Más aburrido que un trozo de nada

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Más aburrido que un trozo de nada

Me cuentan que hay montones de famosetes que no salen de casa para que los demás piensen que están de viaje. Se llama el ‘veraneo de la red’. Gracias a la IA , muchos de ellos postean fotos como si estuvieran en barcos enormes, en las calitas de los atardeceres preciosos y en cenas de langosta, huevos fritos y caviar. La realidad es mucho más dura. Y también más cara. Quizá, por ese motivo, están los eventos de capa caída. Madrid es en julio un lugar en el que ya no pasan cosas. Se queda como un pueblo fantasma con aire acondicionado. Las calles, que en mayo rebosan de terrazas abarrotadas y paseos al atardecer, se convierten en un horno silencioso donde el asfalto parece derretirse bajo los pies. Los madrileños, esos seres sociales por naturaleza, huyen en estampida hacia la costa o los pueblos de la sierra, dejando la ciudad en un letargo que roza lo absurdo.Los bares, que normalmente vibran con charlas y cañas, están medio vacíos; los camareros, aburridos, limpian la barra por enésima vez mientras miran el móvil. Las plazas, como la de Santa Ana, que en primavera son un hervidero de risas y vermús, ahora solo acogen a algún turista despistado, sudando a chorros y preguntándose dónde está la gracia de la capital en verano. Hasta los grupos de Whatsapp, siempre frenéticos con planes de «quedamos en Chueca» o «vamos al Retiro », se quedan mudos, como si todos hubieran pactado hibernar hasta septiembre. Ir al cine es de las pocas opciones, pero hasta eso cansa: las carteleras repiten las mismas películas de acción taquilleras, y las salas están llenas de adolescentes que matan el tiempo antes de que sus padres los manden al pueblo. Los eventos culturales, si es que los hay, son escasos y desangelados. Los únicos libros que salen ahora a la venta son los que no se venden, y por eso las editoriales ni siquiera se preocupan en invitar a presentaciones. El tiro se concentra en septiembre y ahora es la pena la que decide la fecha de lanzamiento. No importa que sea un jueves, un sábado o un martes: todos los días de julio son lunes. En casa, el aburrimiento es aún peor. Los que no se han ido de vacaciones se pasan el día pegados al ventilador, zapeando entre realities y series repetidas. Quedar con amigos es una odisea: o están fuera, o están «demasiado agotados por el calor» para salir. Al final, uno termina en el mismo bar de siempre, pidiendo una clara tibia y mirando por la ventana cómo pasa un coche solitario por la calle. Madrid en julio no es una ciudad, es una pausa, un compás de espera hasta que la vida social despierta de nuevo en otoño, cuando todo el mundo se muera de prisa por ir a cien actos y, los pertenecientes a ‘la trup’ tengan que estar en tres sitios a la vez porque así lo requiere el contrato firmado. Por eso hoy abrazo a los mediocres, a los que pretenden ir pero no son invitados, a todos esos que sueñan con ser algún día un pescadito en la báscula y, con suerte, recibir una invitación postal de esas que pesan mucho pero que no anuncian nada. Sigan poniendo su rostro en una cubierta de ensueño, continúen haciendo que están en Ibiza cuando no salen de Moratalaz, finjan un poco más con eso de no dejarse ver para que el resto piense que, en efecto, también está brillando en las aguas cristalinas de su posteo. En realidad, sois de los míos, porque a mi tampoco me llevan a ningún sitio en verano: solo tengo invitaciones para la rentré, que dicen los molones. Eso sí, no dejen de ir a los conciertos del Botánico . Es la única opción que recomiendo para que el resto no piense que usted no pertenece a ‘la trup’. Aunque corre le riesgo de equivocarse de cabo a rabo, y terminar asistiendo a un bolo de ‘Paco de Lucía Legacy’ o peor, de ‘Il Divo’, y entonces ya no tendrán excusa alguna para que su mujer, marido, padre, madre, amigo o hermano, le siga dirigiendo la palabra.

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