Aquí se viene a revivir la Segunda Guerra Mundial , a disfrutar… y a sudar. Y mucho. El pueblo de Silviella , en el concejo de Belmonte de Miranda (Principado de Asturias), bulle de vida y sofoco. Casi treinta grados de un calor húmedo que empapa al visitante, pero que, como París, bien valen una misa. Todo es poco para gozar de la recreación histórica que, cada año, organiza la ‘ Asociación Histórico-cultural ARHEM ‘; un evento –’Normandía 44’– que busca devolver al público a los tiempos del Día D , allá por junio de 1944, de la mano de casi dos centenares de participantes, vehículos de época y una batalla como colofón… Figurada, no se preocupen.Los dos hospitales, durante el montaje RAMÓN OLMOSABC ha vivido el evento desde dentro el 21 y el 22 de junio, y de la mano de uno de los grupos que invierten tiempo, esfuerzo y dinero con un objetivo claro. «Nos gusta este mundillo, eso no se puede negar, pero buscamos recordar la historia para que no vuelva a repetirse». El tono de Óscar Chacón Pulido , de la asociación ‘ Army Nurse Corps S. V. ‘, suena cansado; lógico, pues acaba de recorrer casi novecientos kilómetros en furgoneta desde Murcia para participar en ‘Normandía 44’. «Hemos salido a las dos de la madrugada, había que traer todo el material por carretera», afirma.Recrear ángelesDurante doce horas, el grupo ha custodiado con celo el gigantesco ‘display’ que montan en los eventos: un colosal hospital de campaña estadounidense similar a los que salpicaban el frente en la Segunda Guerra Mundial. «¿Que por qué recreamos el cuerpo sanitario ? A la mayoría les gusta representar a los soldados, que son también necesarios, pero nosotros queríamos recordar a las personas que arriesgaron su vida por sanar a otras», explica el murciano. No es médico, tampoco enfermero, pero sí un convencido de que estos facultativos insuflaban esperanza en los combatientes cuando se hallaban a las puertas de la muerte. «Para mí, eran auténticos ángeles», finaliza.Noticia Relacionada estandar Si Dos semanas de recreación extrema como soldado de la IIGM: sin móvil, sin ducha y con hambre Manuel P. VillatoroDebería ser la enésima vez que montan el ‘display’, pero Chacón está hoy más emocionado de lo habitual; incluso «algo nervioso». Y es que, después de años de eventos, su grupo va a inaugurar una nueva fase de este proyecto: «Ahora contamos con dos campamentos. Uno es de 12 metros de largo; el otro, de 16». El más grande, dice, representa «la zona de primeros auxilios y un quirófano»; el segundo, la tienda en la que descansaban los heridos. Aunque queda todavía un buen rato para que el público pueda disfrutarlos. Porque sí, la recreación histórica también implica muchas horas de preparación, descarga de aperos, trabajo previo…. y sudores intensos.Dorna muestra la zona de cirugía a unos visitantes RAMÓN OLMOSMientras Chacón prepara el material llega el resto del grupo: una docena de miembros de ‘Army Nurse Corps S. V.’ prestos para el trabajo. La logística es clave, y al frente de la misma se halla Dolores Encarnación Navarro Zambudio . ‘Dorna’, como todos la conocen, dirige en primer lugar el montaje de las pesadas lonas de las tiendas y, una vez listas, la organización del material interior. Todas las piezas, desde la jeringuilla más minúscula hasta las camillas, son de época o reproducciones exactas de las originales. La idea, sentencia la murciana, es que «el visitante se traslade a los años cuarenta». No puede haber error, cueste el dinero que cueste. «¿El valor? Un piso o dos coches nuevos. Pero merece la pena», añade Chacón.Chacón, vestido como sanitario de la IIGM RAMÓN OLMOSUnas horas de descanso después arrancan las visitas al hospital. Por su interior desfilan decenas de visitantes ávidos de conocer los pormenores de la medicina en la IIGM. Y nosotros nos unimos a la primera. «Los heridos llegaban tras ser recogidos por los sanitarios en el campo de batalla. Estos centros solían estar a unas diez millas del frente», explica Dorna, una verdadera enciclopedia. Primero pasaban por la zona de triaje, dónde se les tomaban los datos, muestras de sangre y se les estabilizaba. Nuestra cicerone, ya ataviada con ropa de época, muestra una infinidad de piezas con ocho décadas de antigüedad: dosis de morfina, botes con medicinas… «Si se consideraba que había que operarle, se pasaba al quirófano, que está allí», afirma.Dos zonasEn esta zona del hospital era donde se llevaban a cabo las operaciones más delicadas. Los ojos se nos van a una mesa de instrumentos originales. «Aunque cada vez se hacían menos, había tres formas de amputar un miembro: con esa sierra –lo que podía astillar el hueso–, con un cuchillo normal o con un hilo similar al que se utiliza hoy para cortar tubos», sostiene Dorna. En lugares como el que pisamos se podían llevar a cabo hasta ochenta intervenciones en una jornada de batalla . «A veces, cuando no quedaba aguja e hilo para coser a los pacientes, se utilizaban imperdibles como estos para cerrar las heridas», sentencia.Arriba: parte del grupo Army Nurse Corps S.V. Debajo, de izquierda a derecha: otros miembros del grupo y Chacón RAMÓN OLMOSUna vez operado, el paciente era llevado a la tienda de recuperación. «Se quedaban como máximo tres días antes de marcharse», sentencia Dorna. En estos años, el grupo se ha hecho con todo el equipamiento necesario para recrear este espacio; desde camastros, hasta pijamas. «Allí está la zona de afeitado. Y hasta tenemos un saco de dormir del conflicto. Ellas dormían en una tienda aparte; esa será nuestra siguiente ampliación», completa. A las enfermeras, explica Zambudio, se les pedía que estuviesen siempre arregladas: «Es lógico, su rostro era lo último que muchos soldados iban a ver antes de morir». Algunas de ellas, insiste, fueron condecoradas por su valentía en el frente. «Estaban muy cerca de la batalla y, llegado el momento, también corrían peligro», completa.Noticias relacionadas estandar No La flota que nunca existió y sembró el pánico en el Ejército de EE.UU. Israel Viana estandar No Rápido y letal: el olvidado supertanque con el que España quiso sorprender a Europa en 1981 Manuel P. VillatoroEn Silviella no se juega a la guerra, sino que se honra la memoria. Bajo un calor de justicia y de la sombra de las lonas de las tiendas late la memoria de quienes vivieron y murieron en 1944 . Y también el compromiso de unos apasionados que muestran a los cientos de visitantes la otra cara del conflicto: la de los sanitarios. Dos días después comienzan el desmontaje. Los recuerdos vuelven a las cajas listos para ser desembalados en el próximo evento. Es caro, sí, y también trabajoso, pero todo vale para rememorar una de las mayores tragedias de la historia… y que no vuelva a repetirse.

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