La herencia tóxica del Sena salpica a Singapur

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La herencia tóxica del Sena salpica a Singapur

El Mundial de natación de Singapur amaneció este martes con el mismo interrogante que sobrevoló los Juegos Olímpicos de París: ¿es seguro competir en aguas abiertas en entornos urbanos? La respuesta, de momento, vuelve a ser un aplazamiento. La carrera femenina de 10 kilómetros, prevista como estreno del programa de fondo, fue pospuesta por World Aquatics tras detectarse niveles de contaminación por encima de lo permitido. La escena remite de forma inmediata a los tensos días del verano pasado en la capital francesa, cuando los triatletas y nadadores se lanzaron al Sena bajo la amenaza invisible de bacterias y residuos.La diferencia, en este caso, está en el entorno. La prueba de Singapur no se celebra en un río ni en una instalación artificial, sino en el Estrecho de Singapur, frente a la costa sur de la isla de Sentosa, un enclave turístico y vigilado, pero también expuesto a las corrientes, los vertidos y la actividad de uno de los puertos más transitados del mundo. Las pruebas preliminares habían sido favorables, pero una muestra tomada el domingo superó los umbrales establecidos por la federación internacional. Resultado: carrera aplazada a este miércoles (4.15, hora española) tras la prueba masculina, revisión continua de las condiciones y una nueva grieta en el relato de seguridad que rodea a esta disciplina.En París, el río Sena fue el eje de los Juegos desde la ceremonia inaugural hasta las pruebas de triatlón y aguas abiertas. Para demostrar que el río era seguro, la ministra de Deportes y la alcaldesa se bañaron frente a las cámaras. Se habló de legado ecológico, de reconexión con el pasado fluvial de la ciudad, de baño público tras un siglo de prohibiciones. Pero los informes contaban otra cosa.Durante la semana clave de los Juegos, varios entrenamientos fueron cancelados por presencia de bacterias fecales (E. coli y enterococos) en niveles superiores a los permitidos. El triatlón masculino fue pospuesto un día y al menos tres nadadores -entre ellos los suizos Adrien Briffod y Simon Westermann- reportaron síntomas gastrointestinales tras competir. El caso más sonado fue el de la triatleta belga Claire Michel, que cayó enferma después de la prueba individual y cuyo equipo se retiró del relevo mixto por precaución. La prensa de su país habló de infección por E. coli. Las autoridades francesas lo negaron, asegurando que se trataba de un virus, que no hubo hospitalización y que el agua ese día estaba «en perfecto estado».Los análisis oficiales recogieron valores de enterococos por encima del umbral en uno de los puntos del recorrido, mientras que las lluvias intermitentes previas a la competición comprometieron la eficacia del sistema de contención construido para evitar vertidos residuales. Pese a una inversión superior a los 1.400 millones de euros, el Sena no logró despejar todas las dudas. Se compitió igualmente, con incertidumbre y vigilancia. En TikTok, la española Ángela Martínez ironizaba en 25 palabras con una verdad incómoda: «Tengo que nadar 10 km en el río Sena, donde hay cadáveres, ratas, y está súper contaminado». El vídeo acababa con un santiguado.En Singapur, la reacción ha sido distinta. Al primer aviso, se paró la competición. No hay baños simbólicos ni defensas institucionales, al menos por ahora. Hay análisis, protocolos y margen de corrección. En este contexto, la parte deportiva ha quedado en segundo plano. La carrera femenina de 10 kilómetros reunirá, si las condiciones lo permiten, a muchas de las principales figuras del circuito. La australiana Moesha Johnson, subcampeona olímpica, parte como favorita, con permiso de la italiana Ginevra Taddeucci, líder de la Copa del Mundo. Ángela Martínez, que ganó en Ibiza y fue sexta en Portugal, está entre las tapadas con opción a todo. A su lado, María de Valdés vuelve a escena tras una lesión y apunta también al 5K. Las acompaña Paula Otero, que competirá en el sprint final. Todas han llegado preparadas. Falta saber si también lo estará el agua.

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