Ex alto cargo de Ciudadanos (CS), Susana Solís (Avilés, 1971) es de los pocos políticos que han llegado a las instituciones después de un larga carrera en el sector privado. Ella lo hizo en 2015 y en su caso con algo que anda en alza estos días tras el escándalo de Noelia Núñez: una formación tan extensa como dos ingenierías, un MBA y un máster. Cercana al economista Luis Garicano, Solís se convirtió en eurodiputada en 2019 y tras la debacle de CS, fue fichada por el PP para las elecciones europeas de 2024. En el Parlamento Europeo es, entre otras cosas, la portavoz de los populares en la Delegación para las relaciones UE-China y observa con mucha preocupación las maniobras de España. «Lo importante no es agradar a Pekín, sino defender con firmeza los intereses europeos. Cualquier intento de edulcorar esa posición en nombre de una supuesta ‘amistad’ sería un error histórico», advierte. —España aboga por estrechar los lazos con China, pero no es la posición mayoritaria. —En el Parlamento Europeo hay un consenso bastante amplio sobre la necesidad de mantener una relación firme pero cautelosa con China. No podemos permitir una política ingenua ni perder de vista que también es un rival estratégico. Casos como las sanciones a eurodiputados, los ciberataques en República Checa o la represión a activistas uigures han generado una profunda desconfianza. Por eso, países como Alemania, Países Bajos o los nórdicos apuestan por una relación basada en reciprocidad, valores y protección de sectores críticos. En este contexto, sorprende que el Gobierno español insista en un acercamiento casi incondicional, al margen de los mensajes que tratamos de construir desde Bruselas. Esa falta de alineamiento genera ruido y debilita la posición común de la UE.Noticia Relacionada estandar Si El Congreso organiza un viaje de diputados a China mientras el Parlamento Europeo aún veta los suyos Ana Sánchez Seis parlamentarios despegarán el domingo y visitarán Pekín y Shanghai, pero aún no han recibido la agenda—Interior ha adjudicado a Huawei el contrato de almacenamiento de las escuchas judiciales, ¿qué le parece? —Hablamos de datos extremadamente sensibles, vinculados a la seguridad del Estado, al trabajo de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y a la Inteligencia nacional. No es una licitación más: es una decisión que afecta directamente a la protección de información crítica. Por eso, que se haya adjudicado este contrato a Huawei resulta, sinceramente, incomprensible.—¿No cree que, como dice el Gobierno, la seguridad esté garantizada? —Desde hace años, la Comisión Europea viene alertando sobre los riesgos asociados a determinados proveedores tecnológicos, especialmente aquellos considerados de alto riesgo, como Huawei. Estas advertencias también han sido compartidas por nuestros principales socios, como Estados Unidos. De hecho, ya se están planteando revisar la cooperación en inteligencia con España. Europa está avanzando hacia una estrategia común para reducir vulnerabilidades tecnológicas. Que el Gobierno de España tome una decisión que va en sentido contrario no sólo no ayuda, sino que incrementa los riesgos. «Países Bajos, Alemania o los países nórdicos apuestan por valores, reprocidad y protección de los sectores críticos»—España no va por detrás, sino a contracorriente. —Claramente. Esta decisión va en dirección opuesta al esfuerzo europeo por reequilibrar sus cadenas de suministro y reforzar su autonomía estratégica. Que un país como España, que aspira a liderar la transición digital, encargue el almacenamiento de datos judiciales a una empresa no europea, con vínculos estrechos con el Partido Comunista Chino y bajo investigaciones en Bruselas, es un paso atrás preocupante.—China no adjudica estos servicios a empresas europeas.—Exacto. Cuesta imaginar que el Gobierno chino permitiera que una empresa extranjera gestionara información judicial sensible dentro de sus fronteras. La falta de reciprocidad es clara: mientras Europa abre sectores estratégicos, China protege los suyos con firmeza. ¿Por qué deberíamos actuar nosotros con menos cautela?—Von der Leyen señala como prioridad lograr una auténtica diplomacia geopolítica europea, ¿es posible con actitudes como la de España? —Solo será posible si todos los Estados miembros, especialmente los de mayor peso, actúan con coherencia y respeto a las líneas comunes acordadas. La política exterior común pierde credibilidad cuando algunos países deciden actuar por libre y rompen consensos construidos con mucho esfuerzo. España no puede convertirse en el eslabón débil de Europa. Muchos Estados miembros ya han actuado con decisión. Países como Suecia, Lituania o Chequia han excluido a Huawei de sus redes 5G. Sin embargo, otros, y España entre ellos, siguen sin tomarse en serio la amenaza que implica depender de proveedores no fiables en sectores estratégicos. «España sigue sin tomarse en serio la amenaza de depender de proveedores no fiables. Actuar con ingenuidad puede salir muy caro»— ¿Cree que España empieza a ser vista como un problema por otros miembros de la UE o por Bruselas?—La preocupación existe, y no es por un hecho aislado. Es una acumulación de gestos que proyectan una política exterior desalineada. La carta a Rutte, el acercamiento selectivo a regímenes poco democráticos, la tibieza ante el ciberespionaje chino, el desmarque de sanciones europeas a altos cargos venezolanos… Todo eso genera dudas sobre la fiabilidad de España como socio.—¿A qué achaca esta machacona cercanía del Gobierno de España a China? —Pedro Sánchez siempre ha mostrado más comodidad en las relaciones con regímenes autoritarios que en el marco del atlantismo clásico. Su aproximación a China responde a una visión del poder muy personalista, menos ligada a los equilibrios geoestratégicos tradicionales y más interesada en proyectar autonomía, aunque rompa consensos europeos. China no es sólo un socio comercial, también es un actor estratégico con intereses que no siempre coinciden con los nuestros. Actuar con ingenuidad puede salir muy caro.

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