Fernando Adrián y su triunfo de consumo rápido en una corrida lentísima: «Queremos ver a Chenoa»

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Fernando Adrián y su triunfo de consumo rápido en una corrida lentísima: «Queremos ver a Chenoa»

Se desmonteraron los toreros, los de oro y los de plata, para escuchar los acordes del Himno Nacional, abrochado con un rotundo «¡viva España!» y el eco coral de los tendidos, nostálgicos por no ver ante sus ojos la arena negra, seña de identidad de esta plaza. Color playa es ahora. Y a una playa parecía por momentos: no se extrañen si Morante pide sacar el tractor amarillo de Burgos. Algún subalterno hasta se descalzó y los toros, más allá de que alguno anduviese justo de poder, acusaron ese estado con más de un derrape en una corrida que se eternizó. «No es que me haya aburrido; me he cansado», resumió una veterana voz del autobús del Santemar, cuartel general de la afición. Ya en el tendido, una mujer pidió a su modo que aligeraran la función: «¡Que no vamos a llegar a ver a Chenoa!». Los de luces no se daban cuenta de que la gente quería irse a Porticada para ver el concierto y se empeñaron en hacerle la cobra para seguir recetando pases y más pases sin final feliz. Salvo para Fernando Adrián, a hombros en la anochecida.La corrida no fue tan ‘rollo’ como percibían muchos –es más, hubo un toro con opciones en cada lote–, pero tanto largometraje jugó en su contra. El mejor parado, dicho está, fue Adrián, abonado al triunfo de consumo rápido. Y eso que sorprendió con su lentificado saludo capotero. Tocó madera y se santiguó su apoderado cuando a las siete y tres minutos desanudaban el cerrojo de chiqueros. Bendecido por la clase venía este segundo, con el que se ralentizó en los lances. Despacito, más despacio todavía. Sin embargo, aquellas cañas se tornaron lanzas cuando Receloso acusó su escaso poder en un ruedo demasiado suelto. Corrió turno y salió el previsto en quinto lugar, de mayor volumen. Con una afarolada le dio la bienvenida Adrián, que sumó a aquel hola un «cómo está usted» por chicuelinas sin monumento. En buen sitio, el breve puyazo: ¡lo único breve! Al por mayor sería la faena, presidida por la quietud y la ligazón desde la apertura en terrenos del 6, con pases por delante y por detrás. A media altura –la que demandaba Secuestrador– hilvanó tandas sobre la derecha, aprovechando el repetidor ir y venir del juampedro. Lo apretó más por el zurdo, con la buena respuesta de este número 147, aunque acabaría rajándose. El arrimón y el desplante a cuerpo limpio de cara a la galería pulsaron la conexión definitiva, con la gente en pie. Allí estaba ya todo el pescado vendido, pero se empeñó en unas tesoneras bernadinas antes del fulminante acero. «¡Torero, torero!», corearon los mismos tendidos que en 48 horas iban a encontrarse con Morante. En medio de una ovación despidieron a Secuestrador, sin las dos orejas que había arrancado Adrián. La vuelta al ruedo, con firmas, flores y pañuelico, fue sin prisas… No, los fans de Chenoa no llegaban al concierto: «Cuando tú vas, yo sigo en los toros», canturrearon.Una hora y diez minutos después del paseíllo, pisaba la arena el castaño tercero, derrapando desde la salida y apretando en varas y en banderillas hacia los adentros. Era el toro de la presentación de Borja Jiménez en Cuatro Caminos. Fue una labor bien estructurada, a favor del toro y exponiendo a la vez, con bonitos remates como esa trinchera o un pase de pecho entero: de pitón a rabo. Suya fue la serie zurda de mayor importancia, poniendo mucho, con una expresión en el trazo que calaba en la afición. El de Espartinas le ofrecía las telas a Nigromanto, que sacó un fondo de casta y nobleza estupendos. Y el sevillano redondeó con unos ayudados torerísimos, que sabían a gloria, alejado de tantas ‘inas’. Nada hay como lo clásico ni tampoco como el sentido de la medida. Mientras cuadraba a Nigromanto, sonó un aviso y el acero le impidió abonarse al triunfo que se había ganado con su muleta. Si aquel castaño fue el de más transmisor fondo de la corrida, el sexto fue el peor. Con dos faroles de rodillas saludó a un toro que se quedaba corto y se revolvía. Con el pitón de fuera embestía, lo miraba y lo medía, aunque atendía al toque del sevillano. No se amilanó Borja, que buscó la colocación y tiró de raza hasta exprimir totalmente al animal en las distancias cortas, empujándolo. De nuevo, la espada fue su cruz. A las ocho y media, cuando deberían estar arrastrando al sexto, salió el quinto, un sobrero del Pilar musculado y de más seriedad. Ambicioso, Adrián no se conformaba con el doble trofeo –la puerta grande estaba asegurada– y se hincó de rodillas. Concedió distancia para aprovechar la movilidad del remiendo, que se desplazaba rebrincado. Mucha cantidad y escaso fundamento en una labor con guiños al sol, que se guardó pañuelos por el pinchazo. Feria de Santiago Coso de Cuatro Caminos. Lunes, 21 de julio de 2025. Tercer festejo de la Feria de Santiago. Casi tres cuartos de entrada. Toros de Juan Pedro Domecq, de agradables hechuras en general y juego desigual; destacaron el fondo del 3º, 2º y 4º; un sobrero del Pilar (5º), serio y de irregular movilidad. Fortes, de azul noche y oro: pinchazo, estocada delantera atravesada y dos descabellos (palmitas tras aviso); pinchazo y estocada desprendida (vuelta al ruedo tras aviso). Fernando Adrián, de azul marino y oro: estocada desprendida algo tendida (dos orejas tras aviso); pinchazo hondo y descabello (saludos). Borja Jiménez, de marfil y oro: pinchazo y estocada caída (saludos tras aviso); feo pinchazo hondo y estocada caída (palmas de despedida tras aviso).No anduvo acertado con la tizona Fortes en el primero, rebrincado y con genio. El malagueño pintó un poderoso prólogo genuflexo y le buscó la vueltas con frío valor hasta empeñarse en pases por detrás que le pudieron costar un disgusto. Sólo mediada la labor se entendió con el agradecido cuarto, en el que se abandonó en unos naturales finales de riñones encajados y puros. Se eternizó y se pegó una vuelta al ruedo tras aviso. Ay, el día que multen por cada recado presidencial…

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