‘Another Day. Another Night’: amar a Barbara Kruger, odiar a Barbara Kruger

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‘Another Day. Another Night’: amar a Barbara Kruger, odiar a Barbara Kruger

Pues claro que las palabras están cargadas de poder y sirven para someter y categorizar al otro. No hay más que ver a nuestros jovenzuelos ‘resignificando’ conceptos que en el pasado tuvieron un sentido peyorativo, otorgándoles ahora una capa de significado más positiva (y ahí los tienen ‘sirviendo coño’ o ‘por-el-culeando’. PEC ). Y si alguien se dio cuenta de esto hace ya unas décadas fue la norteamericana Barbara Kruger (1945). Nuestra palabra como campo de batalla (‘reestilizando’ uno de sus famosos lemas). Comenzó en los sesenta, aprovechando su experiencia profesional como diseñadora gráfica en revistas de postín, donde repara en el impacto visual de la composición y cierta información visual que ella traslada a sus obras más tempranas, los ‘paste-ups’ de los que su exposición del Guggenheim-Bilbao, la más amplia en España hasta la fecha, reúne un buen número (hasta 18): pequeños ‘collages’ a base de papel y tijera donde la ‘piedra’ la ponen los mensajes, su yuxtaposición con la imagen, las formas simples de las tipografías empleadas, la reducción cromática.Noticias relacionadas estandar Si Barbara Kruger en el Guggenheim Bilbao: el poder del lenguaje contra el poder Natividad Pulido estandar Si CRÍTICA DE: ‘Máscara y compás’, en el Centro Botín, la segunda emancipación de Maruja Mallo Javier Díaz-GuardiolaA partir de ahí, será una cuestión de escalas . El tamaño importa. Y sus instalaciones se irán haciendo más y más grandes para envolver al espectador en su crítica constante al poder, al consumismo exacerbado, a la diferenciación por cuestiones de clase, género, origen… La palabra, decimos, no solo importará por su contenido: también por su forma, y las fuentes de sus mensajes serán las del enemigo: la publicidad, los eslóganes políticos, la religión, en un deseo de poner en evidencia los mecanismos de control a los que nos someten y que moldean consciente o inconscientemente nuestra identidad, creencias y hasta lo que creemos que deseamos. De un lado para otroAcierta Lekha Hileman, la comisaria de la cita, una amplia panorámica de 50 años de trayectoria en la norteamericana que picotea en sus grandes series o formas de proceder, cuando singulariza el trabajo de Kruger frente a otros miembros de su generación atendiendo a dos cuestiones: de un lado, su capacidad para adaptar su obra (no tanto a los espacios, que también) como a los tiempos. Así, sus ‘collages’ de los inicios son ahora grandes collages digitales e instalaciones audiovisuales. Basta acercarse para comprobarlo a su famoso eslogan a favor del aborto en los ochenta ‘Your body is a Battleground’ (Tu cuerpo es un campo de batalla), pensado como pancarta para una manifestación, que en el museo bilbaíno se transforma en monumental pieza de vídeo. O sus obras en vinilo, que empezaron como pinturas, repensadas hoy cada vez que se adaptan a una arquitectura nueva. En el Guggenheim encontraremos ejemplos sobresalientes. Del otro, la pertinencia de los mensajes, lo suficientemente potentes para noquear de un vistazo al espectador; lo suficientemente esenciales para ser entendidos no importa la latitud; y lo suficientemente ambiguos para hacernos dudar si no fueron pensados para este mismo momento. Así, y aunque la responsable de la cita reconoce que la selección de obras es anterior a los delirios del segundo mandato trumpista (y en Donald Trump ha tenido Kruger una de las principales dianas de su ira en forma de arte), algunas de las piezas parecen pensadas específicamente para él: es el caso de ‘Untitled –con esta coletilla comienzan todos sus títulos– Our Leader’, con una marioneta como imagen principal. También ocurre con ‘Untitled (Remember Me)’ (de 1988, luego 2020, pero ¿cómo no pensar ante ella en ciberseguridad hoy?); o con ‘Untitled (Admit Nothing / Blame Everyone / Be Bitter), que encaja como un guante con el ‘y tú más’ o el ‘anda que tú’ actuales de nuestros políticos. Palabras mayores. De arroba abajo, detalle de ‘Untitled (Camino)’; sala con la pieza ‘Untitled (Ríe, por favor / Llora, por favor)’, y uno de los ‘paste-ups’, el titulado ‘Untitled. Worth Every Penny’ EFEHabrá además un último truco que se saque de la chistera esta prestidigitadora y es la de la traducción de las piezas (generalmente en inglés) que adaptadas a otro idioma se convierten en nuevas versiones. En este sentido, en Bilbao sobresalen dos: por ejemplo, esa nueva versión de ‘Sin título (Ríe, por favor / Llora, por favor)’; o en ‘Verdad’, un vinilo inmerso con esta palabra en español cuyos tonos se difuminan dejando claro que el suyo no es un concepto inmutable. Y sobre todo en la pieza de suelo ‘Untitled (Camino)’, específica para el museo, para el contexto vasco, que incluye el castellano y el euskera recogiendo frases de autores fetiche para Kruger (Kafka, Poe, Baldwin…) , que esta vez en tonos verdes que sacrifican el habitual rojo marca de la casa, abraza todas las salas de la exposición desde el exterior.Asumamos ya que no es esta una retrospectiva de Barbara Kruger, aunque sí una de sus muestras más ambiciosas en Europa. De hecho, al ‘grupie’ de la artista, quizás, por número de propuestas, puede que se le quede corta. Pero ayuda a levantar el ánimo la propia arquitectura del Guggenheim, que sirve de palanca para elevar la monumentalidad de los resultados. Ocurre con ‘Untitled (Forever)’, encuentro en la misma sala de la crítica al machismo desde Virgina Woolf ; reflexiones sobre el futuro, en el suelo, de la mano de Orwell; la poesía de una de las cartas de San Pablo a los corintios, o los juegos de palabras en torno a la guerra –en español– o los finales más o menos felices –en vasco–. También con ‘The Globe Shrinks’ en un lucernario o el suelo ‘Nuestra gente es mejor que la vuestra’, en la misma sala.Y liberada del lastre de tener que hacer una lectura cronológica, la comisaria se puede permitir el lujo de comenzar el recorrido casi por el final, otra pieza icónica de la estadounidense ‘Untitled (I Shop therefore I am) que por obra y magia del vídeo-collage altera su eslogan, mientras se rodea en sala de hasta 10 composiciones (ahora en ‘collage’ analógico) con infinidad de imágenes encontradas en Internet y que imitan el estilo de la creadora, lo que anima a reflexionar sobre plagio o el concepto de autoría. De hecho, algunas han acabado como eslóganes de mil y una camisetas. Soporte con el que hace caja la artista, previo pago de 40 euros, si se obtienen en la tienda del museo.Y es que las contradicciones del capitalismo son aplicables a Kruger, preocupada con que su obra ‘Another / Another’, fuera del Guggenheim, en una de las líneas del tranvía de la ciudad, no sea entendida como proyecto artístico sino como campaña publicitaria. Pero ahí está también su grandeza, pues activa en todo momento nuestra capacidad crítica.Barbara Kruger ‘Another Day. Amother Night’. Museo Guggenheim. Bilbao. Avda. Abandoibarra, 2. Comisaria: Lekha Hileman. Patrocina: Occident. Hasta el 9 de noviembre. Cuatro estrellas.Reconozco, en ese sentido, que mi obra favorita está al final del recorrido, superadas todas las monumentales o las piezas en vídeo (más flojas) o sonoras (que llegan hasta el baño o la tienda: Kruger puede llegar a ser muy ‘decorativa’ si quiere): se trata de la multicanal ‘Pledge, Will, Vow’, tres pantallas en las que se van sobreimpresionand o los textos de los votos matrimoniales en una, las palabras habituales en un testamento en otra, y el juramento repetido por todos los niños norteamericanos para ensalzar su orgullo nacional en la última. En el momento en el que las palabras clave son sustituidas por otras somos conscientes del resbaladizo suelo sobre el que nos movemos. Odiar / amar / comprar / negar a Barbara Kruger. Ustedes deciden.

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