Un día llegaron al ciclismo y se les definió por lo que anunciaban, jóvenes, carismáticos y alucinantes. Eran los nuevos héroes del pelotón, corredores que crecieron en la abundancia del dato, el uso de tecnologías y dotados de una valentía superior. Siempre al ataque, siempre ofensivos. Eran Van der Poel, Van Aert, Pogacar, Evenepoel, Vingegaard y también el que se quedó por el camino, Egan Bernal. Sinónimo de espectáculo, el ciclismo es suyo. En Vire, final de otra etapa sensacional en el Tour, Van der Poel no se resigna después de ceder el maillot amarillo en la contrarreloj, pelea como un león, saca el colmillo, se mete en la fuga del día y por un segundo, nada, ya, le arrebata el liderato a Pogacar. En Normandía vence Healy, el menudo irlandés que escapó como un cohete.

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