Hasta Morante se enfadó por el desencanto ganadero de Santander

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Hasta Morante se enfadó por el desencanto ganadero de Santander

«Al año que viene va a venir a verte tu madre… Y yo», decía una voz con acento andaluz que se había hecho más de ochocientos kilómetros para ver a Morante. «Vaya cabreo, ha sido horroroso». No era para tanto, pues hubo hermosos pasajes, pero se cumplió el dicho de «corrida de expectación, corrida de decepción». Ganaderamente fue un fracaso, con permiso de la divisa de Domingo Hernández, que lidió el mejor toro, con profundidad para hacer el toreo. Y de campanillas lo tocó Juan Ortega, pese a no redondear. A Morante, del que todos hablaban, no le embistió ninguno de verdad. Si uno era malo, el otro peor, violentos y a la contra. Contrariado se marchó del coso santanderino el de La Puebla, enrabietado ya con el último de su lote, de Álvaro Núñez, la ganadería con la que cruzó la Puerta del Encierro en Pamplona . Con este lo que apetecía era pirarse a la otra orilla y que lo torease la vaca que lo parió, pero e l torero se fajó con él. Ni merecía Morante ese Tortolito, el de más seriedad por cierto, ni lo merecía Álvaro, un ganadero extraordinario. Pero los toros son así, y ni elegidos embisten. Morante, sin suerte con su lote, en un momento de apuro Serrano ARceDesde que se anunciaron los carteles, el mano a mano de Beneficencia desató una ilusión especial, un runrún de arte. Llegaba el gentío con la miel en los labios y abandonó los rebosantes tendidos con mal sabor. Hasta José Antonio se enfadó, con la rabia de no poder corresponder en el ruedo a las expectativas de la taquilla. Ahora, muchos culparán a la empresa, pero no olvidemos que los toros, de tres hierros diferentes, los eligieron los toreros.Morante salió entero de la plaza y esa fue la mejor noticia. Porque el de Domingo Hernández pudo arrancarle la cabeza cuando silbó la bala por la hombrera. Había sorprendido el maestro –el toreo tiene que ser una continua sorpresa– con la media luna de su capote acariciando al toro. Tanto era su abandono con un animal sin picar, con esa confianza absoluta, que Persuador le lanzó un derrote arrollador hasta derribarlo en el estribo. Rasgado quedó el capote, que era lo de menos. Morante seguía en pie, pero el toro no le había agradado y permitió que lo diesen en varas. A ese puyazo se sumó el de la banderilla, en el mismo hoyo, con el de Domingo sin apenas vida y a la defensiva. Sería un toro incómodo, que se lo pensaba mucho. Rápida claridad de ideas tuvo el cigarrero, sabedor de que lo ideal era abreviar. Se agradeció después del hartazgo de largometrajes de días anteriores.Noticia Relacionada Feria de Santander estandar Si Damián Castaño reparece con una cornada fresca y desafía a la medicina con un miura antiguo Rosario Pérez Mermado físicamente por la herida reciente en gemelo, hace un emotivo esfuerzo con un toro de Zahariche complicadísimo, una alimaña de otro tiempo a la que cortó una orejaVestía Morante un terno turquesa que parecía sacado de las aguas de Mataleña, con sus medias blancas, su montera calada y su capote con el reverso verde. Más ilusión que realidad fueron las verónicas a Niñito, con el mismo bautismo que el de Mora a orillas del Guadalquivir. Muy ‘ito’, nada que ver tuvo en su comportamiento con aquel sueño ganadero de Moisés Fraile en Sevilla. Sin poder y sin clase, todo lo puso el de La Puebla después de andarle con máxima torería en los inicios, con un trincherazo para enmarcar. Había apretado a Curro Javier en los palos y nada halagüeño hizo en la lidia. Como tampoco lo haría en la muleta, tan tardo y desaborío, por lo que no se dio coba. Un mal rato pasó con la espada.Se afanaron los areneros antes de la salida del quinto, del que se hizo cargo Iván García entre los ‘oles’ guasones. Qué violencia desarrolló Tortolito, al que no se le podía perder la cara. Apostaban en el palco a que la faena duraría un suspiro, pero Morante daría luego una lección de valor y de orgullo torero, asentado con aquel marrajo: lo medía y a hachazos se movía, una joyita. Lo cambió de terrenos –más cerradito entre las rayas– y se lo pasó muy cerca mientras el de Núñez lo buscaba. Impresentable el grito de «¡se va sin torear!». Faena con importancia, aunque no todos se enteraran.Feria de Santiago de Santander Coso de Cuatro Caminos. Miércoles, 23 de julio de 2025. Corrida de Beneficencia. ‘No hay billetes’. Toros de El Pilar (1º, tardo y deslucido; y 4º, de humillador embroque por el zurdo pero sosote y sin fuelle, justísimos de presencia), Domingo Hernández (2º, con brava profundidad, y 3º, muy incómodo, aparentes de hechuras) y Álvaro Núñez (5º, violento y con guasa; y 6º, a tornillazos, los de mayor presencia). Morante de la Puebla, de turquesa y blanco: estocada (saludos); pinchazo, estocada enhebrada, dos pinchazos y estocada trasera (silencio); estocada caída (saludos desde el callejón). Juan Ortega, de verde y oro: pinchazo y estocada desprendida (saludos tras aviso); pinchazo y media delanterita desprendida (silencio tras aviso); pinchazo y estocada desprendida (silencio).El único toro que defendió su condición de bravo cayó en la bolita de Ortega, que regaló una brisa de torería por tafalleras. Seis soles, abrochados con una media que acabó entera. Venía pidiendo poetas la apertura con cinco doblones rodilla en tierra. Cuadros para enmarcar en cualquier museo. Un mar cabía allí, con el armónico ejemplar desplazándose con profundidad. Hubo derechazos extraordinarios, de enorme pureza, pero no siempre halló el sitio de Bodeguero, que escondía la bravura. Un natural genuflexo resplandeció en los finales, sin refrendar con la tizona. De festival era la presencia del cuarto pilarico, tan falto de poder, aunque con cierta calidad en el embroque. Bordó el de Triana el clasicismo a dos manos. Y poco más con aquella cosita acapachada. Faltaba el sexto, el último cartucho de Núñez, que lo puso en apuros en la larga cambiada de hinojos. Quiso el torero, que se alargó demasiado con un animal deslucidísimo, a tornillazos. Qué desencanto.

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