Andrés Marcio tiene 21 años, estudia Periodismo en la Universidad CEU San Pablo y habla con una convicción que desarma . Vive con una enfermedad rara, crónica y de evolución impredecible, pero lo que más impresiona no es su diagnóstico, sino su alegría. «Desde pequeño supe que quería trabajar en televisión o en la ra dio. Las cámaras me vuelven loco », cuenta, con esa sonrisa que parece no abandonarlo nunca. Lo dice como si fuera lo más normal del mundo, y quizá lo sea: para él, cumplir su sueño es una cuestión de cabezonería, como se define entre risas, pero también de una universidad que se adapta a las necesidades de sus estudiantes. Tiene laminopatía congénita, una enfermedad ultra rara que solo padecen diez personas en España. «Yo siempre digo que es como un mercadillo, porque tenemos de todo», resume con humor. Insuficiencia respiratoria, una capacidad pulmonar bajísima, el síndrome de la cabeza caída, movilidad reducida, y un problema cardíaco grave que le obliga a llevar un marcapasos con desfibrilador las 24 horas . «Cada vez el corazón se va haciendo más grande, y eso nos puede provocar arritmias malignas y muerte súbita», explica. Pero enseguida añade: «Tenemos una esperanza de vida de 18 años. Yo ya llevo tres de regalo, así que cada día es una fiesta. Cuando me levanto, doy gracias a Dios y a la vida por seguir viviendo».Lo más sorprendente es que todo lo cuenta con naturalidad. No desde la resignación, sino desde el entusiasmo. «Yo creo que si la mente está bien, como esté el cuerpo es secundario», dice. Y en su caso, esa mente brilla: saca buenas notas, tiene memoria prodigiosa, da charlas motivacionales y compagina sus estudios con su trabajo en Telemadrid , gracias a la confianza de Javier Callejo, otro de sus «cuidadores», reconoce.Primer caso en la universidadEn clase es un alumno más, aunque el camino para que pudiera serlo no ha sido fácil, pues fue rechazado por otra universidad. Lo reconoce su madre, Beatriz, que lo ha acompañado siempre. «Cuando Andrés dijo que quería estudiar Periodismo, me parecía algo muy difícil», admite. «Pero él lo tenía claro. Siempre le hemos animado a que luche por sus sueños . Y gracias al CEU, lo está cumpliendo».Andrés Marcio, en las instalaciones de la Facultad de Humanidades y Comunicación ABCLa universidad, explica, no se había enfrentado a un caso como el suyo, pero lo hicieron con lo más importante: adaptación y ser uno más de sus cuidadores. «Desde el primer momento nos dijeron: no conocemos su situación, pero haremos todo lo que esté en nuestra mano», recuerda Beatriz. «Y así ha sido. Lo más valioso es que han tenido la capacidad de entender su realidad y adaptarse a ella ». Para la familia, encontrar una universidad que entienda, cuide y acompañe ha sido clave: «Nos da la vida y una tranquilidad absoluta», resume. «Yo por las mañanas me quedo tan tranquila sabiendo que Andrés está aquí, feliz y bien cuidado».Él, por su parte, lo tiene claro: «Los valores que destaco del CEU son muchos, pero si tengo que elegir, diría la cercanía, la alegría que se respira y la flexibilidad», explica. «Aquí siempre hay alguien que te escucha, que te anima, que te ayuda. La gente está feliz. Y eso se nota. Yo vengo cada día encantado ». Recuerda un día en particular: tenía examen, pero una huelga de taxis le impidió llegar. «Escribí al profe y me dejaron hacerlo al día siguiente. Me entienden, y eso es algo que valoro muchísimo».Sus compañeros también forman parte esencial de su experiencia universitaria. «Son los mejores del mundo», dice entre bromas. «Eso sí, cada uno con sus cosas: Jaime es muy del Madrid, y no le aguanto ya este año. Gonzalo no me coge el teléfono cuando está con exámenes, y cuando lo hace me dice que le tengo tres horas hablando. ¡Pues claro! Me encanta hablar». Esa complicidad también se traslada a las redes sociales, donde comparte su día a día con humor y naturalidad . «Subimos vídeos diarios con mis amigos Jorge y Jaime. Enseñamos todo lo que hago, así que sígueme: @andresmarciolona, en TikTok e Instagram», dice, sin perder el ritmo.Acompañar y cuidarPara Pablo Velasco Quintana, decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación, el caso de Andrés es un ejemplo del compromiso del CEU con la personalización educativa. «Nuestra universidad nace del anhelo de servir al bien común. Y eso implica conocer a cada alumno y sacar de él lo mejor », afirma. «Cuando nos encontramos con estudiantes que atraviesan situaciones médicas complejas, lo primero que hacemos es escucharlos. Y desde ahí, acompañarles. No se trata solo de facilitar, sino de cuidar».Ese cuidado no es una excepción, sino parte del ADN de la universidad. «La universidad es una comunidad de alumnos y profesores que juntos buscan la verdad, con tutores asignados desde el primer curso. Y por eso tiene que ser innovadora: porque no hay dos alumnos iguales , y porque cada historia merece ser vivida plenamente», dice el decano.Andrés Marcio, junto a su madre, Beatriz, y el decano Pablo Velasco Quintana ABCBeatriz, mientras tanto, lanza un mensaje a otros padres en situaciones parecidas: «Al principio, lo que te sale es proteger. Que se quede en casa, que no corra riesgos. Pero para ser feliz hay que ser valientes . Y al final, compensa siempre».Y Andrés lo demuestra . Cada día. Con su risa contagiosa, su mochila al hombro y su forma luminosa de habitar el mundo .

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