Jorge, Carlos, Txema

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Jorge, Carlos, Txema

Los Cavia son una noche de calor de tintorería en la inseguridad de un esmoquin alquilado. Un esmoquin alquilado no deja de ser un disfraz, una huida, el botón de alarma dentro del ascensor social. A la casa de ABC todos los invitados llegan impecables . Pero, pasados unos minutos, la naturaleza da su golpe de Estado para dejar claro quiénes son sus elegidos y quiénes solo impostores. Y les advierto que no se puede elegir bando: la elegancia -como el amor, como el talento- no depende de la voluntad. Es algo que se tiene o no se tiene, como los ojos verdes o una piedra en la vesícula. Hay algunos a los que no se le movería el fajín ni aunque se pusieran a bailar un aurresku y otros que, aún inmóviles como un maniquí por estatuarios, ven cómo se les desdibujan las ojeras y las simetrías a medida que la noche avanza, cruel como una abogada matrimonialista.Allí estaba Jorge Fernández Díaz , premio Cavia , con su aspecto de hierofante, que un día me dijo en un ‘txoko’ que cuando Milei llegó al poder no eliminó los resortes del kirchnerismo, sino que los utilizó en su beneficio. Siempre es igual, eso mismo hicieron los visigodos con Roma. El poder, como la energía, ni se crea ni se destruye; solo se transforma. Lo mismo sucede con la inteligencia y con el valor . Y como Jorge está sobrado de ambas cosas es capaz de tratar con la misma dureza a unos y a otros, que es para lo que están los periodistas que valen la pena. Y no me refiero solo a la relación con políticos: Jorge, a lo largo de su vida, ha tenido que soportar la presión de mafiosos y de narcotraficantes en crónicas inolvidables para las que ha puesto en juego, literalmente, su vida. Solo un asturiano de Palermo puede explicarnos la Argentina feroz y descarnada; solo un argentino de Asturias puede recordarnos que no debemos llegar ahí. Algo similar ocurre con Alsina , nuevo Luca de Tena , al que no pude saludar porque tenía más fans que Los Pecos. Por más que lo repitan, no son sus monólogos ni sus entrevistas lo que nos atrapa, sino el lugar desde el que habla. Alsina habita un lugar único, un espacio mágico y misterioso desde el que mira las cosas. Pero no lo hace desde el odio y dogmas -productos de la ignorancia-, sino desde las convicciones y el descreimiento . Cuando eso sucede, cuando la distancia deja de ser pose y el desapasionamiento se defiende con pasión, se llega a la verdadera aristocracia, que es la independencia de pensamiento. Y entonces da igual si hablas, entrevistas o diriges, porque ya no es la casa sino el terreno; no es el guion, sino la arena. Y cuando la arena se convierte en barro, llega el Mingote , Txema Rodríguez , premiado por una foto en la que un niño salva a una muñeca del infierno y que parece querer recordar que esto, a veces, solo va de estar en el lugar correcto y de encender la cámara -de sacar la pluma, de poner el micro- sin buscar otro efecto que el de la honestidad y la verdad.Los Cavia tienen algo de boda de la ‘jet’, de encuentro con desconocidos que te saludan con confianza, con cercanía, incluso con camaradería. Yo, que nunca sé quién es nadie, estuve varios minutos hablando con una señora a la que no había visto en mi vida, pero que me hablaba como si hubiéramos hecho juntos la mili en Regulares. En estas situaciones lo mejor es la naturalidad, un asertivo y educado «perdona, ahora mismo no recuerdo de qué nos conocemos», pero eso dejó de tener sentido tras el segundo abrazo y mi promesa de visita a Comillas . Y además yo pienso que ‘asertivo’ es la manera que ahora tenemos para llamar a los gilipollas de toda la vida. Así que a callar y a interpretar el papel que mejor se me da. Que es, por supuesto, el de escapista. Así que me despido en silencio de esos cuerpos que aún no han vertido una gota de sudor y de los maestros periodistas que nos recuerdan que no hay nada que aleje tanto como la estupidez del sectarismo en propiedad; ni nada que iguale tanto como la complicidad en la que se reconocen los hombres con esmoquin prestado.

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