Donald Trump se ha dado un plazo de dos semanas para tomar una de las decisiones más delicadas e importantes no solo de su segundo mandato, sino de toda su presidencia: si ordena un ataque contra las instalaciones nucleares de Irán.Así lo anunció este miércoles su portavoz, Karoline Leavitt, durante una comparecencia en la Casa Blanca en la que transmitió un mensaje directo del presidente: «En vista de que existe una posibilidad sustancial de que se reanuden negociaciones, que podrían o no tener lugar en Omán en un futuro cercano, tomaré mi decisión en los próximos días».Trump sopesa la opción militar en coordinación con Israel, al tiempo que se reabre una vía diplomática. Altos cargos del Departamento de Estado y del Consejo de Seguridad Nacional consideran posible un reinicio del diálogo con Teherán, mediado por diplomáticos omaníes, centrado en frenar el programa nuclear iraní antes de que alcance un punto de no retorno.Leavitt fue tajante al exponer el objetivo principal de la Casa Blanca: impedir que Irán enriquezca uranio con fines militares. «No pueden tener una bomba nuclear», repitió en varias ocasiones. Aseguró que esta posición no es nueva, y que «nadie debería sorprenderse» por la firmeza del presidente, que —según recordó— lleva «décadas advirtiendo» del riesgo que representa un Irán nuclear. «No solo como presidente, ni como candidato, sino también como ciudadano privado», subrayó.La portavoz citó declaraciones de Trump en 2011, cuando ya alertaba de que la prioridad de la política exterior de Estados Unidos debía ser impedir que ese «régimen radical» se hiciera con un arma nuclear que «podría usar o entregar a grupos terroristas». También evocó su rechazo frontal al acuerdo nuclear alcanzado por Barack Obama en 2015, al que sigue considerando «un desastre». Trump retiró formalmente a Estados Unidos de ese pacto en 2019.Según Leavitt, el presidente dio a Irán «una advertencia clara de 60 días» para volver a la mesa de negociación. «Y en el día 61», añadió, «Israel actuó contra Irán». Aunque evitó detallar esa acción, el comentario sugiere una conexión directa entre el ultimátum estadounidense y el reciente recrudecimiento del conflicto.En paralelo, Trump ha confiado el manejo de esta crisis a un núcleo reducido de asesores de línea dura que se reúnen con él en la sala de crisis: el secretario de Defensa, Marco Rubio; el jefe del Estado Mayor Conjunto, Dan Cain; y el director de la CIA, John Ratcliffe. Son ellos quienes han trasladado al presidente sus recomendaciones para frenar, de forma definitiva, las ambiciones nucleares de Teherán.Quien ya no participa en esas deliberaciones es Tulsi Gabbard, directora de Inteligencia Nacional, que ha sido apartada tras sus críticas públicas a la línea oficial. En un vídeo reciente, acusó a «la élite política y los belicistas» de «fomentar irresponsablemente el miedo y las tensiones entre potencias nucleares» y advirtió que el mundo está «al borde de una aniquilación nuclear». Según ‘The Washington Post’, ese mensaje enfureció a Trump, que se lo reprochó personalmente en el Despacho Oval. Desde entonces, Gabbard no ha vuelto a ser convocada a reuniones clave.El vicepresidente JD Vance será el encargado de comunicar a la base electoral el alcance de esta posible decisión, que contradice una de las promesas centrales de la campaña de Trump: evitar que Estados Unidos se involucre en nuevos conflictos armados.Leavitt cerró su comparecencia con un mensaje dirigido a los votantes del presidente: «Quienes apoyaron al presidente comparten con él la convicción de que Irán no debe obtener armas nucleares. Esa firmeza es, precisamente, lo que garantiza la paz».

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