Emilio de Justo se siente con Tallista bajo la mirada de Morante

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Emilio de Justo se siente con Tallista bajo la mirada de Morante

Volvimos a la normalidad, si es que eso puede decirse en Pamplona, a su ordenado caos, a ese ruido al que Eustaquio y el tímpano terminan acostumbrándose. ¿Qué se hace tras ‘lo de Morante ‘? Pues acostumbrarse también. Y, así, la vida sigue. Como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, que canta Sabina. Se percibe en el ambiente un antes y un después cada vez que pisa un escenario en la temporada más ‘enmorantizada’: ¿quién la ‘desenmorantizará’? Misión imposible. La huella del genio deja tal reguero que hasta los abstemios andan con resaca. Y pasamos del AurumRed Gold al calimocho en un cerrar y abrir de ojos, que es la constante en Sanfermines. Aquí no duerme ni el Tato: cuando parece que la calle oscurece y silencia, siempre hay una pandilla dispuesta a darlo todo y a cantar desde rancheras a reguetón. Aunque ayer el estribillo, que ya es ‘hit’ este verano, sonaba tal que así: «¡Jo-sé-An-to-nio-Mo-ran-te-de-la-Pue-bla!». El brindis de Emilio de Justo a Morante de la Puebla, acompañado en un burladero por su apoderado, Pedro Jorge Marques Emilio MéndezY para el sevillano fue el brindis del premio. Inspirado por la torería del día anterior, Emilio de Justo desempolvó una faena con enjundia. Torerísimo el cacereño, con mucho que decir, con mucho que sentir. Sentía y lo decía. Decía y lo sentía. Y esa fue la clave de su pieza, en la que anduvo a placer. Disfrutón, como si en lugar de frente al toro de Pamplona estuviese en una placita de sur y playa. Cierto es que Tallista derrochó nobleza en la hermosa e inteligente obra. Y De Justo entendió y administró las boyantes embestidas desde el clasicismo de su apertura, la más maciza. Aquellos doblones se engarzaron con un cambio de mano y un pase de pecho a cámara lenta. Qué clase tenía Tallista, tan obediente a cada cite. Si uno lo sueña, no aparece en la fantasía un toro tan ideal de comportamiento por estos lares, tan de goce. Sonreía Emilio en cada broche. Era un hombre feliz mientras horneaba a fuego lento al de Victoriano. Qué bien se encontró delante de la cara del toro. Y qué buenos aquellos derechazos y dos naturales nacidos de dentro, que es donde nace lo que traspasa corazones. Fue una faena clásica, con el guiño final de ese molinete y un remate por manoletinas, aunque el sabor de lo diferente se paladeó en la trincherilla. La espada entró con decisión y tuvo efecto fulminante: de ley la oreja, la única que se pasearía en el conjunto de Victoriano del Río, del que se esperaba más bravura –ha puesto el listón altísimo este soberbio ganadero–, pero que tuvo tres ejemplares para cortarles trofeos. Y solo se cortó uno… En el umbral de la puerta grande se quedó el de Torrejoncillo tras pinchar al quinto, en el que no apostó igual. El toro, sin ser ningún malaje, era más incómodo que el bueno de Tallista.Noticia Relacionada estandar Si El fenómeno Morante atrapa Pamplona: enmorantizados hasta la peineta (y la colchoneta) Rosario PérezEl lote más completo cayó en la bolita de Sebastián Castella, que buscó en el cuarto sumar con su valor seco, de valor capaz de convertir el fuego en hielo. Se pasó a Espiguita –ojo a lo trabajoso que fue en banderillas– muy cerca desde el prólogo pendular en los medios. Sereno como el que se toma tres tilas, se pegó un soberano arrimón. Pero se chocó contra el muro del tiempo, de la innecesaria largura, y el puntillero levantó al victoriano hasta cambiar el posible trofeo por dos avisos. La mirada que le echó a Zayas fue cualquier cosa… No se había acoplado el francés al castaño primero, un toro muy serio y bien hechurado, de tan armónica belleza en su inmenso trapío. Las fuerzas no parecían sobrarle, pero sacó un notable fondo de calidad y humillación. Muchos muletazos y el alma ausente entonces. El acero afeó aún más aquel capítulo, en el que quedaba el recuerdo de Jara, nombre del colorado 111.Feria de San Fermín Monumental de Pamplona. Jueves, 10 de julio de 2025. Sexta corrida. Lleno de ‘No hay billetes’. Toros de Victoriano del Río, serios en general dentro de la desigualdad, alguno fue más destarlado y simplón; de juego variado, aunque no rompieran al completo, destacaron 1º, 2º y 4º. Sebastián Castella, de de rosa y oro: cinco pinchazos y media (silencio tras aviso); estocada corta trasera desprendida y perpendicular (saludos tras dos avisos). Emilio de Justo, de nazareno y oro: espadazo (oreja); pinchazo agarrado y descabello (saludos). Borja Jiménez, de grana y oro: estocada caída atravesada (silencio tras aviso); pinchazo y media fea (silencio).Había interés entre los aficionados por ver el regreso de Borja Jiménez a la arena donde pagó con sangre su gloria. Y lo hizo en su corrida número cien en Europa. El lote no fue el idóneo: su simplón primero era lo opuesto a lo que necesita un torero con hambre y en el largo y grandón sexto no logró remontar. Pero que no caiga en el olvido su triunfo del pasado año o su última Puerta Grande en Madrid. Que no aparezca en todas las ferias es el botón de las miserias del sistema taurino. Ahora, además, le dirán que en San Fermín no pasó nada… Por Pamplona pasó Morante y vino para inspirar y extender su religión. Bajo su bendición, Emilio de Justo le brindó la faena de la tarde.

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