Todo comenzó con un titular rotundo: «Feijóo promete no gobernar con Vox». Después pasé de promesa a compromiso: «Feijóo se compromete a no gobernar con Vox». Más tarde, el compromiso era ya solo una aspiración: «Feijóo aspira a no gobernar con Vox». Los titulares iban bajando en intensidad y comenzaba atener la sensación de que iba a terminar diciendo que «a Feijóo le encantaría no gobernar con Vox», que «Feijóo pide a San Judas Tadeo un gobierno con pocos ministros de Vox» o directamente que «Feijóo se congratula de que Orban no vaya a ser su vicepresidente». He de decir que las dudas no las tenía solamente yo sino media sala de prensa. Y posteriormente confirmé que también la mayor parte de las tres mil personas que llenaban el auditorio y que se preguntaban unas a otras: «Oye, ¿lo ha dicho o no?».Juzguen ustedes mismos. Lo que dijo es esto: «Responderemos con un gobierno estable sostenido por una mayoría parlamentaria que solo se puede construir desde el espacio de la centralidad». Y siguió: «Yo quiero un gobierno en solitario. El único gobierno en coalición que ha habido hasta la fecha no ha funcionado y yo no quiero darle a mi país los mismos espectáculos que vemos cada martes en el consejo de ministros. Creo que donde hay que trabajar es en conseguir las alianzas en el congreso. Primera pregunta respondida. Segunda pregunta: ¿Vamos a establecer un cordón sanitario a Vox como nos pide la izquierda? No. Vox es la tercera fuera política de este país, sus votantes merecen un respeto y yo no estoy dispuesto a arrinconarles». Parece claro que, más allá de la intensidad de lo expresado, Feijóo no contempla un gobierno de coalición con Vox, aunque sí pactos de legislatura. Esto, por cierto, es lo mismo que quiere Vox, que, aunque sobrerreaccione y de a entender lo contrario, no tiene ningún interés en quemarse en la gestión. Así que blanco y en botella.Noticia Relacionada estandar No Los diez compromisos prioritarios de Feijóo para sus primeros 100 días si llega al Gobierno Á. A. Regeneración democrática, un plan de vivienda, aliviar la presión fiscal… son algunos de los puntos claveEsta pregunta era la clave del Congreso. Pero no fue lo único importante que vimos en la última jornada. Lo más llamativo, como hemos venido reseñando, es la recuperación simbólica de Aznar por parte de Feijóo. El momento que estamos viviendo es similar al de la etapa 1993-1996, con un gobierno aislado y ahogado por la corrupción y la falta de apoyos y un PSOE en descomposición. Fue en esas circunstancias en las que Aznar llegó al poder, y lo hizo con un ideario de centro reformista de amplio espectro que daba cobijo a liberales, conservadores y democristianos. Y, sobre todo, que ilusionaba conjugando la institucionalidad, las políticas económicas aperturistas y la protección del estado de bienestar. Feijóo coge definitivamente esa senda histórica para trazar en su discurso un programa de gobierno que, por momentos, nos hizo pensar que en vez de en la clausura de un congreso estábamos en su sesión de investidura. Las líneas son premeditadamente las mismas que Aznar en el 96, pero sin mala leche: normalidad política, bajada de impuestos, regeneración democrática, reencuentro entre españoles, defensa de la lengua y de la nación española y políticas de familia enfocadas a jóvenes, mujeres y pensionistas, así como al fomento de la natalidad.No contempla un gobierno de coalición con Vox, pero sí de pactos de legislatura, lo mismo que quiere VoxLa novedad frente al 96 es la ola de migraciones en la que estamos inmersos. Frente a la política irresponsable de inmigración de la izquierda y frente a lo que llamó «discurso del odio», se comprometió a reducir la inmigración ilegal mientras daba la bienvenida a la legal, a la gente «que viene a trabajar, a aportar y aceptar las normas». Para este PP la inmigración no es un problema cultural o de seguridad sino una oportunidad que ha de ser regulada y controlada con firmeza. El matiz es decisivo. La otra novedad con respecto al 96 es la situación internacional, que conlleva una prioridad en la seguridad y la defensa que también fue destacada desde el atril.El Congreso de la unidad ha llegado a su fin. Las intenciones, la hoja de ruta y el rearme ideológico de Feijóo están sobre la mesa y a la vista de todos. Y la sensación que queda tras mirarlo de cerca es que, por una vez, es posible que confluyan en un mismo lugar la persona, el programa y una responsabilidad histórica. Ya solo les faltan los votos.

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