Cuando el verano crea disputas entre hermanos por tener que cuidar de los padres

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Cuando el verano crea disputas entre hermanos por tener que cuidar de los padres

Sandra vive desde hace 20 años con su padre , que es viudo, y bajo el beneplácito de sus tres hermanos. Desde que se jubiló se dedica a él en cuerpo y alma, « 24/7 en los últimos dos años », puntualiza, porque sus demandas son continuas. Hoy, este progenitor está a cumplir 90 años y, su estado de salud es relativamente bueno tras el ictus que sufrió durante la pandemia y que le ha dejado algo más debilitada la parte derecha de su cuerpo. Lo cierto es que puede estar sólo, levantarse a por agua, a poner la tele…, «pero se ha acostumbrado a que le hagamos todo y muestra el más mínimo interés por esforzarse para seguir manteniéndose activo. Es más, si le digo que voy a salir un momento, me mira con desconsuelo y me dice «lo que tú veas», y me hace sentir culpable . En muchas situaciones se hace más dependiente de lo que realmente es».Junto a sus hermanos, decidieron buscar a una persona cuidadora para que le atienda de 9 a 11 de la mañana y que le levante, duche y haga el desayuno. Además, de 11 a 14 horas se turnan dos hermanos, y el otro acude un par de horas por la tarde dos días a la semana. Aún así, Sandra reconoce que no es lo mismo que sus hermanos vayan a estar un rato con su padre, se sienten a su lado mientras ven la tele, o le saquen en su silla de ruedas para tomar un helado en una terracita, que estar todo el día pendiente de hacerle la comida, atender a sus constantes llamadas a la habitación porque «quiero agua», «ahora tengo calor», «tápame que tengo frío», «pon el aire acondicionado», «no quiero cenar»… «Es agotador. Requiere atención constantemente».Noticias relacionadas estandar No Mario Alonso Puig: «Todos tenemos un potencial dormido que permite lograr lo imposible. No es que lo crea, lo he visto» Laura Peraita estandar No «Los pactos asistenciales y convivenciales facilitan a las personas mayores vivir en casa y evitar su soledad» Laura PeraitaSandra asegura que la relación con sus hermanos siempre ha sido buena, pero últimamente se ha resentido por las atenciones a su padre y más aún ahora que llegan las vacaciones y cada uno tiene su vida y una manera distinta de ver el cuidado de su padre. «Lo cierto es que queremos actuar estando todos de acuerdo en las decisiones, pero no es posible. Para unos la residencia es una opción; para otros, es impensable mientras tenga su casa. En conversaciones con una trabajadora social me decía que los familiares nos liamos demasiado porque queremos encargarnos de todo y eso, a veces, no es viable y desgasta mucho a la familia y acaban existiendo roces. Tiene razón: nos pensamos que podemos con todo, pero no es así; damos el 100%, crecen los problemas entre nosotros y a mi padre no le vemos mejor».El reparto entre los hermanos para este verano parece caótico : «uno dice que se marcha ya un mes de vacaciones, otro tres semanas, otro que aún no sabe…». Lo ideal para Sandra es que su padre fuera este verano a una residencia que conoce y tiene terraza con jardín. Pero, a pesar de tener medios económicos para costear esta estancia, no hay acuerdo entre los hermanos y le toca a ella quedarse. «Se remueven muchas emociones»Confiesa que a día de hoy «no existe comunicación entre mis hermanos y yo. Cuidar de mi padre me ha costado la relación con ellos: ‘Como tú vives aquí, es lo que te toca’, me dicen. Se remueven muchas emociones. Lo que no saben es que cuando estén todos más tranquilos tras sus vacaciones, les comunicaré que me voy a vivir a otra casa. No me queda más opción. De esta forma nos encargaremos de mi padre todos de manera igualitaria. Yo podré disfrutar un poco del tiempo que tengo de mi jubilación en la que me planteé viajar, ir a ver a mis hijos que viven en el extranjero, disfrutar con mis nietos… Hasta ahora sólo estoy viviendo la vida de mi padre».El testimonio de Sandra no es un caso aislado; de hecho, un 80% de las personas dependientes en nuestro país son cuidadas por sus familiares, tal y como indica la última ‘Encuesta de Discapacidad, autonomía personal y situaciones de dependencia (EDAD), realizada por el INE. Además, el ‘I Estudio sobre familias con personas en situación de dependencia en España’, realizado por la Fundación Caser , destaca que pese a la existencia de la Ley de dependencia (LAPAD 2066), la falta de cobertura real, y únicamente centrada en ciertas ayudas de tipo económico, obliga a las familias a suplir las carencias del sistema y distribuir sus recursos, tanto económicos como de tiempo, para responder a la dependencia en sus hogares. Apunta el análisis que este fenómeno se agrava en un contexto de diversificación de los modelos familiares, reducción del tamaño de los hogares y creciente participación femenina en el ámbito laboral. Agustín Huete, sociólogo de la Universidad de Salamanca y autor de este estudio, reconoce a ABC que en España está muy instaurada la cultura mediterránea de apego a la familia, a la que se atiende siempre que hay dificultades. «Es decir, es la que soluciona los problemas como la dependencia, mientras el Estado se hace el remolón consciente de que este apoyo familiar no decae. Como resultado, los hogares se recargan mucho de responsabilidades, mientras el sistema de dependencia tiene mucho que mejorar». Y si la sobrecarga en los hogares es elevada todo el año, cuando llega el verano la necesidad de las atenciones aumenta y se complica más. «Los cuidadores principales se tienen que reorganizar en sus rutinas de horarios , modificando turnos, días, frecuencia de visitas, cambiando de ubicación por los desplazamientos de las vacaciones e, incluso, hay familiares que apenas se hablan y llegadas estas fechas tienen que comunicarse para ver qué hacen con la persona dependiente para que esté atendida. Los problemas no son pocos y es verdad que hay familiares que pueden llegar a romper su relación por este asunto, pero quiero ser optimista y pensar que son los menos». «Lo más grave de todo es que los servicios públicos de dependencia están pensados para funcionar en colaboración con las familias, no en ausencia de ellas»Lamenta que los servicios públicos de dependencia en verano no funcionen igual que el resto del año, lo que dificulta la situación. «Lo más grave de todo es que estos servicios están pensados para funcionar en colaboración con las familias, no en ausencia de ellas. Esto, por un lado, tiene un sentido -explica- porque si el Estado dijera que se ocupa él directamente de los dependientes, todas las familias se le echarían encima: ‘¿Cómo vas a encargarte tú, estando yo?». Conclusión: al final, las familias están demasiado sobrecargadas. Los sistemas públicos de dependencia deberían contemplar a las familias como beneficiarias, no solo como cooperadoras. Deben gozar de ayudas reales dirigidas a estos cuidadores, sabiendo qué es lo que verdaderamente necesitan, escuchándoles y dándoles soluciones, formación, apoyo físico y emocional, porque las grandes dolencias son por ansiedad y por dolores musculares debido a la gran ‘carga’ de los cuidados, sobre todo el que ejercen en su mayoría las mujeres».RecomendacionesAgustín Huete reconoce que es muy difícil cambiar la situación, pero recomienda a las familias que se planifiquen con tiempo para saber la disponibilidad real que tienen entre ellos para poder organizarse mejor de cara a las vacaciones y que, además de atender al mayor, puedan disfrutar de un descanso. «También es necesaria una mejor integración de los sistemas de apoyo entre territorios, para que las personas dependientes puedan seguir siendo atendidas si las familias se trasladan en estas fechas a su pueblo o a la playa. Hace falta que se agilicen los trámites y reciban las ayudas pertinentes. Eliminar la incertidumbre de las atenciones y darles atención efectiva».Estructura familiarEl estudio de la Fundación Caser destaca que actualmente el modelo más habitual de familias que asumen el cuidado de la persona dependiente sigue siendo la familia nuclear, seguido de la monoparental y la reconstituida. « Tener hoy una familia nuclear es un privilegio absoluto porque es el modelo más eficaz, cómodo y que ofrece más ventaja de cara a los cuidados. Muchos dependientes viven en pareja o solos, ¿quién les apoya si no tienen esta familia nuclear, no tiene hijos…? La primera agencia de bienestar en nuestro país es la familia y, dentro de ella, las mujeres», puntualiza Agustín Huete. Cuando una persona no tienen descendencia son importantes las relaciones sociales de vecindad que dependen en parte del contexto de residencia. En este sentido, a mayor aislamiento familiar se observa mayor necesidad de servicios sociales. Las familias monoparentales también son frecuentes, especialmente en el caso de las de más edad al fallecer uno de los dos cónyuges, considerando que las mayores tasas de viudedad se encuentran en mujeres por su mayor longevidad.El informe también considera especialmente relevante el caso en el que existe un único cuidador. La ausencia de respiro familiar o personas en quienes apoyarse condiciona mucho su bienestar y, por tanto, la calidad de atenciones que se ofrece. Además, existe mayor riesgo de desarrollar el síndrome de ‘burnout’ que tan malas consecuencias tiene para la persona en situación de dependencia. «Si quien fallece es la mujer más aún, puesto que como tradicionalmente la mujer se ha encargado de las labores de la casa, el marido en su mayoría no siempre suele saber apañarse en lo referente a comidas y mantenimiento del hogar. En este punto es cuando empiezan a usar más servicios como los centros de día o el SAD (servicio a domicilio)».familia_2022El envejecimiento de la población es, por tanto, uno de los mayores desafíos para los modelos familiares. En España, la esperanza de vida es de 83,2 años, una de las más altas de la Unión Europea, mientras que la tasa de fecundidad total se sitúa en 1,31 hijos por mujer, una de las más bajas. Este desequilibrio demográfico incrementa la presión sobre las familias, que cada vez cuentan con menos miembros para asumir las responsabilidades de cuidado. Este fenómeno se intensifica en entornos rurales, donde la despoblación, la masculinización y la falta de acceso a servicios públicos agravan las dificultades de las familias para atender a sus miembros dependientes.El estudio de Fundación Caser también advierte de que, aunque todavía son minoritarias, las familias homoparentales, reconstituidas y de acogida son cada vez más visibles y aceptadas en la sociedad española. Sin embargo, su integración en el sistema de cuidados plantea desafíos específicos, ya que muchas veces estas estructuras no cuentan con los mismos apoyos institucionales que los modelos más tradicionales. Además, el entorno cultural y la percepción social sobre el cuidado y la dependencia pueden influir en cómo estas familias gestionan sus roles y responsabilidades.Contexto ruralEn el contexto rural, las dificultades se acentúan debido a la emigración de las generaciones más jóvenes y las limitadas oportunidades laborales para las mujeres, lo que ha contribuido a la despoblación y al envejecimiento de estas áreas. En 2020, casi la mitad del territorio español tenía una densidad poblacional inferior a 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado, con una población mayoritaria de más de 65 años (Secretaría General para el Reto Demográfico, 2019). La falta de servicios adaptados a las necesidades de los entornos rurales pone en evidencia la necesidad de diseñar políticas públicas que equilibren las desigualdades territoriales y favorezcan modelos cooperativos de cuidado.Este estudio matiza, además, que la diversificación de los modelos familiares en España no ha ido acompañada de una redistribución equitativa de las responsabilidades de cuidado, lo que plantea importantes retos para las políticas sociales. La incorporación de la mujer al mercado laboral, el envejecimiento de la población y las dinámicas de despoblación en el ámbito rural son factores clave que condicionan tanto la composición de los hogares como su capacidad para atender las necesidades de cuidado de sus miembros más vulnerables. Estos cambios hacen imprescindible una evolución del modelo mediterráneo de bienestar, que tradicionalmente ha delegado en la familia la mayor parte de los cuidados, hacia sistemas que fomenten la corresponsabilidad entre la familia, el Estado y otros actores sociales.En este sentido, el ‘I Estudio sobre familias con personas en situación de dependencia en España’, propone un decálogo de propuestas para un nuevo modelo de cuidados más justo y sostenible con la finalidad de seguir trabajando de manera conjunta entre entidades públicas y privadas para mejorar las políticas de bienestar y modelos de cuidado en España:1. Profesionalización del sector de cuidados que incluya mejorar las condiciones laborales y mayor reconocimiento social.2. Corresponsabilidad de género con medidas para redistribuir las tareas de cuidado.3. Refuerzo de los servicios de proximidad como la atención domiciliaria, centros de día, o la teleasistencia.4. Formación específica para cuidadores informales que incluya apoyo técnico y emocional.5. Simplificación de trámites administrativos facilitando mayor accesibilidad digital y presencial.6. Visibilización y reconocimiento social de las familias cuidadoras.7. Inversión prioritaria en infraestructuras rurales.8. Atención centrada en la persona y su entorno familiar.9. Sistema de financiación sostenible , con participación público-privada equilibrada.10. Promoción de la autonomía y empoderamiento de las personas dependientes.MÁS INFORMACIÓN noticia No «Las personas mayores estamos en plena metamorfosis» noticia No Edadismo: el error de juzgar por la edad y no por las capacidades de cada uno noticia No Los notarios apuestan por pactos asistenciales para paliar la soledad no deseada y la falta de viviendaEn definitiva -insiste Agustín Huete- pese a los avances legislativos, «los cuidados siguen descansando en la sobrecarga de las familias, particularmente de las mujeres, existiendo el reto de evolucionar la estructura y composición de los cuidados para hacerlo más integral, profesionalizado y equitativo. La reforma del sistema de cuidados no solo es una cuestión de justicia social y de igualdad de género, sino también una condición imprescindible para la sostenibilidad del modelo de bienestar en España».

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