Para los baaka, el bosque no es un recurso. Es origen. Es casa. Es dios. Durante generaciones, esta comunidad indígena ha vivido en las entrañas de la selva centroafricana, en un equilibrio que no responde a la lógica de la propiedad ni del progreso, sino a una relación ancestral de pertenencia mutua. La selva les da alimento, sentido, medicina, lenguaje. Ellos, a cambio, la escuchan. La respetan. La entienden como se entiende un cuerpo. Pero ese equilibrio hoy se resquebraja. Un joven gorila se balancea entre las ramas de la selva de Dzanga Sangha, oculto tras un velo de hojas húmedas ÁLVARO YBARRA ZAVALA Dzanga Sangha: un santuario único Esta región del suroeste de la República Centroafricana es uno de los últimos santuarios para los gorilas de llanura occidental, una especie gravemente amenazada. Su supervivencia depende hoy de esfuerzos coordinados de conservación y del conocimiento milenario de los baaka, que actúan como rastreadores en los programas de seguimiento y protección. Durante décadas, la caza furtiva, la pérdida de hábitat y la presión extractiva diezmaron las poblaciones de primates en África Central. Dzanga Sangha, sin embargo, representa una excepción: aquí, la colaboración entre ciencia y saber indígena ha permitido desarrollar un modelo de conservación que protege tanto la biodiversidad como las culturas que la han custodiado durante siglos.En Dzanga Sangha, una de las últimas reservas vírgenes del continente africano, la presión exterior se ha vuelto incesante. A la tala ilegal, que abre caminos de tierra roja por donde antes solo transitaban elefantes, se suman los cazadores furtivos, la minería clandestina y una lenta pero firme exclusión social que empuja a los baaka fuera del único mundo que conocen. Algunos resisten. Otros han comenzado a irse. Cada mañana, mientras el primer sol apenas atraviesa el espeso del bosque, Anisé conduce a su grupo selva adentro. Buscan animales, raíces, plantas medicinales. Lo hacen con una mezcla de paciencia y urgencia. Hoy, como en tantos otros días, la jornada terminará con las manos casi vacías. La fauna escasea. El bosque está herido. «Antes, bastaba escuchar. Ahora, hay que adivinar», dice Anisé, que aprendió de su padre a leer los rastros invisibles entre los helechos. Un hombre baaka sostiene a su hijo en brazos mientras otro miembro del grupo prepara una lanza junto a una cabaña cubierta de hojas ÁLVARO YBARRA ZAVALA La selva: pilar fundamental de los baaka La escena transcurre en mitad del bosque de Dzanga Sangha, donde varias familias se internan durante días para recolectar alimentos y mantener vivas sus prácticas tradicionales. La convivencia familiar en plena selva permite a los más pequeños aprender desde muy temprano los ritmos, sonidos y secretos del bosque. Las jornadas de caza, pesca o recolección se combinan con momentos de descanso junto a refugios construidos con ramas y hojas, donde el humo ayuda a mantener alejados a los insectos. Este modelo de vida seminómada ha caracterizado históricamente a las comunidades baaka en África Central. Aunque hoy se ve cada vez más presionado por la expansión de modelos sedentarios y la pérdida de acceso a los territorios, continúa siendo un pilar central de su identidad y de su relación con la selva.Dentro del parque, sin embargo, la historia es otra. Aunque las amenazas existen, el trabajo de conservación ha logrado crear un entorno protegido donde especies clave como los gorilas, los elefantes de selva o los chimpancés aún pueden vivir en libertad. A través de patrullas diarias, sistemas de monitoreo con tecnología GPS, formación específica para rangers y la integración activa de rastreadores baaka, Dzanga Sangha se ha convertido en un ejemplo de protección eficaz. Los baaka no solo colaboran localizando a los primates o transmitiendo su conocimiento del terreno: algunos, incluso, han sido formados como ecoguardias y participan directamente en las labores de defensa del ecosistema. La reserva ha logrado construir un modelo donde la conservación no excluye a las comunidades locales, sino que las reconoce como aliadas. Fuera de los límites del parque, en cambio, la realidad es mucho más frágil. Un joven gorila se balancea entre las ramas de la selva de Dzanga Sangha, oculto tras un velo de hojas húmedas ÁLVARO YBARRA ZAVALA La búsqueda del agua: un saber esencial Con un corte limpio, ha liberado el líquido almacenado en el interior del tallo, que fluye por gravedad hasta su boca. El gesto, ejecutado con precisión, forma parte de los saberes tradicionales de la comunidad. El acceso al agua en la selva no depende de fuentes visibles ni canalizaciones, sino del conocimiento acumulado por generaciones sobre las especies vegetales y sus ciclos. La recolección directa de agua de lianas o raíces es una práctica habitual entre los baaka durante las caminatas por la selva. Este tipo de saberes ha sido esencial para la supervivencia de los pueblos forestales de África Central. Sin embargo, la transmisión intergeneracional de estos conocimientos se ha visto amenazada en las últimas décadas por el desplazamiento territorial, la presión sobre el ecosistema y la progresiva exclusión de sus modos de vida en los marcos legales y educativos oficiales.Fuera de la selva protegida, cientos de familias baaka intentan rehacer su vida sin tierra, sin selva y sin derechos. Son tratados como ciudadanos de segunda. Muchos son explotados, marginados, reducidos a mano de obra barata por el resto de la población. En Monasau, un pequeño asentamiento a las puertas de la selva, los días pasan lentos. Agate, una joven madre que se negó a continuar con ese sometimiento, lo dice sin rodeos: «No quiero que mis hijos crezcan creyendo que no valen nada». Pero romper con ese destino es casi un acto de fe. La pobreza, la discriminación y la falta de oportunidades hacen que muchos jóvenes baaka floten entre dos mundos: ya no pertenecen al bosque, pero tampoco encuentran lugar fuera de él. Iniciativas comunitarias impulsadas por organizaciones locales tratan de recuperar la transmisión de saberes entre generaciones. Se organizan caminatas por la selva con niños y abuelos, encuentros donde se canta, se cuenta, se recuerda. Los baaka no quieren museos. No buscan ser folclore. Quieren seguir siendo ellos mismos. Sin folletos. Sin caridad. Solo con respeto. Con la espalda recta y la mirada firme, una mujer baaka carga su cesto de recolección entre los árboles milenarios de Dzanga Sangha ÁLVARO YBARRA ZAVALA La selva: hogar, despensa, refugio espiritual La selva es su hogar, su despensa, su refugio espiritual. Cada línea de su rostro cuenta una historia de resistencia silenciosa y de una vida vivida en simbiosis con el bosque. Como ella, muchas mujeres de la comunidad baaka dedican su jornada a recolectar raíces, plantas medicinales y pequeños frutos, conocimientos heredados generación tras generación. En un contexto de creciente escasez y degradación ambiental, mantener viva esta práctica ancestral se ha convertido en un acto de perseverancia y dignidad. Durante décadas, los baaka han sido invisibilizados y marginados. Sin derechos sobre su territorio y expulsados poco a poco de sus tierras tradicionales, hoy enfrentan la amenaza de un desarraigo definitivo. Sin embargo, su presencia en el bosque es también una forma de resistencia: cuidar del bosque es, en el fondo, cuidarse a sí mismos.Hoy más que nunca, las visitas al parque, el turismo responsable y el trabajo de conservación que se realiza en Dzanga Sangha son esenciales para la supervivencia de esta selva y de la cultura baaka. Gracias a estos esfuerzos, muchos miembros de la comunidad encuentran una forma de vida digna dentro de su propio territorio, sin renunciar a sus raíces. La integración de rastreadores baaka en los programas de conservación, la creación de empleos como ecoguardias o guías, y la valorización de sus conocimientos tradicionales son pasos reales hacia un futuro para la comunidad baaka.

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