José Luis (54) y Rafa (58) visitaron ‘First Dates’ anhelando encontrar a su media naranja. Pero la ilusión les duró un suspiro. Tan pronto como se vieron los dos supieron que se marcharían del restaurante de citas de Cuatro igual de solos que entraron. Es más, no pudieron disimular las ganas que tenían de que la velada terminara.José Luis ha estado más de 20 años con la madre de sus dos hijos. Hasta que descubrió por casi por casualidad que le gustaban los hombres. «Alguien me entró, dije que sí. Y al probar, en el proceso una parte fue yendo a más y la otra a menos», contó presentándose. Aunque no fue tan sencillo para este agricultor de Cordovilla (Albacete) aceptar su verdadera orientación, «para mi lo más difícil fue asimilarlo, entender lo que me estaba pasando». Y luego, comunicárselo a su mujer y a sus hijos, lo más importante de su vida. Noticia Relacionada First Dates estandar No Carlos Sobera se queda perplejo ante la visita de una mujer casada que busca una cita: «Hay que actualizarse» María Robert Milena y Mimaire llevan toda la vida con sus parejas, pero mantienen una relación abierta y acudieron al programa intentando vivir nuevas experienciasDespués del divorcio, J osé Lui s ha estado diez años con un hombre. Transcurrido cerca de un año de la ruptura, quiere volver a enamorarse de una persona «muy sencilla, y sobre todo, que venga feliz de su casa». No busca nada especial, solo una relación normal y corriente. Rafa, un limpiador oriundo del municipio valenciano de Xàtiva, sí llevaba las ideas algo más claras en cuanto a su prototipo. «Me gustan ni delgaditos ni gorditos, altos… Un hombre normal», señaló. Además, en sus primeras declaraciones en el programa el soltero advirtió sobre su fuerte carácter. «No soy nadie, pero me enfado enseguida». De hecho, aprovechó la ventana televisiva para disculparse con sus compañeros de trabajo, «porque los quiero mucho a todos, pero a veces me porto mal con ellos». Conversación forzada y silencios incómodos Hechas las presentaciones individualmente, tocó el momento de conocerse mutuamente. Y la decepción fue mutua. «Físicamente no me ha atraído para nada, ni su cara, ni su cuerpo, ni su forma de vestir… Nada», reconocía José Luis en los totales. «De cara no me gusta, su carita no me pone», coincidió Rafa . Encima se parecía a un primo suyo, «tiene la misma cara». La falta de atracción fue prácticamente el único punto en común que encontrarían en toda la velada.La desgana se instaló entre ellos y como resultado dio una cena protagonizada por la conversación forzada, silencios tensos y algunas tiranteces. El propio Rafa lo verbalizó al confesar que «durante la cita me ha hecho sentir bien, pero en algún momento he estado muy incómodo». Los solteros al principio de la velada CuatroY si bien intentaron mantener la cordialidad cara a cara, a la hora de compartir impresiones con el equipo del programa fue otro cantar. «A mí los bisexuales no me gustan, y que tenga hijos menos aún», esgrimía el valenciano después de que su pretendiente le contara que había estado casado. Tampoco se fiaba de la forma de mirar del albaceteño. «No digo que sea mala persona, pero no sé». Tan poco a gusto habían estado que saltaron como un resorte cuando vieron a una de las gemelas aparecer en la mesa con la cuenta, señal inequívoca de que estaban deseando acabar con la cita. Sin embargo, toda la tensión acumulada estuvo a punto de estallar justo en la decisión final. Y no precisamente por lo que se dijeron, sino por el lenguaje corporal del valenciano.Primero era J osé Luis el que daba el ‘no’ a Rafa, reiterando lo que ya sabían ellos, el equipo y los espectadores: no había habido chispa. «Yo necesito un pellizco, físicamente no me has atraído», le explicaba a su cita. Este, por su parte, utilizaba prácticamente el mismo argumento. «Me has caído super bien, pero cuando nos hemos visto ya he notado que no. Me sabe mal decirlo. Y tú también te has has llevado una decepción, ¿a que sí?», quería saber. «Físicamente no me has atraído», confirmaba el de Albacete. «Pues ya está», sentenciaba Rafa , cuya postura sentado daba la impresión de que iba a salir pitando sin decir adiós. O al menos esa impresión le dio a José Luis , que le reprochaba que «parece que no quiere ni despedirse, aunque a mi me da igual». «No no, ni pensarlo. No cariño, eso nunca. No soy tan malo», enfatizaba el otro. Intentando arreglarlo le pidió dos besos, que se dieron de mala gana, y se desearon uno al otro que les fuera bien en la vida.

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