El Moulin Rouge, el legendario cabaret de Pigalle, ha recobrado sus aspas. El más grande y universal de los iconos del París nocturno, París la nuit, París ‘by night’, puede recobrar el esplendor nunca perdido que fascina a 600.000 clientes anuales, persiguiendo los fantasmas del gran arte y el cine, de Toulouse-Lautrec a ‘Un americano en París’.En la historia de París, la leyenda de sus iconos quizá sea tan importante como su historia política.La catedral de Notre Dame ocupa un puesto excepcional en la historia de la civilización europea. Su historia literaria y artística ha fascinado a incontables generaciones de lectores, con un brío paralelo al de su historia real, religiosa, política, institucional.Montmartre y su basílica son un barrio y un monumento simpáticos, con un puesto único en la geografía mundial de los lugares legendarios. La represión de la Comuna de París se deja púdicamente en segundo plano para ofrecer una vista única sobre la gran ciudad.La Torre Eiffel no deja de ser ‘solo’ un gran monumento. Pero sus ‘misterios’ atraen a millares de hombres y mujeres, cada día, buscando un ‘secreto’ que está en la tierra celeste de las leyendas.Comenzó siendo un club en un barrio prostibulario para transformarse en un icono de la nocheEl Moulin Rouge , fundado en 1899 por un empresario francés, Charles Zidler, y un hombre de negocios catalán, Josep Oller i Roca, comenzó siendo un ‘bailongo’ en un barrio prostibulario, Pigalle, para transformarse en un monumento de la noche parisina, que fascinó muy pronto a pintores y artistas, a quienes sucedieron cineastas universales.Todos los grandes artistas que pasaron por el Montmartre de finales del XIX y principios del XX, de Picasso a André Breton , el ‘papa’ del surrealismo, pasaron alguna vez por el Moulin Rouge. Pero fue Henri de Toulouse-Lautrec (1864-1901) quien ofreció al cabaret un puesto único en la historia del arte, la historia de la más grande publicidad artística. ‘El diván japonés’, atribuido a Picasso, nos recuerda la fascinación del genio malagueño por una cierta ‘fauna’ del cabaret y barrio prostibulario. En otro plano, Ramón Casas (1866-1932) pintó a muchas grandes señoras catalanas inspirándose en las bellezas que deambulaban por el Montmartre y el Pigalle de su tiempo, muy felices dejándose invitar en el Moulin Rouge.Toulouse-Lautrec, el más grande de los creadores que inmortalizó el gran cabaret, dibujó, pintó y dejó incontables bocetos del Moulin Rouge, su clientela, sus bailarinas, su legendario ‘cancan’, su puesto único en la historia de la más alta publicidad de la vida nocturna de rompe y rasga prostibulario.Bajos fondosToulouse-Lautrec oficia en el Moulin Rouge de cronista y entomólogo. Fascinado por el espectáculo, la clientela y las bailarinas, nos dejó una historia gráfica fascinante, mítica, feroz y enamorada. Los señores de alto copete deambulando por el lupanar, alternando con las más bellas señoras y señoritas. En definitiva, una crónica realista y un relato mítico: ese Moulin Rouge, ese Pigalle, barrio prostibulario, ha seducido a millones de hombres y su mujeres atraídos a esos bajos fondos de la noche parisina por el gran arte de Toulouse-Lautrec.Pigalle y su más célebre cabaret parisino han sido ‘citados’ de pasada en muchas películas relacionadas con París. Sin embargo, tres grandes maestros, Jean Renoir, John Huston y Vincente Minnelli, le consagraron un puesto importante en sus obras.’French Cancan’ (1955), de Jean Renoir, cuenta la historia más clásica y convencional. Un empresario seducido por la vida nocturna, en Montmartre, interpretado por un apuesto Jean Gabin, decide ‘promover’ a su amante, Lola de Castro, ofreciéndole en bandeja una nueva sala, el Moulin Rouge. Señor poco atraído por los bajos fondos de la vida nocturna, Renoir cuenta una historia feliz, con señores bien vestidos, encorbatados, fumando puros mientras intentan ‘conquistar’ a seductoras señoritas sentadas en sus rodillas.Asistir al espectáculo bebiendo una botella de champán cuesta 125 euros. Los sueños hay que pagarlos’Moulin Rouge’ (1952), de John Huston , es una obra importante. Un Toulouse-Lautrec interpretado con brío magistral por José Ferrer, es un testigo atormentado, seducido y descarriado con aventuras sentimentales y desesperadas, corriendo tras señoras de mucho trapío, como Zsa Zsa Gabor, Suzanne Flon, Colette Marchand.La película de Huston tiene mucho de drama negro. Un artista genial perdido en una noche sin mañana. Un enanito genial (Toulouse-Lautrec sufrió siempre de su muy baja estatura) persiguiendo sombras, falsas promesas y encantos carnales bien evidentes. Una pieza mayor en la historia mitológica del cabaret parisino.’Un americano en París’ (1951), de Vincente Minnelli , es pura mitología artística. La música de Gershwin, la coreografía de Gene Kelly, los números musicales de Kelly y Leslie Caron, introducen al maravillado espectador a un París fascinante, irreal y mítico. Todos los tópicos más sólidos sobre el arte, la música, el baile y los barrios canónicos de un París legendario, están vistos desde una óptica celestial. En ese marco, algunas de las secuencias-escenas donde la pareja Kelly-Caron nos seducen con su gran arte están ‘inspiradas’ en un Moulin Rouge tan irreal como fascinante, muy lejos del mundo canallesco de Pigalle, pero tocado con la gracia de sus ilusiones musicales.En otro plano, ‘Moulin Rouge!’, de Baz Luhrmann , interpretada por Nicole Kidman y Ewan McGregor, inicia una nueva época en las visiones cinematográficas del Moulin Rouge, al gusto de los espectadores que conocen a Elvis Presley y tienen una visión australiana de la vida nocturna parisina, tan fascinante como alejada de la realidad del parisino de a pie.El aura de esas mitologías artísticas quedó empañada hace catorce meses, cuando las arpas del Moulin Rouge fueron víctimas de un accidente lamentable.Restauradas las aspas del molino original, el cabaret lo ha celebrado con un espectáculo inédito y callejero. Las noventa chicas de dieciocho nacionalidades del coro que siguen interpretando el legendario cancan anunciaron la noticia, en plena calle, cortando el tráfico, improvisando los primeros compases con los que se abre el espectáculo, ininterrumpidamente, todos los días del año, en dos o tres sesiones, con aperitivo, cena y fin de fiesta.Fiel a su magna tradición, el Moulin Rouge inicia una nueva etapa de su vida respetando de manera estricta sus principios cardinales.Precio de los sueñosLos 1.700 espectadores diarios esperan y terminan descubriendo el coro de las chicas del cancan, presentadas con un homenaje a una gran coreógrafa, Doris Haug… Las Doriss Girls no desean ‘innovar’. Qué horror. Aspiran a ser fieles al cancan inmortalizado por Toulouse-Lautrec, Renoir y Huston, revisado por Minnelli. Sin desdeñar, en absoluto el glamour de nuevo cuño de Nicole Kidman.Hoy como ayer, el Moulin Rouge seduce ofreciendo a su clientela cosmopolita una visión mítica de un París nocturno que pudo existir y sigue haciendo soñar. Un París, en un barrio prostibulario, en el que André Breton y sus amigos lanzaron uno de los grandes movimientos artísticos del siglo XX, el surrealismo. Un París muy alejado de los barrios ‘bien’, donde la ‘vida alegre’ puede tener algo de siniestro. Pero… el Moulin Rouge ofrece a su clientela cosmopolita el mundo de cuentos de hadas de una vida nocturna soñada y pagada a un precio que me parece muy asequible. Asistir al espectáculo bebiendo una botella de champán cuesta 125 euros. Asistir al espectáculo, mientras se cena, con media botella de champán cuesta 255 euros. Los sueños hay que pagarlos.

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