Carlos Alcaraz temía la derecha vertiginosa de Andrey Rublev, que suelta cuando se encuentra cómodo en la pista y en la hierba todavía es más peligroso. Hacía bien en advertirlo porque el ruso atacó con esa arma. Pero está el español haciendo suya esta alfombra mágica donde vuela y es superior. Con tranquilidad, con control, todo está en su mano, todo pasa por él, por el cuándo y el cómo decida dar el paso adelante. Con la derecha en esta ocasión, o con la dejada en otra, o con todo a la vez en la que sea. Un estado superior para derribar cualquier muro, cualquier estrategia, cualquier rival. Son 22 triunfos consecutivos con esa misma táctica: calma, jugueteos, paciencia, incluso con un set en contra, y ese momento clave para sacar de la chistera lo que escondía y el rival esperaba no ver, no sentir, no sufrir. Da igual, Alcaraz es más, desde hace 22 partidos en la temporada, desde hace 18 en esta pista central de Wimbledon. Que volverá a pisar el martes, ya en cuartos, ante Cameron Norrie.Wimbledon Octavos Carlos Alcaraz 6 6 6 6 7 3 4 4Hay lluvia y truenos y sol y calor y más lluvia y más sol en esta jornada de domingo en Wimbledon que desde hace años ya no es de descanso. Al contrario, hay actividad por todos los rincones, en todas las pistas, aunque se para la atención a eso de las 18.00 horas en Londres, llena la pista Central, y techada, para ver el duelo de dos derechas vertiginosas, las de Carlos Alcaraz y Andrey Rublev. Son las protagonistas de un partido de altísimo voltaje, cuyos ‘drives’ resuenan como los truenos de antes del partido, y como los descorches de las botellas de champán que saltan aquí y allá en las gradas.Esto es Wimbledon y mientras unos celebran la tarde de domingo con fresas y copas, Alcaraz padece la velocidad de piernas y de manos de Rublev, ligerísimo en el inicio del encuentro y con la tarea bien aprendida: salir a morder, con la derecha, sin dejar respirar ni pensar al murciano, que anda un poco intranquilo todavía con su servicio y concede más errores de la cuenta. Incluso para ceder una primera rotura en el tercer juego, peligro ante el ruso, que además de derecha, también tiene catapultas en forma de brazo para ese primer golpe.«Vamos, Charly», se anima el dos del mundo con un 15-30 a su favor. Empieza a soltar la derecha y a cerrar la cuenta de errores, y a esperar que el atino del ruso baje. Que bajará. Y no tarda mucho. Dos errores de bulto con la volea y el español recupera el ‘break’, la respiración y el control. La presión, ya decía el murciano, la tienen los rivales, no él. Porque es un 4-4, pero la sensación ha cambiado. Que Rublev ha salido como un ciclón y le ha llegado a esa rotura momentánea, y Alcaraz se mueve cada vez mejor, más seguro, más liviano, más a punto de romper el saque a su rival en el noveno juego. No cede el ruso en esa ocasión, pero el español ya está pensando en la siguiente.Desde la marcha de Federer, por ejemplo, se han dejado de escuchar los ‘ooooh’ suaves y alargados que acompañaban a alguna de sus maravillas en esta pista; con Alcaraz, Wimbledon reacciona como impacta el español, un ‘¡EH!’ grave, duro, seco, en aplauso cuando suelta esa derecha que se ve a duras penas desde la grada y el rival nota como un misil. Así intenta terminar el murciano el primer set, con misiles en el ‘tie break’ al que confluye este duelo de derechas. Tres de ellas no tienen respuesta y Rublev no encuentra atino ante la defensa pétrea del murciano, que convierte un ‘mini-break’ en la excusa para levantar el puño y a la grada de sus asientos. Aun así, no le vale al español, que tiene todavía mucho por mejorar con su servicio (7 ‘aces’, sí, pero un 67 % de efectividad, por un 79 de su rival) y a un ruso espídico al otro lado que lo atosiga desde el resto y celebra con más énfasis todavía desequilibrar el primer set a su favor en 53 minutos. Toca reconducir la ruta.No parece alterarle en exceso al español, que se dedica a juguetear con la pelota mientras espera que Rublev regrese del baño. No titubea con su servicio y busca opciones al resto, intentando llevar la derecha más allá que su rival. Pero cuesta. Las dejadas no llegan bien y desde el fondo el ruso es un muro, envalentonado con ese primera parcial en su zurrón. Activa el español el modo red, que le ha servido de mucho en las rondas anteriores, con un nada despreciable 67 % de puntos logrados en esa zona. Y se sigue animando, sube el porcentaje de primeros (70 % dentro), y sabe que en algún momento llegará la oportunidad. Se la va a inventar. En el octavo juego. Con dos restos de derecha, claro, y un poner una bola más al otro lado para que el ruso tiemble. Una doble falta. Rotura y set.Este es Alcaraz, el que ya no se altera ni se despista ni se desconecta. Ni aunque el rival celebre como un triunfo un set, porque él es el que celebra la victoria final. En esa rotura que significa el cambio de paradigma. Es solo un set iguales, pero ya no lo es. Es una puerta abierta a la valentía y el control del español, que se saca un bote-pronto para cerrar el 6-3 para deleite de la grada, y es una puerta abierta a las dudas en el ruso. La presión de la que hablaba Alcaraz. Con la que convive él desde hace tiempo, y ha aprendido a manejar a su antojo; la que sacude a los rivales incluso cuando, simplemente, el marcador luce un empate.No hay alteraciones de ningún tipo en el español, salvo para estirar de vez en cuando el hombro derecho, que hace malabares con la raqueta cuando logra el 2-2 y pasea de lado a lado sin prisa ni aparente preocupación. Como si supiera algo que el rival todavía no sabe. Y eso pone nervioso al ruso, que tantea y tantea, hasta lograr una bola de rotura en el sexto juego, pero ha dejado de encontrarse cómodo en la pista porque Alcaraz ni siente ni padece, y saca un ‘ace’ para levantar el peligro. Lo que sabía Alcaraz y le escondía a Rublev son tres derechas que desequilibran el set en el séptimo juego. Una, potentísima, la utiliza para superarlo con un passing paralelo; la siguiente, para un resto a la línea, y la tercera, para otro passing cruzado con el que deshace el empate, inclina el marcador hacia su lado y al rival hacia el suelo. Certifica el set a base de primeros, quién lo diría, y encarrila hacia cuartos con, por fin, una dejada exacta.Es, como suele pasar en los últimos encuentros, 22 con este, es un como y cuando quiere Alcaraz. Esas tres derechas que sabe que tiene y que el rival se escuda en no verlas, en intentar pensar que no están ahí, que no las sacará, que las podrá responder. Son tres derechas ante Rublev, o tres dejadas, o tres reveses. Es un nivel más, salga de donde salga, que conlleva el mismo resultado: Alcaraz en la siguiente ronda.Tres derechas que acaban por desnortar a Rublev, de la euforia a la rabia cuando vuelve a temblar y cede su saque en el cuarto juego del cuarto set. Esa tranquilidad con la que Alcaraz se mueve en esta pista es lo que intranquiliza a los rivales. Y subido ese puntito de nivel, cuando ha querido y como ha querido, ejerce de número 2 para sentenciar, que se está haciendo ya tarde. Deja que el ruso se lleve un juego más, y el aplauso por su espectáculo, por su entrega, por su implicación en hacer de esta tarde una lluvia de meteoritos con el eco del techo cerrado. Y levanta los brazos tras un último turno de saque en el que confirma que los ejercicios están dando sus frutos. Porque si además de todo el servicio también está llegando a su nivel…»Es uno de los rivales más potentes. Es muy difícil enfrentarse a él porque te pone al límite en cada pelota, haciéndote correr de lado a lado. Creo que he jugado un tenis inteligente hoy y estoy contento de haber pasado», comentó después. «El tenis puede cambiar en un solo punto. Y hay que estar ahí todo el rato, fuerte mentalmente. Sabía que podía jugar mejor. En el primer set hubo un par de oportunidades y había que seguir ahí. A partir del segundo las cosas han cambiado y he podido jugar más limpiamente».

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