A Tebas, la ciudad que rivalizó con la egregia Esparta en sus momentos de gloria, la altanería le costó un réquiem. En el 336 a. C., sus líderes aprovecharon la muerte de Filipo II para alzarse en armas contra la vecina Macedonia. Craso error, pues el sucesor del fallecido, el joven Alejandro Magno , respondió con una campaña militar que terminó con la destrucción inmisericorde de la urbe griega tan solo un año después. «Sus ciudadanos no eran conscientes del peligro al que se estaban enfrentando. Hacía tan solo cincuenta años que habían sido una potencia militar, se sentían seguros tras sus murallas y pensaban que, en caso de derrota, el adversario sería magnánimo con ellos».El que habla es Victor Davis Hanson, y lo hace recién levantado y armado con una taza rosa repleta de café; como para perdonar el negro combustible a las siete de la mañana. El veterano historiador y analista militar confirma a ABC que el error de los tebanos fue confiar en que era imposible que su ciudad y su cultura desapareciesen para siempre. «¡Se creían invulnerables!», asevera. Pero la realidad les demostró que los colosos también caen, aunque hagan más ruido al chocar contra el suelo. Y la lección, asevera, pervive más de dos milenios después: «¿Que si podemos acabar igual? China ha hecho varias simulaciones en las que se ve cómo lanzan una bomba atómica sobre Japón y reducen el país a cenizas».Noticia Relacionada estandar Si Habla un Capitán de Fragata español: los secretos de la guerra naval que perviven desde hace un siglo Manuel P. Villatoro Los avances armamentísticos, las nuevas estrategias de bloqueo y los errores de la oficialidad alemana que se sucedieron entre 1914 y 1918 sirvieron de guía para las armadas actualesDice Hanson que la historia es cíclica; o, como mínimo, que tiene tendencia a repetirse. Por eso, su nuevo ensayo, ‘El fin de todo’ (Ático de los Libros), analiza cómo la guerra ha terminado con cuatro civilizaciones que se consideraban invulnerables: la Tebas clásica, la Cartago que desafió a Roma, la majestuosa Constantinopla y el poderoso imperio azteca. Aquellos días, cree el historiador militar, tienen muchos ecos y otras tantas similitudes en nuestros días. Y eso es así, aunque duela verlo. «He contado hasta treinta ocasiones en las que diferentes políticos rusos han dicho que, si eran derrotados en Ucrania, utilizarían armas nucleares sobre sus enemigos. ¿Realidad o no? Difícil saberlo, pero es posible», añade.Pecados capitalesTono solemne, frases lapidarias y ni un rubor a la hora de hacer comparaciones entre el ayer y el hoy. Hanson habla de los pecados capitales que las civilizaciones perdidas repiten desde hace siglos. Y el primero, sostiene, es el de la confianza. «Todas estas sociedades desconocían lo impopulares que eran entre sus aliados. Cartago , por ejemplo, estaba convencida de que los macedonios les ayudarían con un ataque sobre la Roma republicana, pero no fue así. Y en Constantinopla pensaban que, llegado el momento, el Papa o los reinos de Europa Occidental les enviarían refuerzos, sentencia. Pero no fue así.Algo similar le sucede en la actualidad a países como Irán. «¿A que parecía que tenía muchos aliados antes de empezar la guerra? Pues luego se ha quedado sola. A uno de sus grandes valedores, China, solo le interesaba que el estrecho de Ormuz permaneciera abierto. Y Rusia, como país exportador de petróleo que es, no ha entrado en el conflicto para continuar enriqueciéndose», sentencia. Irán, dice, «se ha salvado por decisión de Occidente».Victor Davis Hanson ABCCon todo, añade Hanson, lo de la soledad no es solo cosa de Oriente Próximo : «A Estados Unidos le podría suceder algo parecido, aunque su problema es la erosión de su sistema interno, desde la economía hasta la moral. Es algo que también sucedió en Grecia, y por eso cayó ante Alejandro», completa.El segundo pecado que condenó a estas sociedades fue la imprudencia. «No eran conscientes, o no querían serlo, del peligro al que se enfrentaban. Tebas debería haber entendido que la grandeza de la era de Epaminondas había terminado. Y Constantinopla , que llevaba dos siglos en decadencia, desde la Cuarta Cruzada», completa. Los aztecas, por su parte, cometieron el error de «recibir con los brazos abiertos a Hernán Cortés convencidos de que, en caso de guerra, acabarían con él». Y los cartagineses no vieron a su verdugo, Escipión Emiliano, como un general sediento de venganza. «Hoy pasa lo mismo. Las sociedades deben ser conscientes del peligro. En Irán, por ejemplo, había hasta hace poco un reloj que marcaba la hora de la destrucción de Israel», finaliza.Terminar hecho cenizasImposible negar las similitudes que expone don Hanson. Pero, quizá por buenismo occidental, todavía nos rechina que un país pueda terminar arrasado hasta los cimientos. ¿Lo ve posible?, preguntamos. Él encoge los hombros. «Depende de sus recursos, de su situación geográfica y del adversario que pretenda su destrucción», responde. Armenia, por ejemplo, tuvo la mala fortuna de lindar con el Imperio Otomano , y eso provocó dos millones y medio de víctimas. Aunque el caso más sangrante es el de Israel, cercada por toneladas de enemigos. «Les podría suceder lo que pasó con Cartago. En el 149 a. C. la clase senatorial romana estaba obsesionada con destruirla, y lo hicieron a pesar de que la urbe intentó negociar», completa.Noticias relacionadas estandar No Historia negra de España La sangrienta revolución con la que el PSOE quiso fulminar a la II República Manuel P. Villatoro estandar Si Indestructible y letal El fusil que ha arrebatado más vidas que las bombas atómicas Manuel P. VillatoroCon todo, Hanson también defiende que la victoria la obtienen los mejores ejércitos. «¿Por qué 1.500 españoles hicieron caer a los aztecas? Además de por las enfermedades y los aliados, porque no había sobre la faz de la tierra una fuerza más letal que los hidalgos castellanos», finaliza. Una buena forma de terminar: con una referencia velada al gasto en defensa… ¿O quizá no?.

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