Norris corona la exhibición de McLaren y Alonso firma un loable séptimo puesto

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Norris corona la exhibición de McLaren y Alonso firma un loable séptimo puesto

La Fórmula 1 tiene estos ritmos. Cuando un coche domina, poco pueden hacer los demás para anular la ventaja diseñada en las fábricas. Lando Norris coronó en Austria la exhibición de McLaren, tan superior el equipo británico, con Oscar Piastri segundo en un doblete sin réplica. Fernando Alonso acabó séptimo y Carlos Sainz no pudo ni empezar la carrera, atrapado en un Williams en llamas.En Austria, con las montañas del Tirol al fondo, cae un sol de justicia que pone en alerta a pilotos y escuderías de la F1. El gran premio amanece con un lamento: Carlos Sainz trata de arrancar el coche Williams que dice no en la casilla de salida. «Se me ha enganchado la primera marcha», dice el piloto madrileño por la radio. Está en el penúltimo escalón, mala clasificación el sábado, y la situación parece desoladora cuando se acercan los auxiliares con idea de empujar el coche.Sainz arranca antes de que toquen su Williams, da una vuelta de formación en solitario y se dirige al ‘pit lane’ para salir desde allí por la penalización que conlleva haber recibido ayuda para arrancar.No es el día de Sainz. Hay fuego en las entrañas del Williams, los frenos arden, los extintores avanzan en dirección al monoplaza azul y el asunto acaba con la retirada del español, arrastrado su coche por los mecánicos del equipo británico.La carrera se escribe en ese primera franja temporal, con la salida retrasada y un vuelo rasante del novato Antonelli, de nombre Kimi, que después de perder el control del Mercedes se lleva por delante a uno que parece que nunca padece, Max Verstappen.El cuatro veces campeón, vigente defensor del título que no va a renovar este año salvo milagro, protagoniza una imagen inusual. Tiene que salir del coche, pedir explicaciones a Antonelli al que ha llamado «idiota», viajar en moto hasta el paddock y pasear penitente frente a las cámaras de televisión, que buscan el momento con lógico interés. La legión de aficionados naranjas en las gradas, grandes viajeros los neerlandeses, resopla decepcionada. Tampoco es el año del iracundo holandés.Ganar procura un mundo de satisfacciones, pero también genera un pozo de problemas. El éxito no es solo sonreír. El dilema se ve claro en el rostro de Andrea Stella, el patrón de McLaren, que da respingos continuos en el muro de la escudería papaya porque sus dos pilotos, Norris y Piastri, se han enfrascado en una pelea potente por la victoria en Austria y por los puntos del Mundial.La regla no escrita dice que dos compañeros de equipo pueden luchar pero dándose distancia, sin poner en peligro la integridad de ningún coche. Norris y Piastri cumplen de aquella manera, sobre todo el australiano en un andanada que casi impacta en el británico.La superioridad de los McLaren es total, casi medio segundo por vuelta al mejor de sus competidores, Ferrari. En un circuito tan corto como el austriaco, los doblajes empiezan antes de la mitad de la carrera.Fernando Alonso navega en esa frontera anodina que es el décimo puesto, el que reparte el primer punto. Es meritorio el entusiasmo del piloto español después de media vida en la F1, pero sabe a poco, a nada realmente, esa lucha en tierra de nadie.Hamilton sigue sin entenderse con los estrategas de Ferrari. No es un año de ensueño, ni mucho menos. «¿Ten lento voy? Yo veo bien los neumáticos. No quiero parar», dijo por la radio. Y lo que recibió por respuesta fue casi una orden. «Box, box, box».El final de carrera fue igualmente apretado, como el inicio. Norris y Piastri volvieron a encontrarse en la cabeza de carrera. «Necesito más velocidad, ayuda por favor», reclamó Norris por la radio. Piastri no se aceró lo suficiente y el británico pudo celebrar.

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