Lo de noche de este jueves en el Teatro de la Zarzuela no fue un concierto. Fue una ceremonia religiosa en la que algo más de un millar de entregados fieles acudieron al templo musical y teatral para rendir culto a su ídolo, que responde al nombre de Raphael; «Yo sigo siendo aquel», reza una de sus canciones, y se ha demostrado una vez más que es un extraterrestre. No se explica si no esta enésima ‘resurrección’ de un artista que hace aproximadamente dos décadas tuvo que someterse a un trasplante de riñón y que hace escasamente seis meses se le diagnosticara un linfoma cerebral y tuviera que someterse a un duro tratamiento. Y todo esto con 82 años cumplidos, dice él –no hay razón para no creerle–, hace tan solo mes y medio. Y además con una voz asombrosamente fresca. No es que Raphael cante bien ‘para la edad que tiene’, no. Es que son muchos los cantantes que matarían por tener sus facultades (lógicamente la voz aparece algo velada y gastada, pero nada que le reste brillo) y su arte, igualmente envidiable. Hay sin embargo dos circunstancias que hacen dudar de su naturaleza extraterrestre ; ha reducido la duración de sus conciertos –el de la noche del jueves no llegó a las dos horas, cuando solían sobrepasar las dos horas y media– y tenía junto al piano una silla, desde donde cantó dos o tres canciones. ¿Será humano? Después de su reaparición en el Teatro Romano de Mérida –otro deslumbrante templo artístico–, era lógico que Raphael volviera al escenario del Teatro de la Zarzuela –«un teatro especialísimo para mí; fue el gran comienzo de todo lo demás», reconoce– Y es que allí, el 3 de noviembre de 1965 –pronto hará sesenta años– comenzó la leyenda del cantante de Linares , con un concierto histórico. «Aquella noche –ha recordado– tuve la sensación de conseguir un sueño, de haber logrado algo grande. La recuerdo como la noche más bonita de mi historia particular, y se me remueve algo por dentro cuando se acerca el momento de volver». «¡Soy el mismo! ¡El Raphael de siempre! », reivindicó en su interpretación de ‘Yo sigo siendo aquel’.Se notó. Nada más aparecer en el escenario, bajo una tormenta de aplausos, vítores y piropos de un público unánimemente puesto en pie se pudo ver cómo la emoción se asomaba a su rostro y una lágrima intentaba abrirse paso sin conseguirlo. La emoción es una peligrosa enemiga para la garganta de un cantante, pero es de suponer que el corazón de Raphael aceleró en ese momento sus latidos. Los espectadores, fieles, peregrinos, no pararon en toda la noche de mostrarle su cariño, su admiración, su devoción. En un palco del primer piso, el ministro de Cultura, Ernest Urtasun , seguía la corriente y se sumaba al entusiasmo general. Muy cerca de él, un voluminoso espectador arriesgaba su voz y su físico; contestaba a cada canción con gritos estentóreos mientras inclinaba su cuerpo por encima de la barandilla desafiando la ley de la gravedad. No era el único; una espectadora –podría decirse que ‘de mediana edad’– se adelantaba desde su asiento en el patio de butacas cada vez que concluía una canción y recorría el pasillo para aplaudir a su ídolo lo más cerca posible. Su rostro era lo más parecido a la felicidad. Y la tenían también los cientos de espectadores, que se ponían en pie cada vez que sonaba el acorde final de una canción; no fallaron en ninguna. Inundaron a Raphael con piropos, desde el más socorrido «¡Guapo!» hasta el más original que le espetó una señora desde la quinta fila del patio de butacas: «¡No hay otro como tú, hijo mío» o el también clásico: «¡Te queremos, Raphael!» . Alguien gritó en un momento determinado: «¡Viva Raphael!» y un coro unísono respondió: ¡Viva!» ‘Raphaelísimo’ es el título de la gira que ha emprendido el artista de Linares tras su obligado parón. Le esperan dos conciertos más en el Teatro de la Zarzuela –con las entradas ya agotadas– y luego seguirá por distintas ciudades. Diez músicos acompañan al cantante, que pasa revista a su amplísimo repertorio; Son sesenta años de carrera, pero es que además tiene un puñado de éxitos que para sí los quisiera el mismísimo Tom Jones (por citar a uno de sus ‘pares’). No exagero: ‘La noche’ (con el que empezó la velada), ‘Yo soy aquel’, ‘Yo sigo siendo aquel’, ‘Digan lo que digan’, ‘Mi gran noche’, ‘Hablemos del amor’. ‘Cuando tú no estás’, ‘Estar enamorado’, ‘En carne viva’, ‘Qué sabe nadie’ ‘Escándalo’, ‘Como yo te amo’… Por no hablar de sus versiones de canciones francesas –hay un precioso homenaje a Edith Piaf– o tangos. Lo dicho. Raphael –gracias a Dios– sigue siendo aquel. Y es un extraterrestre

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