Donald Trump ha conseguido este jueves la que es con probabilidad la victoria de más calado de su joven pero turbulento segundo mandato: el Congreso ha aprobado su gran apuesta legislativa , su enorme ley fiscal y de gasto, la ya célebre ‘One, Big, Beautiful Bill’ (‘Una, grande y bella’).La ley servirá como armazón de su agenda política y económica , con rebajas de impuestos y miles de millones destinados a sus prioridades, como la ejecución de sus medidas migratorias o el refuerzo del presupuesto militar.Ha sido una victoria por la mínima y muy trabajada para Trump, que ha tenido que usar todas sus armas de presión -en público y en privado- para doblegar a los republicanos díscolos. Sin embargo, después de una semana dramática en el Congreso -tiras y aflojas, enmiendas para ganar votos, amenazas, sesiones de madrugada-, la Cámara de Representantes ha votado por fin la ley este jueves pasadas las dos de la tarde (ocho de la tarde de España).Noticia Relacionada Nueva ronda de contactos estandar Si Putin le dice a Trump que «no dará marcha atrás en sus objetivos» en Ucrania javier ansorena Pese a que el líder ruso se ha reivindicado como el gran obstáculo para conseguir la paz en Ucrania, Trump ha rechazado aumentar la presión frente al presidente ruso y le ha tratado con tactoEl resultado ha sido de 218 a favor y 214 en contra , con toda la bancada demócrata en oposición. La mayoría republicana solo se podía permitir tres votos en contra de sus diputados, pero los conservadores consiguieron mantener las filas prietas y cosechar solo la oposición de dos de los suyos. Los miembros del partido de Trump lo celebraron con gritos de ‘U-S-A, U-S-A’.«Las políticas de crecimiento de esta legislación histórica van a permitir un ‘boom’ económico como nunca hemos visto», ha reaccionado la portavoz de Trump, Karoline Leavitt, que ha defendido que la firma de la ley, que el presidente estampará el viernes en la Casa Blanca, introduce al país «oficialmente en la Era Dorada de EE.UU.» . El gran mérito fue de Trump, que presionó de todas las maneras a los republicanos díscolos. Tanto en la votación en la víspera en el Senado como en la del jueves de la Cámara. «¿A qué esperan los republicanos? ¿Qué tratáis de demostrar?», abroncó a sus aliados en la Cámara Baja al comienzo de la madrugada del jueves, cuando algunos miembros de su partido daban la sensación de no querer sumar sus apoyos. «MAGA no está contento» , dijo en relación a sus bases, con el lema de ‘Make America Great Again’ (‘Hacer a EE.UU. grande otra vez’). «¡Y os está costando votos!», añadió.Poco después, ya entrada la madrugada, volvió a la carga, en un mensaje lleno de mayúsculas: «Esto debería ser un voto afirmativo fácil. ¡Ridículo!» . Hubo muchos más mensajes privados, llamadas telefónicas, reuniones con los díscolos, en una ofensiva por tierra y aire que al final consiguió el objetivo.Semana de alta tensiónLa votación culminó una semana de alta tensión en la que Trump demostró una vez más que tiene un poder casi dictatorial sobre el Partido Republicano . Porque la redacción de la ley planteaba muchas dudas para muchos de ellos e incluso sobrepasaba líneas rojas que algunos legisladores insistieron en que no cruzarían. No osbtante, todos -o casi todos, los suficientes para aprobar la ley- acabaron hincando la rodilla ante el presidente.Los republicanos tienen mayorías escasas en las dos cámaras del Congreso, y un puñado de deserciones republicanas habría hecho descarrilar la apuesta legislativa de Trump. Su texto provocaba rechazo para algunos de su partido por dos cuestiones muy diferente. Por un lado, para los ‘halcones’ fiscales es muy difícil aceptar una ley que, según la Oficina Presupuestaria del Congreso, añadirá 3,3 billones de dólares al déficit desbocado de EE.UU. Eso se debe, en esencia, a que la ley extiende las rebajas impositivas aprobadas por el Congreso en 2017, en el comienzo del primer mandato, y no reduce con suficiencia el gasto.Y aquí viene el segundo gran problema: donde hay recorte de gasto significativo -aunque de lejos insuficiente para compensar la pérdida de ingresos fiscales- es en programas asistenciales de los que depende los estadounidenses de rentas más bajas. Por ejemplo, los recortes en Medicaid -la cobertura médica de personas de bajos recursos-, que provocarán que 11,8 millones más de estadounidenses se queden sin seguro. O la disminución del programa de cupones alimenticios. Algunos republicanos -sobre todo de los estados más pobres- defendieron que esas reducciones en las ayudas eran inasumibles . Los apoya una realidad que podría pasar factura en el futuro al partido: Trump y los republicanos son, cada vez más, la opción política de las clases medias y bajas, de los estadounidenses sin estudios universitarios y crece su peso entre las minorías raciales -en especial, hispanos y negros- que también están en la franja socioeconómica más baja .Los dos únicos republicanos que votaron en contra pertenecen a cada uno de esos grupos. Thomas Massie , de Kentucky, es uno de los pocos conservadores que nunca cede en responsabilidad fiscal. El otro, Brian Fitzpatrick , de un distrito moderado de Pensilvania, ha mostrado dudas sobre el impacto en Medicaid.La posición de Trump y de los republicanos es que esa estimación de aumento del déficit no se cumplirá por el «crecimiento» económico que provocarán las rebajas impositivas. Y que los recortes a los programas asistenciales solo eliminan «fraude, abuso y derroche». Y que el gasto refuerza prioridades que son populares en sus votantes: más desembolso militar y 175.000 millones de dólares para la mano dura migratoria de Trump, desde la seguridad de la frontera a ejecutar la promesa del «mayor programa de deportación de la historia».Oposición demócrataLos demócratas, por su parte, han combatido con ferocidad la ley , a la que han calificado de «radical», de un fraude para bajar impuestos a los más ricos que perjudica a los más pobres. Y, también, con teatralidad.Su líder en la Cámara de Representantes, Hakeem Jeffries, buscó atraer la máxima atención posible con algo que nunca falla: un discurso maratoniano . De hecho, rompió el récord para la intervención más larga en la historia de la Cámara Baja de EE.UU.: habló durante 8 horas, 44 minutos y 25 segundos, por encima de las 8 horas y 32 minutos del que fue presidente de la Cámara hasta 2023, el republicano Kevin McCarthy.Sin embargo, el alarde físico y oratorio de Jeffries solo sirvió para retrasar la victoria de Trump. «Se tarda más en construir una mentira que en decir una verdad simple» , le respondió el presidente de la Cámara, el republicano Mike Johnson, antes de cerrar el debate y abrir la votación. Pocos minutos después, Trump se embolsaba una victoria decisiva. Y que podría definir, en un sentido u otro, en función del impacto que tenga la ley en EE.UU., el futuro político de los republicanos.

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