El fuego en España se transforma: menos incendios, pero más grandes y difíciles de controlar

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El fuego en España se transforma: menos incendios, pero más grandes y difíciles de controlar

España arde menos, pero arde peor. Mientras el número de incendios y la superficie quemada se reducen, el fuego se reinventa en forma de grandes siniestros cada vez más destructivos, imprevisibles y difíciles de apagar. El nuevo informe de WWF titulado «Incendios fuera de control. 20 años promoviendo la prevención» confirma una tendencia que, aunque paradójica, preocupa a la comunidad científica y de gestión forestal: el fuego en España se está transformando. El balance muestra un dato positivo: entre 2015 y 2024, el número de siniestros se redujo en un 35 % respecto a la década anterior, y la superficie media quemada al año descendió un 5 %.Sin embargo, la cara menos amable de este progreso es que cada vez se quema más superficie en menos incendios , y la proporción de grandes incendios forestales no para de crecer. A esto debe sumarse que, en España, hasta un 95 % de los incendios forestales tienen detrás la mano humana . De estos, casi el 55 % son provocados de forma deliberada, reflejo de conflictos sociales y económicos enquistados en el medio rural.Lourdes Hernández, autora del artículo y técnica especialista en incendios forestales, comenta a ABC: «Los incendios no intencionados en su mayoría son fruto de negligencias , como el empleo del fuego como herramienta de gestión en el medio rural. Los intencionados en muchas ocasiones son fruto de conflictos existentes en el medio rural, como por ejemplo una disputa por un deslinde».Noticia Relacionada estandar No Noche de incendios en Sevilla: queman coches y contenedores en Los Remedios y la Macarena Carlos Mas El incendio de varios vehículos tuvo lugar la madrugada de este martes en la calle Virgen de Aguas Santas, mientras tres grupos de contenedores ardieron en varios puntos del barrio de la MacarenaLos llamados Grandes Incendios Forestales (GIF) —aquellos que arrasan 500 hectáreas o más— han aumentado un 31 % en la última década. En 2004 apenas representaban un 0,10 % del total de siniestros, mientras que en 2024 ya suponen un 0,26 % , con picos como el de 2022, que batió récords con un 0,58 %.Aunque numéricamente parezcan pocos, su impacto es devastador: concentran los mayores daños ambientales y sociales . En el último decenio se produjeron una media de 24 GIF cada año, algunos de ellos con consecuencias que ponen en jaque a comunidades enteras y superan la capacidad de los servicios de extinción.La simultaneidad de estos incendios extremos es otro factor alarmante. La península ibérica ya no se enfrenta a fuegos aislados, sino a oleadas que pueden coincidir en distintos puntos y sobrepasar la capacidad de los recursos disponibles. Para sofocar estos incendios es necesario adaptar el paisaje para lograr que sea menos inflamable.Detrás de esta intensificación del fuego hay causas estructurales que siguen sin resolverse: la crisis climática, la transformación del paisaje y la despoblación del medio rural. La temperatura media global lleva una década batiendo récords, con un Mediterráneo que se calienta un 20 % más rápido que la media del planeta. Sobre estas prácticas, Eduardo Tolosana, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, comenta a ABC que « se debe fomentar una agricultura y ganadería adaptadas a las tecnologías actuales y se deben concentrar en los espacios más sensibles, llamados zonas estratégicas de gestión».Además, el abandono de prácticas tradicionales por falta de relevo generacional —como la agricultura o la ganadería extensiva— ha favorecido una acumulación masiva de biomasa: cada año se acumulan unos 30 millones de metros cúbicos de material vegetal sin gestionar. El resultado es un paisaje homogéneo, joven y muy inflamable.A esto se suma la expansión de la interfaz urbano-forestal: cada vez más zonas residenciales son edificadas en contacto con los espacios forestales, aumentando el riesgo de que el fuego afecte directamente a la población. Incendios de sexta generaciónCuando hablamos de incendios de sexta generación nos referimos a incendios de una intensidad tal que alteran la dinámica de las capas altas de la atmosfera y generan vientos que pueden ser muy difíciles de modelar, por lo que no es posible predecir el comportamiento del fuego . La gestión de estos incendios exige algo más que más recursos: requiere planificar el paisaje, diversificarlo y romper su continuidad para que el fuego no pueda propagarse sin control, advierte el informe.Según WWF, estos incendios aparecieron por primera vez en 2017, y desde entonces han dejado episodios tan dramáticos como los de Tenerife (2023) o Sierra Bermeja (2021). Eduardo explica que «los incendios de sexta generación desarrollan sus propias circunstancias climáticas , dando lugar a vientos y energía de gran magnitud. Por ejemplo, en el incendio de Pedrógão Grande en Portugal, la energía emitida fue equivalente a 27 bombas atómicas a la hora». Se trata de incendios que combinan una gran acumulación de combustible seco y condiciones meteorológicas extremas que logran alterar la atmósfera, generando gigantescos pirocúmulos capaces de desencadenar tormentas de fuego.El riesgo es que, sin medidas estructurales, la simultaneidad de incendios extremos podría colapsar los sistemas de extinción. Los expertos advierten que si no se actúa para prevenirlos, los incendios de sexta generación serán cada vez más frecuentes y devastadores .Llamamiento urgente: de la extinción a la prevenciónEspaña cuenta con uno de los mejores sistemas de extinción del mundo, pero este modelo, basado casi exclusivamente en apagar fuegos, está agotado. Los incendios actuales ya no se parecen a los de hace 40 años: son más rápidos, más grandes y más imprevisibles .Para Lourdes, «a la hora de mirar la inversión por parte de las administraciones, debemos tener en cuenta que lo que hace que un incendio sea virulento o no es un paisaje resiliente, con pastos, bosques gestionados y terrenos agrícolas. Para que esto sea una realidad las políticas se tienen que enfocar de nuevo hacia la ruralidad ». La organización insiste en que la única forma de reducir la peligrosidad es trabajar a gran escala: gestionar el territorio, recuperar la actividad agroganadera que diversifica el paisaje y frena la acumulación de biomasa y diseñar políticas que prioricen la prevención real.Reducir la siniestralidad, restaurar paisajes y prevenir el colapso del sistema de extinción son, a día de hoy, tareas inaplazables . La pregunta no es si volverá a arder, sino si estaremos preparados cuando ocurra.

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