El protagonismo adquirido por Pedro Sánchez en la Cumbre de la OTAN celebrada esta semana en La Haya, con su enfrentamiento público con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump , por el gasto militar, es percibido con recelo por muchos altos mandos de las Fuerzas Armadas. Pero el temor no queda ahí y se extiende a toda la política de defensa del Gobierno, a la que se achaca un «antiamericanismo» perjudicial para España en sus alianzas internacionales.Hace solo dos meses, Sánchez anunció una inversión de 10.471 millones de euros para llegar este mismo año al 2% del PIB en inversión militar. Una cifra que pronto ha quedado vieja con el nuevo debate sobre el gasto del 5% puesto sobre la mesa por Trump y aceptado por los países aliados en La Haya. Esa inversión se sustenta en un plan que tiene el objetivo de gastar más del 95% del dinero en la industria nacional . Y lo que no sea posible adquirir en España, se buscará hacerlo en Europa de forma prioritaria.Al margen de la tecnología israelí, excluida por una decisión política de no trabajar con el país por la ofensiva militar sobre Gaza, la política de «soberanía nacional» del Ministerio de Defensa deja fuera los mercados de terceros países con mucha potencia en materia de defensa, sobre todo Estados Unidos. Esto es lo que cuestionan muchos altos mandos de las Fuerzas Armadas, en activo y en la reserva, que alertan sobre las consecuencias de este «antiamericanismo» de Sánchez , tanto para las capacidades y operatividad de las Fuerzas Armadas como para su posición en las alianzas internacionales.Noticia Relacionada Antes de la cumbre estandar Si El primer ministro belga tira de ironía: «Si Sánchez es capaz de hacer lo que dice, entonces es un genio» Enrique Serbeto Bart de Wever pone en duda que España pueda desarrollar las capacidades de defensa exigidas con el 2,1% que anunció«Resulta difícil de explicar esta decisión proteccionista y un tanto aislacionista o autárquica por la que se trata de impulsar la industria nacional, sobre todo en la volátil situación estratégica actual», expone un general en la reserva. A su juicio, las adquisiciones deberían basarse en las necesidades de las Fuerzas Armadas y la dotación del mejor equipo disponible al soldado; y no en estrategias políticas nacionales.«Para dar la adecuada protección a los combatientes que tienen la misión de defender España, sería preferible adquirir materiales probados en combate y disponibles en el mismo momento en que queda evidente la necesidad operativa», ahonda alertando de que el desarrollo de estos productos en España puede alargar los plazos de entrega hasta cinco años.Esta política del Palacio de la Moncloa está retrasando decisiones urgentes para las Fuerzas Armadas, como por ejemplo la adquisición del avión de combate F-35 de la estadounidense Lockheed Martin, convertido ya en un «innombrable» entre las paredes del Ministerio de Defensa. Se trata del único avión con capacidad de despegue y aterrizaje vertical que podría sustituir a los actuales Harrier de la Armada y operar en el portaaeronaves Juan Carlos I. Sin embargo, el Gobierno se resiste a formalizar su compra y estudia otras opciones en el mercado europeo.«No es razonable que se trate de ocultar la falta de capacidad militar proporcionando a las Fuerzas Armadas un equipo mediocre cuya diferencia en características resulta abismal simplemente para no tener que aceptar que los equipos probados y eficaces son los que han sido desarrollados fuera de España y de la propia Europa», insiste el general.Esta idea es compartida por el general Rafael Dávila, retirado, que critica que el Ejecutivo trate de paliar la baja inversión en defensa -en comparación con el resto de países- con el envío de militares a las misiones internacionales. «Está dispuesto a dar todos los soldados que le pidan como carne de cañón», lamenta en un artículo publicado en su blog advirtiendo de las consecuencias que tendrá para la imagen de España en el seno de la OTAN su postura en la Cumbre finalizada ayer.«El prestigio cuesta muchísimo ganarlo y se pierde en dos minutos», constata otro alto mando de las Fuerzas Armadas. En la cabeza de los militares españoles aún resuenan las consecuencias de la retirada de España de la guerra de Irak, que seguía presente en las relaciones con los aliados una década después.

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