lugar de agachar la cabeza, Sánchez respondió elevándola y echándole una bronquita condescendiente, recordando que son solo indicios. A Rufián le dio la risa, claro. Tanto que anunció que no acudiría a Moncloa a la reunión con el presidente para, acto seguido, presentarse allí como un perrillo al que le silban para que vuelva al redil.Por lo demás, aplausos en pie de la bancada popular a un Feijóo que acusó a Sánchez de ser un «lobo que ha liderado una manada corrupta» . Y ojo que aquí la palabra ‘manada’ es más efectiva que la palabra ‘corrupta’. Dejó la puerta abierta a una moción de censura si aparecen los cuatro votos que le faltan, para lo cual se dirigió al bloque de investidura. Y Sánchez, tomado por los tics como un espantapájaros, respondió que su «tolerancia contra la corrupción es absoluta», lo cual es estrictamente cierto. Quería decir, posiblemente, lo contrario, pero da igual porque los suyos aplaudieron en pie como si se fuera a acabar el mundo. Y aplaudirían aunque Sánchez hubiera invocado a Satanás, como ya hicieron un día con Ábalos o con Cerdán. Hay aplausos como presagios, ovaciones que suenan a proyectiles y un gobierno terminal. O, dicho en sus palabras, en una situación hiperbólica descontrolada.

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