Ni los demócratas, ni sus críticos en el Partido Republicano, ni la marcha de la economía, ni siquiera las dudas sobre su salud. Lo que ha hecho zozobrar la presidencia de Donald Trump al filo de estos primeros seis meses en el poder es su antigua relación con Jeffrey Epstein . Esta semana, tras la publicación de una carta de tonos sexuales que habría escrito en 2003 al financiero , ya fallecido, Trump pareció entrar en pánico: atacó al diario ‘Wall Street Journal’, que la publicó; amenazó con demandas, y ordenó a su fiscal general, Pam Bondi , que requiera al juez la desclasificación urgente del testimonio del gran jurado del caso Epstein. La maniobra, lejos de calmar las aguas, ha abierto una fisura inesperada en su base de apoyo, donde crece la sensación de que el presidente no ha contado toda la verdad.Para preocupación del mandatario, la presión no viene ya de sus adversarios, sino de sus propias bases , sus hasta ahora fieles partidarios, que exigen conocer qué sabía Trump, cuándo lo supo y por qué prometió revelar unos archivos que ahora tacha de bulo. Durante la campaña de 2024, el entonces candidato alentó la idea de que, bajo su mandato, se desclasificarían los llamados ‘Archivos Epstein’. En mítines y entrevistas, aseguró que «el pueblo tiene derecho a conocer la verdad» y que él no protegería a nadie, fuera quien fuera. Incluso sugirió que había una lista de nombres influyentes vinculados a la red de abusos, y que esa lista saldría a la luz. Ahora, con la Casa Blanca a su disposición, esas promesas han quedado en el aire, y muchos de sus seguidores lo acusan de haber jugado con ellos.Noticia Relacionada estandar Si «Estúpidos, ingenuos»: Trump se enfrenta a sus seguidores más radicales por el escándalo de Epstein Javier AnsorenaEn febrero, la Casa Blanca organizó un encuentro con una docena de influencers afines a Trump, entre ellos gente con gran predicamento en redes como Laura Loomer y Mike Cernovich . Salieron a las puertas del Despacho Oval posando con carpetas con el título llamativo ‘Archivos de Epstein: Fase 1’, entregadas en mano por la propia fiscal Bondi, que prometió futuras revelaciones. Pero el contenido era cuando menos limitado: documentos ya públicos o sin relevancia. La operación, diseñada para aplacar la presión interna, acabó generando el efecto contrario. Muchos de los convocados se sintieron utilizados y comenzaron a dudar de que Trump estuviera dispuesto a cumplir lo prometido.Tras su divorcio político de Trump, el millonario Elon Musk se fue de Washington acusando al presidente de tapar los archivos de Epstein porque él figura en ellos . El presentador Alex Jones , uno de los grandes altavoces conspirativos del país, declaró estar «físicamente enfermo» por lo que tilda de traición. Incluso el exdiputado Matt Gaetz , siempre fiel a Trump, pidió nombrar un fiscal especial para investigar el caso, desmarcándose de la línea oficial. Y Charlie Kirk , fundador del influyente grupo Turning Point USA y asesor habitual de la Casa Blanca, admitió que la situación es insostenible y pidió «transparencia total, venga de quien venga».El caso Epstein es, ante todo, una herida abierta. El millonario y depredador sexual fue detenido en 2019 acusado de liderar una red de tráfico de menores para abuso sexual al servicio de una élite muy poderosa. Murió poco después en una celda de Manhattan, en circunstancias oficialmente consideradas suicidio, pero envueltas en sospechas. La investigación federal identificó decenas de víctimas, reveló vuelos a su isla privada en el Caribe y sacó a la luz su vínculo con figuras como el expresidente Bill Clinton , el Príncipe Andrés o el magnate Bill Gates . Pero nunca se publicó una lista completa de implicados, o de acusados de abusar de menores. Secreto de sumarioEn paralelo, el gran jurado recopiló durante años testimonios y documentos que siguen bajo secreto de sumario. La Fiscalía mantiene que no hay pruebas de extorsión ni de una lista de clientes, pero los partidarios de Trump, y también sus detractores, exigen acceso a esa información reservada. El problema es legal: los materiales del gran jurado, por norma, solo pueden divulgarse con autorización expresa de un juez, y en casos excepcionales. Por eso, cuando Trump ordenó a la fiscal general que requiriera su desclasificación, desató una tormenta jurídica. Nadie sabe aún qué hay exactamente en esos archivos. Y esa incertidumbre es, precisamente, lo que alimenta las teorías.La chispa que reavivó el escándalo fue la publicación, este mismo jueves, de una carta que el mismo Trump habría enviado a Epstein en 2003, como parte de un álbum de cumpleaños organizado por Ghislaine Maxwell , que era la conseguidora del millonario y hoy está entre rejas. Según el ‘Journal’, que accedió al documento a través de fuentes vinculadas a la investigación, la carta tenía forma de silueta femenina desnuda y contenía un diálogo imaginario entre Trump y Epstein. En él, Trump escribía frases como: «Donald: tenemos cosas en común, Jeffrey. / Jeffrey: sí, las tenemos. / Donald: los enigmas no envejecen, ¿te has dado cuenta?». La supuesta firma del expresidente aparecía a la altura del pubis de la figura. Trump lo ha negado todo, lo calificó de invento en su red Truth Social, y amenazó con demandar al periódico y a Rupert Murdoch , el máximo directivo de la empresa matriz, personalmente. Pero el daño estaba hecho: muchos recordaron sus declaraciones de 2002, cuando Trump decía de Epstein que «le gustan las mujeres tanto como a mí, y muchas de ellas en el lado joven».Prometer en campaña que se desvelarán todos los secretos del poder es fácil. Cumplirlo desde el poder, mucho menos. Trump no es el primero en descubrir que los grandes misterios de Estado, como ahora el caso Epstein, o antes el asesinato de John F. Kennedy , son mucho más difíciles de desclasificar de lo que parece desde un mitin. Desenlace inciertoLas razones pueden ser legales, diplomáticas o, simplemente, políticas. Pero el resultado es el mismo: frustración y sospechas. Lo que para un candidato es munición contra el supuesto estado profundo, para un presidente se convierte en un callejón sin salida. Y cuando el público, especialmente el más fiel, ve que esas promesas no se cumplen, empieza a dudar. Eso es lo que está ocurriendo ahora: Trump alentó la idea de que traería transparencia absoluta , y se ha topado con el muro opaco que otros presidentes, de ambos partidos, ya conocían de sobra.Lo que viene ahora es incierto. Legalmente, la publicación de los materiales del gran jurado dependerá de una decisión judicial que podría tardar semanas o meses, y cuya resolución es imprevisible.

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