La noche cayó espesa, como si alguien hubiera bajado la palanca de un club clandestino oculto tras una cortina de terciopelo. En el aire flotaban promesas de peligro, deseo y música. Y de pronto, entre humo, luces de neón y un silencio expectante, entró él: con traje oscuro, gafas impenetrables y el aura de quien domina cada paso que da. El concierto fue espectáculo en el que nos transportamos a los años sesenta; una mafia llamada ‘Cosa Nuestra’ lleva activa desde hace cuarenta años en las calles de Nueva York. El cantante apareció el lunes en Madrid convertido en El Capo, no solo de la tarima, sino de un universo sonoro en el que cruzó géneros, emociones y épocas.Lo que ocurrió con Rauw fue una película contada en actos, un viaje teatral donde el reguetón se mezcló con cine negro, boleros rotos, coreografías criminales y confesiones a corazón abierto. Fue la tercera y última función en Madrid. Solo quien estuvo ahí pudo llamarlo ‘una cosa nuestra’.No confíes en nadie; ama a cualquieraEl telón naranja bajó. Vestido con traje oscuro, gafas de sol (como quien no necesita ver para saber que lo miran), el boricua surgió entre la niebla como salido de una vieja película de mafia. La historia de ‘Cosa Nuestra’ comenzó con un disparo que rompió el silencio (mejor conocido como ‘PUNTO 40’ ) y siguió con ‘Il Capo’, con la que presentó y consolidó al personaje: poderoso, enigmático, dueño del ritmo.El escenario simuló una calle de los años sesenta, con cabinas telefónicas y luces rojas que chorreaban como sangre sobre el asfalto. La narrativa era clara: aquello no era un concierto, sino un golpe maestro. Un trío de chicas subió a un club nocturno en el que nuestro protagonista, Raúl (que no Rauw), trabajaba cantando. Aunque intentara portar una imagen de gánster, el amor y el deseo eran su flaqueza mayor.Con canciones como ‘Panties y Brasieres’, ‘Déjame Entrar’ y ‘Santa’, Rauw logró captar la atención de una de ellas, pero no lo tuvo tan fácil, pues ‘Mil Mujeres’ habían sido engañadas por él antes, y exigían una respuesta. Rauw convirtió el recinto en un club clandestino donde la sensualidad se sirvió en vasos cortos, donde, en su papel de capo, cayó de rodillas ante aquella mujer de la que aún no conocía el nombre.El Cosa Nuestra Tour eran los cuatro actos de una historia comentada por un misterioso showman (un narrador omnisciente, cómplice de todo). Mientras seguíamos su narración, vimos cómo Rauw se llevó a la mujer a un bar más tranquilo; «el mejor sitio para conocerse» . Se sentaron, conversaron, rieron. Él, aún con el aura de peligro, se dejó ver más humano. Enlazó estribillos de ‘Tattoo’, ‘Fantasías’ y ‘El Efecto’ como si tejiera una declaración de amor entre versos.«Hace tiempo que no me lo pasaba tan bien… ¿mañana te puedo ver?», preguntó Rauw, y, esquivando la pregunta, la mujer reveló su nombre: María. Hay algo en lo inalcanzable que resulta inevitablemente tentador. El capo, ahora desarmado emocionalmente, cerró el acto con ‘Desesperados’, dejando entrever que lo que venía no era una historia de crimen… sino de amor.Solo hace falta… un salto de feAmaneció. Ya no había disparos ni persecuciones, sino ecos de amores perdidos en un contexto muy ‘West Side Story’. El Capo apareció como un chico normal y corriente, más que la figura imponente del acto anterior: tiró piedras a la ventana de María para que le hiciera caso, y con ‘Revolú’ y ‘Committed’ abrió esta nueva escena. El mafioso se convirtió ahora en un amante atormentado: en ‘La Old Skul’, ‘No Me Sueltes’ y ‘Touching The Sky’, la figura del capo se diluyó en la de un hombre cualquiera que había amado y perdido.«¿Puedo poner una canción? Es la que más me gusta», preguntó María cuando fueron a un bar a bailar. Fue con ‘Todo de Ti’ que Madrid se rindió. El gángster había desaparecido. Una voz colectiva estalló como una redada, pero, ajenos a la historia, el público presenció cómo el país de Rauw Alejandro abrazó el segundo acto. La pareja dio un paseo por las calles de Nueva York, aquellas que ya no parecían tan dañinas como al comienzo del show. Se sentaron en un banco y, en un susurro, María le preguntó: «¿Echas de menos Puerto Rico?». La respuesta de Rauw fue inevitable: lo echaba de menos, pero su confesión fue más fuerte: «Contigo no pienso en eso».La pertenencia quedó a un lado; ahora había algo nuevo (y más importante) en lo que pensar. El capo miró hacia atrás, hacia su infancia, hacia sus raíces. El escenario se transformó en el recuerdo que tenía de Puerto Rico cuando empezó a cantar ‘Carita Linda’. Esta vez no hubo prisa, ni deseo, ni guerra: solo respeto. El tercer acto cerró con ‘Amar de Nuevo’, mientras se fundían en una escena digna de ‘La La Land’. Hasta los más poderosos sufrieron por amor.Cuando las luces bajanDemasiado bueno para ser cierto. La historia dio un giro: María no era quien parecía ser, y se le acababa el tiempo para dar con Rauw. Sin embargo, ambos aparecieron envueltos en las sábanas de una cama. Comenzó con ‘2/Catorce’, ‘Sexo Virtual’ y ‘Diluvio’, y vimos a un Rauw que no solo buscaba pasión, sino tambien amor. Sin embargo, María tenía otros planes. No durmió con él aquella noche.Ante esto, ‘Khé?’ fue la reacción más honesta que Rauw pudo dar. ¿Qué había fallado, si la conexión parecía real? ‘Pensándote’, su versión del himno de Laura Pausini ‘Se Fue’, y ‘Ni Me Conozco’ acompañaron la confusión del puertorriqueño. En ‘Pasaporte’ y ‘Cosa Guapa’ , la mezcla entre lo clásico y lo urbano demostró su maestría. El Capo se convirtió en cronista del barrio, del bolero, del perreo, del desamor y del orgullo latino, pero atormentado por un amor que parecía real.Al final del acto, el cantante se quedó bailando con una representación de sus tormentos (muy parecidos en traje a ‘Donnie Darko’ ) mientras el telón bajaba por última vez.Entre el amor y la guerra… Volvimos a tener el punto de vista de María, a quien nos presentaron como un personaje villanesco en manos de un jefe de mafia rival: Carlo. Aquí, todo volvió al toque sementero del inicio, y el showman, fiel a su estilo, ofreció a Madrid una breve clase de salsa. Esta, como género, nació en el cruce de culturas que se dio en el Caribe y Nueva York a mediados del siglo XX, entre comunidades puertorriqueñas, cubanas y afrocaribeñas migrantes.Con el contexto claro, Rauw Alejandro volvió al escenario con su versión de ‘Tú Con Él’, de Frankie Ruiz. En el mismo bar donde conoció a María, tuvo que soportar verla con otro. Sin embargo, ella decidió bailar con él con ‘Espresso Martini’, decisión que provocó la ira de Carlo. Este se enfrentó a Rauw mientras Baja Pa Acá sonaba de fondo. En la pelea, la banda de Carlo disparó… pero no acertó.Como todo buen thriller, el final fue explosivo. El Capo volvió al ruedo con más fuerza que nunca. Esta vez no hubomáscaras. Solo fuego y un ‘Qué Pasaría…’ donde el ritmo fue imparable. Los últimos disparos musicales fueron ‘LOKERA’, con Lyanno en el escenario.De repente, fueron las ‘2:12 AM’ , y el puertorriqueño se encontró en el mismo banco en el que creyó poder amar de nuevo. María y Raúl se abrazaron, pero Carlo apareció y la obligó a disparar, revelando su verdadero nombre: Sofía. Y ella lo hizo, solo que no a Raúl. Carlo murió al lado del banco donde querer pudo haber sido sencillo.Se nos había olvidado que esta fue una película de gánsters. Sofía (que no era María) abandonó a Rauw y lo dejó ‘Desenfocao’, mientras la policía lo detuvo. Con eso, el telón bajó por última vez.La mafia que domina la ciudadLo que Rauw Alejandro ofreció en Madrid no fue un simple concierto. Fue una operación maestra, un espectáculo coreografiado con la precisión de un golpe de alto nivel. En 2023 nos llevó al futuro con su ‘Saturno World Tour’, pero en 2025, nos sumergió en el pasado: en un universo de mafias sonoras, nostalgia visual y emociones crudas.Cosa Nuestra fue la consigna. El crimen organizado de la música urbana. Pero el verdadero delito habría sido irse sin una más. Con el clímax final, ‘SEXXXMACHINE’ , El Capo bajó el telón no como fugitivo, sino como rey absoluto del territorio.Y si algo quedó claro esa noche es que, en el presente, no hay nadie que haga lo que él hizo. Rauw no solo cantó: construyó mundos, lideró imperios y, como buen capo, escapó ileso. Porque el verdadero capo no es el que dispara primero… sino el que deja la escena con todos de rodillas.

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