A Enzo Maresca (10-2-1980, Salerno, Italia) se le sigue escapando la misma sonrisa de pillo que en su época de futbolista, cuando festejaba títulos sin descanso tras tomar la decisión más importante de su carrera profesional: abandonar el fútbol italiano para enrolarse en las filas de un Sevilla que amenazaba con despegar como un cohete. Cinco títulos en 15 meses levantó como sevillista, grabando en su corazón aquella experiencia. Jamás olvidó a su añorado Antonio Puerta, uno de esos amigos que le dio la vida y le arrebató demasiado pronto, con el 16 tatuado en su piel. También echó raíces familiares, siendo su mujer de la localidad sevillana de Utrera -de la también leyenda José Antonio Reyes-, con una familia política sevillista a más no poder. El fútbol también lo llevó por Málaga hasta dar con sus huesos nuevamente en Italia. Retirada en 2017 y primer banquillo ese año. Un no parar.Enzo rápidamente se dio cuenta de que su destino ideal, para donde estaba predestinado, era el Reino Unido. El fútbol de su país se le quedaba corto. No podía expresarse como sentía. Mucha culpa de ello la tuvo esa experiencia al lado de Pep Guardiola como asistente en el City en sustitución de Juanma Lillo. También pasó por las manos expertas de Pellegrini en el West Ham. La cuestión era aprender. Y por mucho que fue cogiendo un poco de aquí y de allá, su idea es tan personal como su forma de traducirlo al común de los mortales. «Vimos que el PSG tenía problemas defendiendo por su lado izquierdo y decidimos atacar por ahí», aseguró sin cortarse un pelo tras proclamar al Chelsea campeón del Mundial de Clubes. Una táctica que ya había empleado unos pocos meses antes, cuando se hizo con la Conference.Noticia Relacionada estandar Si Vestir tu camiseta o la del enemigo: fichajes que generaron pesadillas José Ignacio FernándezCon esa misma sonrisa picarona enviaba un mensaje a todos los amigos de su familia sevillana después de derrotar al Betis en la final europea. El conjunto de su maestro Pellegrini le había puesto en más problemas que ese campeón de Europa entrenado por Luis Enrique en la final estadounidense, técnico al que terminó desquiciando con la misma medicina que le había aplicado al Real Madrid. Incluso más contundente. Porque su Chelsea, repleto de jugadores físicos a los que le hacía falta un orden claro a la hora de jugar, siendo tan competitivos como un conjunto italiano cuando toca defender cerca de la portería, y atrevidos como uno de Guardiola o el propio Lucho cuando toca presionar, está rompiendo en un equipo tan potente como difícil de doblegar.Ya demostró con el Leicester, en su primera gran experiencia en Inglaterra, que era capaz de devolver a un campeón de la Premier a la élite sin tener que ocupar demasiados titulares. Porque Maresca es hombre sencillo. De trato fácil y directo. Sin dobleces. Ni tampoco dándole mayor trascendencia a su trabajo más allá de lo que ponen los propios futbolistas en el campo. Porque sin un Cole Palmer que anote dos goles y regale una asistencia lo mismo el título Mundial no estaba camino de Londres. Eso también es el Maresca entrenador. Busca liberar su talento desde el trabajo grupal. Que sean Caicedo o Enzo Fernández los que se encarguen de destruir. O los extremos de presionar sin descanso, mientras que su verso libre, a quien el propio Guardiola no supo entender, decida títulos y finales.Maresca ha llegado para quedarse a nivel top del fútbol europeo. Estuvo tocado por una varita como jugador al llegar al Sánchez-Pizjuán y le está pasando lo mismo en Stamford Bridge. Su estrella es la que más brilla.

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